Cuando hace casi cuatro años los españoles que ya comenzaban
a sentir en sus carnes y las de sus familias las dentelladas de la crisis, no
dudaron en dar su voto al PP, hasta el punto de entregarle todas las lleves del
país para que hiciera y deshiciera a su gusto. Fue entonces cuando se resucitó entre
nosotros el "porcojonismo", esa manera de comportarse de los
españoles cuando se saben con poder, aunque no con razón, esa manera tan
castiza de tomar decisiones, inmortalizada en el cine de gánsteres y tiranos y,
por desgracia, más habitual de lo deseable en la vida real.
Quién no ha escuchado alguna vez, no ya a un sargento de
esos "de raza" ordenar a los soldaditos que hagan algo, lo que sea,
"por sus cojones", sino, más cerca y más reciente, a un superior en
su trabajo, ordenar, dando un puñetazo en la mesa, que algo se haga "por
cojones". Yo, por ejemplo, sé de alguna de esas órdenes, finalmente
incumplida, que supuso importantes pérdidas en la empresa en la que trabajaba.
El "por cojones" que suele acompañarse de una
mirada "de esas", con los ojos inyectados en sangre, la carótida a reventar
y un portazo. Es el último bastión que defiende quien se sabe con poder, aunque
sin razón. Es una demostración de autoritarismo del que comprueba que ha
perdido autoridad o que nunca la ha tenido, una especie de rugido, o bufido,
depende del tamaño del felino, seguido de uno de esos silencios que llamamos
mortales, que parecen respetuosos, pero que encierran los pensamientos y deseos
más aviesos de quienes se ven obligados a acatar, pero nunca respetarán las
decisiones así tomadas.
La expresión da a entender que las gónadas de quien la dice,
generalmente la grita, son mayores que las de aquellos a quienes va dirigida y
que se las juega en el envite. Lo malo es que la frase correcta en realidad
debería ir seguida, las más de las veces por la aclaración de que, en realidad,
los cojones en juego son los del subordinado, el accionista o el contribuyente.
Cuántas cosas se han hecho en este país por eso, por
cojones. Cuántos atentados al sentido común y a la estética, cuantas
operaciones suicidas, cuántos "atracos a mano armada" a las instituciones
públicas, cuántos despidos, cuantas contrataciones, cuántas carreteras por
donde no hacían falta o no debían, cuántas urbanizaciones, cuantas compras
inútiles, cuánto lujo innecesario, si es que alguna vez el lujo es necesario,
cuántas arbitrariedades, en fin, se comenten en nombre de atributos tan poco
agraciados.
Por cojones, de los que luego demostró no ir sobrado, el
capitán del Costa Concordia arrimó el crucero que se le había encomendado al
toro de la escollera, porque, ver cómo a los pasajeros se les subían los suyos
al cuello debía ser muy gratificante. Por cojones el abuelo Fabra le hizo a su
nieto un aeropuerto sin aviones en Castellón. Por cojones la Comunidad de
Madrid retiró a las universidades madrileñas las subvenciones comprometidas
que, ahora, con los correspondientes intereses y por orden del Supremo
tendremos que pagar todos los madrileños, como, también por cojones, la misma
comunidad, en concreto su mentiroso y faltón consejero de Sanidad, Javier Rodríguez,
obligó a jubilarse al jefe de pediatría del Hospital Infantil del Niño Jesús,
Marciano Sábchez Bayle, que se había destacado en la defensa de la sanidad
pública que él no quiso defender. Ahora, por cojones y por una sentencia de la
justicia madrileña que anula la jubilación forzada, todos los madrileños
tendremos que pagar al doctor Sánchez Bayle la diferencia entre los salarios
dejados de percibir por el presidente de la Asociación para la Defensa de la
Sanidad Públicay la jubilación percibida.
Qué bueno sería que toso estos machotes que ponen sus
cojones por delante a la hora de tomar decisiones, pusiesen en su lugar su
patrimonio. De sobra saben que nadie les va a castrar, pero hacerles pagar el
daño causado ya sería otra cosa. Y es que acostumbran a hacer las cosas por
cojones, porque saben que esos cojones nunca seránn los suyos.
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1 comentario:
Ciertamente si se jugasen su cocido....
Saludos
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