De que la cabeza de Mas "el israelita" vale más
que las de diez palestinos nos enteramos ayer por boca de Anna Gabriel, la
diputada de las CUP, tan discreta ella que, aun admitiendo el pecado de uno de
los negociadores de Junts pel Sí, no fue capaz de poner nombre y cara al
pecador. Curiosa actitud la de la portavoz en esta ocasión de las CUP, una
organización que dice haber llegado para subvertir las estructuras del poder,
romper las reglas con sus métodos y que, sin embargo, respeta el silencio cobarde
de quien, una vez conocida tan despreciable comparación, no ha sido capaz de
asumir su autoría. Viejos tics, viejas formas, en quien nos ha querido hacer
creer que traía una bocanada de aire fresco a la política catalana. Curiosa actitud la de una organización que se dice de izquierdas y permanece sentada en la mesa de negociación después de escuchar tan deleznable frase.
No es de recibo haber dejado pasar lo que se dijo en las
negociaciones, haberlo escondido, como no es de recibo haber accedido a la
imposición de Junts pel Sí, que se negó a que las reuniones fuesen grabadas
para dejar constancia de lo que en ellas se dijo. Ahora, denuncien o no la salvajada
dicha por el interlocutor de la coalición independentista, va a ser imposible
precisar los términos y, de paso, el contexto, porque sería bueno conocer si el
ambiente de la negociación era similar al que rige en el conflicto entre
israelíes o palestinos. También sería bueno saber si Mas y quienes defendieron
sus intereses se identifican con el agresivo estado israelí, opresor de la
población palestina, dispuesto siempre a expandir sus asentamientos y su poder
a costa del bienestar de los palestinos.
Sería bueno, también, saber si, cuando el negociador, usaba
el término palestino, lo asimilaba a rojo, charnego o esa otra palabra,
invasor, usada por el hoy presidente, el tapado designado por Mas, en un acto
de la Asamblea Nacional de Cataluña y por la que ha tenido que dar demasiadas
explicaciones como para haber sido acertada.
Pero volvamos a la cabeza de Mas que, es cierto, debe ser
muy valiosa. Tanto como para después de haber dinamitado el estado de bienestar
de los catalanes, después de haber llevado la desigualdad de los catalanes
hasta límites inimaginables, después de haber saqueado las arcas de la
Generalitat y alguno de los ayuntamientos que gobernaba su partido, después de
todo eso, encontró, en la bandera estelada y en un soberanismo del que nunca
había participado, la salida a su inevitable caída.
Mucho debe valer esa cabeza, muchos secretos debe guardar y
muchas llaves debe esconder, llaves que abren otras tantas cloacas, para que
sus defensores hayan tardado tanto en forzarle a tirar la toalla, estando como
estaba tan claro que se había convertido en una purga intragable para las CUP.
Mucho debe valer esa cabeza como para atreverse a admitir
que ha conseguido para su coalición lo que no le habían dado las urnas, mucho
como para haber colocado en su despacho, al frente de la Generalitat, a su
propio "Mini yo", dispuesto a ejecutar sin inmutarse el plan trazado
por Mas, con la aquiescencia de quienes se avinieron a perder sus diez cabezas
con tal de mandar la de Mas a "la papelera de la Historia".
1 comentario:
Gran artículo...
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