Soy de esos que cree que una quiniela o una "primitiva" me pueden cambiar la vida. Creo que por eso juego sin falta cada semana, porque, aunque soy consciente de que, guardando en una hucha todo lo jugado a lo largo de estos años, tendría para darme un capricho, un capricho importante, conservo la esperanza de jugar la combinación única y difícil que me dé, no para un capricho, sino para una vida de caprichos. que, ojo, no tienen por qué ser egoístas ni insolidarios.
Por desgracia, la única vez que acerté los catorce resultados de una quiniela, el resultado fue tan lógico que fueron muchos, demasiados, los que, como yo, dieron con los catorce, con lo que el sueño duró poco, apenas hasta que se hizo público el escrutinio y comprobé que la diosa fortuna apenas me había sonreído unas horas y lo justo para darme el capricho de comprarme un equipo de alta fidelidad y no precisamente de los caros.
Con el tiempo y tras unos días de frustración feliz, comprendí que aquel premio que llegué a imaginar fabuloso y exclusivo para mí había hecho felices, aunque sólo fuese un poco felices, a muchos otros, a todos los que, como yo dieron con la clave afortunada. También que, si a mí me sirvió para darme aquel capricho, a otros les solucionaron verdaderas necesidades, de esas de las que sólo tomamos conciencia cuando están en nuestra casa.
Dicho esto, os preguntaréis qué hago yo contándoos todo esto ahora, con la que está cayendo aquí al lado, en la Carrera de San Jerónimo o en el Parque de la Ciudadela, en el Congreso o el Parlament de Catalunya. La respuesta no es otra que subrayar que, en política, como en los juegos de azar. a veces, acertar los catorce o tener el boleto ganador no supone hacerse con todo el botín del premio, porque, a veces, la suerte se empeña en repartir el premio.
Lo acabamos de ver en Catalunya, en donde los ganadores se han visto obligados, con gran disgusto y sin disimularlo, a compartir el premio con "los palestinos" de la CUP, sin que, de momento, está claro cuánto han cedido a la "ultra izquierda" en aras del proceso hacia la independencia ni cuál va a ser la firmeza de esos diez diputados para exigirles esos programas sociales tan disonantes con la que, hasta ahora, ha sido la trayectoria de la CDC de Mas, que comparte con Esquerra y algunos independientes la formación ganadora de las elecciones.
Más repartido está el premio en lo que los nacionalistas llaman "Madrid", donde izquierda y derecha han obtenido resultados parejos. Tanto, que, hoy por hoy, parece imposible un acuerdo que permita unir las fuerzas de unos y otros para hacerse con el premio de una mayoría absoluta. Tan repartido y entre gente tan dispar - por eso fueron a las urnas por separado- que nunca el acuerdo ha estado tan lejos de hacerse realidad.
De momento, el PSOE y Ciudadanos, poniendo en común su saldo de escaños, frente al cabreo de Podemos y la aquiescencia forzosa -y recompensada- del PP, el PSOE ha conseguido colocar a Patxi López, el hijo del sindicalista Lalo, al frente del Congreso, en tanto que los de Pablo Iglesias, se ha quedado sin pareja en la fiesta y sin los cuatro grupos parlamentarios que se prometían. Mal asunto éste de que la composición del baile haya propiciado parejas tan diversas y mal augurio para lo que ha de venir, una legislatura tan difícil que, de momento, pinta como breve.
En fin, lo que ha ocurrido -y en absoluto es malo- es que los premios han sido muy repartidos y eso, que hará infelices a muchos, permitirá a otros poner uno a uno los peldaños para lograr sus sueños.
1 comentario:
Interesante lotería....
Saludos
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