viernes, 6 de noviembre de 2015

SILENCIO, SE RUEDA



A veces, demasiadas veces, basta encender el televisor para deprimirse. A veces, me cuesta creer que quienes aparecen en los telediarios, posando, opinando, declarando, se crean el papel que interpretan, Y eso es lo único que tengo claro: que sólo interpretan su papel. Un papel, el suyo, tan previsible y monótono que parece escrito por el peor de los guionistas. Resultan tan aburridos ante las cámaras que sólo puedo atribuir al efecto hipnótico del barrido electrónico de la pantalla la atracción que me lleva a soportar la penitencia de ver desfilar ante mis ojos las mismas caras, los mismos gestos, las mismas frases hechas una y otra vez, con sus correspondientes prólogos y epílogos.
A veces, como ayer, el posado es tan previsible, tan esperado, que los protagonistas lo repiten una y otra vez, dentro y fuera del escenario y colocados en perfecto orden de estaturas, una vez aprendida la lección de aquella foto de las Azores en la que Aznar tuvo que corregirlo para no hacer evidente la cortedad de su corta estatura, entre Blair y Bush, estatura física, claro, que la moral, como han dejado claro después, la tenían pareja.
A veces me pregunto cuál es el papel de la prensa en este circo. Sobre todo últimamente, viendo como estoy viendo en qué manera se trata un asunto tan serio como lo es el de la hipotética secesión de Cataluña. Y me lo pregunto, porque cada vez tengo más claro que unos y otros hacen y dicen lo que dicen y hacen pensando sólo en el telediario más inmediato. Qué fue si no, el pasado miércoles, la excursión al Constitucional de los líderes no independentistas del Parlament de Catalunya. ¿Acaso ignoraban el resultado del viaje? ¿Acaso nadie de su entorno les dijo en que iba a acabar su recurso?
Evidentemente, lo sabían. Sabían que no hay tribunal sobre la tierra capaz de impedir que se reúna un parlamento democrático en un país que se dice democrático. Es cierto que el asalto al parlamento catalán emprendido por los independentista resulta más que sospechoso y que, como los carteristas, rápidamente se pasan el botín de unos a otros, para que el primo sea incapaz de reacciona cuando se da cuenta de que le han "levantado" la cartera. Es cierto que, como los trileros, Forcadell y quienes la controlan van dando pasos hacia adelante, cada vez más deprisa, con la esperanza de dejar atrás a sus adversarios y que lo que a estos les pide el cuerpo es gesticular, fritar "al ladrón" y presentarse como víctimas honradas, pero también lo es que pillan a la gente muy  cansada, harta más bien, de tanto aspaviento como han visto.
Cada día, unos y otros anuncian el final, lo irremediable y, al mismo tiempo, nos hacen creer que tienen la solución, que nada puede pasar, aunque, para decírnoslo, compongan su cara y su tono más apocalípticos. Pero lo único que consiguen, en el mejor de los casos, es aburrirnos, hacernos sentir a los de aquí y los de allá el hastío y el resquemor que hasta ahora, al menos to, no sentíamos. Estoy ya cansado de víctimas y verdugos, estoy cansado de ceremonias estériles, de gestos y reuniones que no conducen a nada o, al menos, a nada bueno.
¿Para qué ese desfile por La Moncloa de los líderes políticos de este país? ¿Para qué, si quienes más tienen que decir, los nacionalistas catalanes y vascos, no han pasado por el sillón de la cordialidad?
Nada se ha hecho o dicho, salvo dejar abierta la amenaza de un frente sin pies ni cabeza, que es lo último y lo peor que le puede pasar a este país.
Menos mal que aún queda algo de sentido común y olfato político, aunque, desgraciadamente, no entre los políticos que más debieran tenerlo, sino en los tribunales. Ayer, el Constitucional lo dejó claro, privando a Junts pel sí y la CUP de una nueva oportunidad de lucir sus heridas bajo los focos.
Mientras tanto, silencio, se rueda.


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1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Ciertamente llega la hora de montar la peli....

Saludos