miércoles, 18 de noviembre de 2015

MUS



Ha bastado un momento de respiro, una pausa en el tiovivo vertiginoso y mareante al que nos habían subido Artur Mas y sus propósitos, para que muchos, incluso en su propio entorno, comiencen a ver la realidad de algo que, hoy por hoy, sólo es una quimera. Ha bastado que el sonido de los disparos, las explosiones y las sirenas que nos llegan de París ahoguen el bucle de su discurso, para que entre sus allegados comience a verse también el fin de la aventura.
No sé si en Cataluña se juega al mus, mucho menos si se juega con otro nombre o si algún juego de naipes catalán se parece al mus. Lo que sé es que en el panorama político catalán ha llegado el momento de darse mus, de renovar las cartas, porque, con las que los jugadores tienen en las manos es imposible seguir la partida. Ha llegado el momento de un nuevo reparto, porque, como comiezan a decir en voz alta los más sensatos de quienes rodean al enloquecido Artur Mas, incapaz de ver más allá de su necesidad de ponerse a cubierto, que la realidad de los escaños, se sumen como se sumen, es incompatible con la independencia prometida.
Por eso hay que dar cartas de nuevo. Por eso hay que ir a unas nuevas elecciones que acabe con ese equilibrio maldito que ahora, más allá de las leyes y las normas aceptadas o no por quienes predican la independencia, impide avanzar en el camino que, según sus promesas, llevaría a proclamarla. Y es que lo de estos días ha sido como una mala y costosa campaña publicitaria en la que el producto que se anuncia no llega o, si llega, no es, en absoluto, lo prometido.
Están, además, las CUP, las Candidaturas de Unidad Popular, la "mosca cojonera" que, contumaces en sus condiciones, están destrozando el plan, la "hoja de ruta", de los independentistas, convirtiendo de paso a Mas en un títere con las cuerdas destensadas que se arrastra como un cachorrito ante la más mínima posibilidad de recibir un mendrugo.
La verdad es que la posición de las CUP en este debate de investidura y la firmeza con la que la han defendido, en ocasiones al borde del sadismo, es el sueño de cualquiera de esos a los que llaman anti sistema y que, desde hace no tanto, han aprendido a meterse en el sistema y ocupar sus costuras, para tensarlas y, si es posible, reventarlas. Algo de lo que debe saber mucho el president en funciones, al que Antonio Baños y sus compañeros están haciendo perder, aparte de la dignidad, el sueño.
Esa es, al menos, la sensación que percibo desde aquí, desde "la capital del Estado", y, la verdad, es que me gustaría saber que se dice y que se piensa allí, cómo se percibe lo que parece un evidente deterioro de su imagen y la de su partido, cómo se asume la pérdida de esa aura de serenidad y sentido común de que hasta ahora se les había revestido. Me temo que no estará muy lejos de lo que vemos aquí quienes creemos en el hecho diferencial de Cataluña y los catalanes y su derecho a expresarlo y a que les sea reconocido. Supongo también que, por eso, y por los poco esperanzadores resultados de la encuesta del CEO, el CIS de la Generalitat, que, pese a haberse realizado antes del desgaste de la investidura, apenas suponen un avance del independentismo, el desánimo está llamando a las puertas de Convergència, donde comienza a hablarse claramente, como lo hace la mano derecha de Mas, el ex conseller Homs, de nuevas elecciones, para salir del impasse a que ha conducido el resultado de las de septiembre, un impasse que ya anticipó el candidato Mas la misma noche electoral con el escaso entusiasmo manifestado.
De momento, parece haber llegado el momento del mus, de repartir de nuevo las cartas y tratar de jugar con las nuevas, quizá de otra manera, porque, con éstas, el órdago independentista resulta poco o nada creíble.


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