viernes, 15 de enero de 2016

¡CIELOS, LA DEMOCRACIA! Y YO CON ESTOS PELOS



Resulta enternecedor contemplar en la foto de Uly Martín con qué "carita" reciben Mariano Rajoy y otro diputado que no identifico el paso del, como ellos, diputado Alberto Rodríguez, armado de sus peligrosas rastas, toda un arma de destrucción masiva cargada de piojos a los ojos de la campeona de Candy Crash y vicepresidenta del Congreso. Resulta enternecedor paro, más que enternecedor, resulta reconfortante saber que el presidente en funciones y la reina del iPad tendrán que resignarse a compartir su espacio con las rastas de ese personaje al que los porteros de sus casas o los restaurantes que frecuentan jamás franquearían el paso.
Debería saber la ex ministra de Sanidad del hueso en el caldo que la presencia de "piojos no tiene nada que ver con la higiene, el nivel socioeconómico o los hábitos de vida y que, es más, estos parásitos suelen preferir el pelo limpio", como indica el conocido pediatra Carlos Marina. Pero, claro, cómo una arrabalera y malintencionada señoritinga como ella iba a perderse la oportunidad de estigmatizar públicamente a un chiquilicuatre de esos que han llegado, parece que para quedarse, al parlamento que, desde hace décadas y desgraciadamente con motivo, consideran una finca familiar.
Celia Villalobos lo dijo y lo dijo dos veces y ante dos televisiones en horario de mañana, en esos programas a los que sólo tienen acceso los pensionistas, los enfermos o los parados que ya han perdido la esperanza de encontrar empleo. Así que, por favor, ella y su partido nos eviten el bochorno de pretender hacernos creer que su temor a que el diputado de las rastas le deje algún piojo fue sólo un calentón verbal de esos a lo que es tan dada, porque tiempo tuvo de reflexionar o seguir los consejos de algún asesor de esos que controla su marido.
Lo más lamentable es que esa mezcla de miedo y desprecio con que algunos diputados de la casta han recibido a “los invasores” también se da en quienes deberían ser, por formación y por oficio, exquisitos en objetividad y ausencia de prejuicios. Me refiero, claro, a periodistas como la veteranísima Pilar Cernuda, que afirmó sin miramientos que los de Podemos huelen. Y tengo que suponer que lo que quiso decir es que huelen mal, a “gato muerto”, vamos, sin pararse a pensar que no todo el mundo vive en el barrio de Salamanca, tiene una criada que le lava y plancha la ropa, una cómoda bañera en la que relajarse con sales perfumadas al final de la jornada o una ducha de uso exclusivo en la que cantar mientras se aclara bajo el chorro de agua caliente por las mañanas.
Qué lástima que las delicadas pituitarias de estos periodistas que viven, comen y, a veces, duermen con los diputados no fuesen capaces de detectar después de tantos años el hedor de Rodrigo Rato, Federico Trillo, Martínez Pujalte, Gómez de la Serna y tantos y tantos otros con lo que llevan años conviviendo. Qué lástima que su manera de actuar recuerde más a la de los habituales de las meriendas en Embassy o las partidas de bridge en algún salón de la calle de Serrano o cualquier otra del barrio de Salamanca.
El reproche de la Cernuda evoca esas imágenes de dictadores o caciques, protegidos siempre por el pañuelo empapado en Lavanda Inglesa de Atkinsons, como un amuleto que les libra de la miseria, la enfermedad y, sobre todo, la realidad. Qué pena. Lo siento por ella que, ahora ya de retirada se enfrenta a la riada de realidad que ha anegado los pasillos del Congreso. Y es que ya está mayor para cambiar de hábitos, para dejar las coquetas cafeterías y los exclusivos restaurantes de su barrio u otros similares por los bares y las tabernas de Lavapiés, cultivando confidencias apoyada en una barra y pisando un suelo lleno de cabezas de gamba y huesos de aceituna.
Es precisamente eso lo que temen Villalobos, Cernuda y tantos y tantos otros villalobos y cernudas que corretean por los pasillos del Congreso. Temen a tener que establecer nuevos lazos con gente que ya no tiene nada que ver con ellos. No se resignan a admitir que las cosas han cambiado. No me extrañaría por tanto escucharles decir cualquier día en tono de queja lastimera ¡Cielos, la democracia! Y yo con estos pelos!

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

No se puede expresar mejor....

Saludos