Resulta enternecedor contemplar en la foto de Uly Martín con
qué "carita" reciben Mariano Rajoy y otro diputado que no identifico
el paso del, como ellos, diputado Alberto Rodríguez, armado de sus peligrosas
rastas, toda un arma de destrucción masiva cargada de piojos a los ojos de la
campeona de Candy Crash y vicepresidenta del Congreso. Resulta enternecedor paro,
más que enternecedor, resulta reconfortante saber que el presidente en
funciones y la reina del iPad tendrán que resignarse a compartir su espacio con
las rastas de ese personaje al que los porteros de sus casas o los restaurantes
que frecuentan jamás franquearían el paso.
Debería saber la ex ministra de Sanidad del hueso en el caldo que
la presencia de "piojos no tiene nada que ver con la higiene, el nivel
socioeconómico o los hábitos de vida y que, es más, estos parásitos suelen
preferir el pelo limpio", como indica el conocido pediatra Carlos Marina.
Pero, claro, cómo una arrabalera y malintencionada señoritinga como ella iba
a perderse la oportunidad de estigmatizar públicamente a un chiquilicuatre
de esos que han llegado, parece que para quedarse, al parlamento que, desde
hace décadas y desgraciadamente con motivo, consideran una finca familiar.
Celia Villalobos lo dijo y lo dijo dos veces y ante dos
televisiones en horario de mañana, en esos programas a los que sólo tienen
acceso los pensionistas, los enfermos o los parados que ya han perdido la
esperanza de encontrar empleo. Así que, por favor, ella y su partido nos eviten
el bochorno de pretender hacernos creer que su temor a que el diputado de las
rastas le deje algún piojo fue sólo un calentón verbal de esos a lo que es tan
dada, porque tiempo tuvo de reflexionar o seguir los consejos de algún asesor
de esos que controla su marido.
Lo más lamentable es que esa mezcla de miedo y desprecio con
que algunos diputados de la casta han recibido a “los invasores” también se da
en quienes deberían ser, por formación y por oficio, exquisitos en objetividad
y ausencia de prejuicios. Me refiero, claro, a periodistas como la veteranísima
Pilar Cernuda, que afirmó sin miramientos que los de Podemos huelen. Y tengo
que suponer que lo que quiso decir es que huelen mal, a “gato muerto”, vamos,
sin pararse a pensar que no todo el mundo vive en el barrio de Salamanca, tiene
una criada que le lava y plancha la ropa, una cómoda bañera en la que relajarse
con sales perfumadas al final de la jornada o una ducha de uso exclusivo en la
que cantar mientras se aclara bajo el chorro de agua caliente por las mañanas.
Qué lástima que las delicadas pituitarias de estos
periodistas que viven, comen y, a veces, duermen con los diputados no fuesen
capaces de detectar después de tantos años el hedor de Rodrigo Rato, Federico
Trillo, Martínez Pujalte, Gómez de la Serna y tantos y tantos otros con lo que
llevan años conviviendo. Qué lástima que su manera de actuar recuerde más a la
de los habituales de las meriendas en Embassy o las partidas de bridge en algún
salón de la calle de Serrano o cualquier otra del barrio de Salamanca.
El reproche de la Cernuda evoca esas imágenes de dictadores
o caciques, protegidos siempre por el pañuelo empapado en Lavanda Inglesa de
Atkinsons, como un amuleto que les libra de la miseria, la enfermedad y, sobre
todo, la realidad. Qué pena. Lo siento por ella que, ahora ya de retirada se
enfrenta a la riada de realidad que ha anegado los pasillos del Congreso. Y es
que ya está mayor para cambiar de hábitos, para dejar las coquetas cafeterías y
los exclusivos restaurantes de su barrio u otros similares por los bares y las tabernas
de Lavapiés, cultivando confidencias apoyada en una barra y pisando un suelo
lleno de cabezas de gamba y huesos de aceituna.
Es precisamente eso lo que temen Villalobos, Cernuda y
tantos y tantos otros villalobos y cernudas que corretean por los pasillos del
Congreso. Temen a tener que establecer nuevos lazos con gente que ya no tiene
nada que ver con ellos. No se resignan a admitir que las cosas han cambiado. No
me extrañaría por tanto escucharles decir cualquier día en tono de queja
lastimera ¡Cielos, la democracia! Y yo con estos pelos!
1 comentario:
No se puede expresar mejor....
Saludos
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