Tendemos a tomar a Rajoy por torpe y está claro que no lo es
o, al menos, no los son quienes le rodean, porque conocen todas las
triquiñuelas que se pueden hacer con la ley y están dispuestos a llevarlas a
cabo. Qué es, si no, ese golpe de efecto dado por Rajoy el viernes, rechazando
el encargo del rey para intentar formar gobierno y parando tramposamente el
reloj de la investidura y dejando al país en el limbo, con un gobierno que no
es gobierno y un parlamento condenado a la inacción porque, difícilmente puede
aprobar leyes sin un gobierno que las ejecute.
Algo está mal en nuestra constitución, en nuestras leyes,
cuando permite a un personaje como Rajoy enrocarse en su rechazo
"momentáneo" del encargo, parando el reloj que conduciría a unas
nuevas elecciones y, para comprobarlo, basta imaginar qué ocurriría si al cabo
de esta nueva ronda de regios contactos, el designado para el encargo es Pedro
Sánchez y también rehúsa dar un paso al frente para formar gobierno.
Creo que queda claro que los benditos padres de la
Constitución jamás se plantearon que el resultado de las elecciones pudiera ser
el que ha sido. Nadie previó que un sistema previsto para pastorear a los
electores hacia el bipartidismo, mediante la del D'Hont, el reparto de escaños
por circunscripciones y los límites para alcanzar representación, pudiera
volverse como un calcetín para dividir el hemiciclo en cuatro grandes grupos
obligados a llegar a un acuerdo al menos entre tres de ellos.
No puede ser que la estrategia de un personaje como Rajoy, acostumbrado
a que el agua de las riadas se retire y acabe saliendo el sol, mantenga al
país, con todos sus problemas, paralizado a la espera de que sus rivales se
estrellen en el empeño de formar un gobierno. Más, cuando está claro que el
tercer partido por resultados, Podemos, y lo está demostrando, preferiría
repartir otra vez las cartas en unas nuevas elecciones, de las que, cree,
saldría reforzado.
Otro tanto le ocurre al PP y, por eso, va a obstaculizar
cualquier acuerdo, sin mostrar sus cartas a Ciudadanos, sin darle ni quitarle
esperanzas de una alianza con o sin el PSOE que pudiera hacerse cargo del
gobierno. En frente, o no, está el PSOE i, mejor dicho, Pedro Sánchez atado de
pies y manos por unos barones, controlados por vete a saber quién, para que no
pueda acercarse lo más mínimo a los nacionalistas que tendrían en su mano, si
no la llave, si el contrapeso para un gobierno de los socialistas y Podemos.
Lo de Rajoy es un golpe de estado incruento y desde dentro
en el que Rajoy, como un Tejero de paisano, es el instrumento, como lo hubiese
sido el ex teniente coronel, de unos intereses que, en 1981, eran de la
oligarquía y hoy lo son de los mercados y la troika o como diantres se llame
ahora.
Es terrible, pero es así. Rajoy ha demostrado que tiene en
sus manos la llave del nuevo gobierno y que está dispuesto a tirarla al mar con
tal de no perder un ápice de poder, más, ahora que la Guardia Civil después de
detener a Alfonso Rus, el recaudador del recuento en el coche, anda olisqueando
a la ex alcaldesa de Valencia, a cubierto y silenciosa hoy gracias al fuero que
le otorga su bunkerizado escaño en el Senado.
Sí, lo de Rajoy es un golpe de estado para que tanta
información y tanto poder de obtenerla no caigan en manos nada fiables.
1 comentario:
Ciertamente !
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