Hace más de cuarenta años ¡qué barbaridad, como pasan los
años! fui de los que aprendieron y cantaban "Al vent", pero, sobre
todo, "La estaca" de aquel rebelde tan poeta o poeta tan rebelde,
como queráis, que era Lluis Llach. También, como muchos, me esforcé en entender
aquellas palabras que tan torpemente cantaba y aquel estribillo que pasó
a ser, aún hoy lo es, un himno de rebeldía contra el poder que
oprime y un himno a la lucha en común contra él.
Hoy las estacas no son las mismas, algunas, como las peores
cuñas, son de nuestra misma madera y no es fácil reconocerlas, pero su final
es, debe ser el mismo: caer para que nadie nos ate a ellas, para que nadie las
use para imponerse e imponer sus intereses, que no siempre son los de la
mayoría, a los demás. Hoy las estacas no son las mismas, pero sigue habiendo
estacas, sigue habiendo gente atada a ellas y sigue habiendo, también, quienes
a ellas les atan.
Por eso me acuerdo tanto estos días de los versos del
estribillo de la canción de Llach. Esos que dicen "Si tiramos fuerte, la
haremos caer. Mucho tiempo ya no puede durar. Seguro que cae, cae,
cae, bien
podrida debe estar ya" Y es que las estacas se pudren, pero también las ha que se clavan ya podridas en la tierra, estacas que acaban cayendo, a veces, sobre los mismos que las levantan, porque tienen la base carcomida y podrida.
podrida debe estar ya" Y es que las estacas se pudren, pero también las ha que se clavan ya podridas en la tierra, estacas que acaban cayendo, a veces, sobre los mismos que las levantan, porque tienen la base carcomida y podrida.
Ese es, en mi opinión, el caso de esta independencia que una
minoría muy mayoritaria o una mayoría minoritaria de catalanes, como
queráis, quiere imponer al resto, una independencia precipitada y sin una basé
firme sobre la que asentarse que, antes o después, caerá, una estaca
podrida en su base aparente, Convergència, podrida por su pasado de corrupción
y de políticas antisociales que Artur Mas quiere borrar de la mente de los
catalanes mediante los fuegos de artificio y los malabarismos independentistas
con que adorna la "no gestión" de todos estos años en que ha
dilapidado, no sólo el patrimonio de los catalanes, sino el de la coalición que
le había sostenido hasta el pasado septiembre.
La necesidad de huida de Mas le llevó a buscar aliados
contra natura. Las prisas por cambiar un escenario en el que él y muchos de los
suyos podrían acabar en el banquillo le han llevado a pactos contra natura, han
empujado a sus votantes al contradiós de tener que depender, ellos que siempre
han buscado el "orden" que la burguesía catalana en apariencia
garantizaba, de las veleidades de una coalición radical que se dice
anticapitalista y que debe estar quitando el sueño a más de un dirigente de
Convergència que se ve ahora como socio de aquellos a los que ha tenido de
adversarios en las fábricas y talleres que dirige y en los barrios en que
especula.
Convergència es la base podrida de esta estaca, un socio de
conveniencia para Esquerra que, hasta ahora, ha manejado como si fuera un
títere tirando de los hilos que atan a Mas. Hay, es verdad, en Junts pel sí
otras fuerzas, todas de sensibilidad nacionalista, pero, si les faltase el
partido de Mas, por más que esté en plena descomposición, no bastarían para
mantener la estaca erguida, ni siquiera con los radicales de la CUP, empreñados
como están en empujarla a la izquierda, aun a costa de romperla.
Mas se ha precipitado al pisar el acelerador, pero lo ha
hecho por necesidad personal, por egoísmo, aun a sabiendas de que no era el
momento, de que esa oportunidad histórica de la que lleva años hablando a los
catalanes, en lugar de solucionar los problemas, no había llegad todavía. Mucho
me temo que ese tren al que ha pretendido subirse y en creer que se ha subido
está a punto de descarrilar con todos a bordo.
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