Vengo de un tiempo distinto, muy distinto, al actual. Vengo
de un tiempo de miedos sin libertades, especialmente la de expresión, sin
justicia, sin garantías de nada. De un tiempo en el que, cuando, de mañana,
cuando salías de casa hacia tus clases, o tus asambleas, en la universidad, tus
padres, que te despedían con un "no te metas en líos", no estaban
seguros nosotros tampoco, de que fueses a volver por la tarde. Vengo de un
tiempo en el que los españoles no éramos iguales. Tampoco ahora, me diréis,
pero entonces más, mucho más.
Vengo de un tiempo en el que había que dar explicaciones por
llevar el pelo largo o por la ropa que vestíamos. Un tiempo en el que, delante
de un uniforme, temblábamos. Un tiempo, aquel, en el que evitábamos las
comisarías y los cuarteles. Un tiempo de rebeldía contenida, en el que,
llevados por el cine, nuestros ídolos del rock y los ecos de las revueltas de
París, Berlín o California, vestíamos y llevábamos las guerreras, las
camisas, los macutos y las prendas de esos militares que tanto temíamos y
odiábamos tanto, quizá para, sin saberlo, exorcizarlas.
Vengo de un tiempo en el que ser joven, como siempre, era
cuestión difícil. De un tiempo en el que, si, además de ser joven, estabas en
edad militar, tenías recortados tus derechos, pero aún más si cabe, un tiempo
en el que, para salir de España necesitabas SIEMPRE el pasaporte y, si estabas
apunto de hacer el servicio militar, lo estabas cumpliendo o hacía poco tiempo
que lo habías terminado, podías despedirte de ese viaja, salvo que estuvieses
dispuesto a enfrentarte a la penosa burocracia militar, mucho más penosa que
otra cualquiera.
Vengo de un tiempo de cine fórum, teatro independiente,
libros prohibidos, revistas secuestradas y algún que otro canuto, fumado con
más miedo que vergüenza por aquello de la desinhibición y la pérdida del
control, tan necesario en esos tiempos. De un tiempo en el que quien vestía
un uniforme militar inspiraba miedo, si llevaba galones o estrellas o
lástima, si quien lo llevaba era un pobre "turuta".
Porque vengo de ese tiempo, me satisface grandemente el
gesto del general rodríguez. Un gesto que, a él le honra más que
beneficia a Podemos, por más que, en cierto modo, desactive el fichaje que el
PSOE hizo de la comandante Zaida Cantero. Y le honra, porque, si en el
ejército al soldado, el valor se le supone, a los mandos, los prejuicios nos llevan
a presuponer un cierto escoramiento a la derecha aunque no llegue al del facha
general Monzón, animal de conspiraciones y tertulias, que se permitió retar a
Pablo Iglesias a un duelo a muerte, en una tertulia marginal y tabernaria,
jaleado, caro, por los personajillos que con él compartían micrófono.
El general Rodríguez, pese a lo que piensen sus todavía
compañeros de armas, con su gesto de fichar por Podemos, un partido al margen, en principio, do lo establecido, ha hecho más por la
imagen de las fuerzas armadas que tosas las campañas, folletos, desfiles,
himnos y arengas que seamos capaces de imaginar, porque José Julio Rodríguez,
que llegó a lo más alto a que puede aspirar un militar, ha conseguido, al
convertirse en "el general de Podemos", dejarnos creer que los ejércitos
son de todos y para todos.
1 comentario:
Ciertamente ha sido un paso al frente !
Saludos
Publicar un comentario