jueves, 12 de noviembre de 2015

DE LA MÍSTICA AL CHALANEO


Se me hace duro enfrentarse cada día a una página en blanco con compromiso personal, el de exponer mi opinión sobre aquellos asuntos que considero importantes, por no decir los más importantes. Se me hace duro, porque desde hace días, semanas, el único asunto es el que todo sabemos y, después de darle vueltas a las cusas de lo que está pasando o está a punto de pasar en Cataluña. Desde hace  no hago otra cosa que tratar de entender por qué hemos llegado hasta este punto y de entender, también, las consecuencias de haber llegado a él.
Artur Mas que, no lo olvidemos, es y ha sido el líder del partido de la burguesía catalana, el partido de los empresarios no "españolistas", tampoco el de las multinacionales, creo, aunque no soy capaz de asegurarlo, el líder del partido de Pujol, el del caso Palau, el del tres por ciento, el de las mochilas camino de Andorra, cargadas de billetes de quinientos, el de los sobrecostes y los recortes, según quién pague y quien reciba. Ese ha sido hasta ahora el heredero, el hijo político, de Pujol, el que se reúne con Pujol antes y mientras registran su domicilio, como Fernández Díaz se reunió con Rato. Y, sin embargo, de repente, debió sufrir un traspiés en la subida a Montserrat, porque, como Saulo camino de Damasco, fue presa de una iluminación que le hizo ver que su papel en esta vida no estaba en la prisión de Quatre Caminis sino al frente del "procés" que llevará a Cataluña a la independencia o, quién sabe y como diría Mariano Rajoy, su gran coartada, a la independencia o no.
Sin embargo, ese tampoco era el final, porque el autoproclamado profeta del independentismo sabe, si las circunstancias lo requieren, salir del camino y bordear los obstáculos. Al menos eso cree él que, en apenas unos días ha dejado el camino de la mística, ha puesto los pies en la tierra polvorienta, se ha arremangado el pantalón y se dispone a cruzar las procelosas aguas de lo social, la ciénaga  en la que viven quienes no viven en Pedralbes, en la parte alta de Barcelona, de la mano de tan extraños compañeros de viaje como los anticapitalistas de la CUP.
Difícil camino éste en que, por su mala cabeza, ahora se ver el místico de las cuatro barras, porque poco o nada parece tener que ver con sus nuevos compañeros de viaje. Tan poco que comienza a parecer que de guía, de conductor del proceso, le queda poco y que más bien se ha convertido en una de las ratas del flautista de Hamelin, bailando al son que le tocan los gamberretes de la CUP, a los que les queda poco para pedirle que haga el pino puente, porque a lo que no puede renunciar es a su pasado ni, mucho menos, a su ambición desmedida.
Y en esas estamos, con un Mas humillado, sometido los caprichos de la CUP o, incluso, disfrazando sus carnes tristemente desnudas y sin futuro con un uniforme, el  de socialdemócrata preocupado por la desigualdad, el paro o los desahucios, que le tira de la sisa y que reventará antes o después. Es tal la insistencia de Mas por ganarse el favor de la CUP que llega a resultar humillante y eso, en un político que se precie es mortal.
En apenas unos días, Mas ha pasado de la mística de los grandes proyectos, de la patria como única guía, al chalaneo humillante de quien quiere conservar a toda costa el despacho en el que habita y está dispuesto a comprar al chalán de turno cualquier burra que le venda, chalán que mientras tanto y cuando menos, se lo está pasando bomba.


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