Ha bastado un momento de respiro, una pausa en el tiovivo
vertiginoso y mareante al que nos habían subido Artur Mas y sus propósitos,
para que muchos, incluso en su propio entorno, comiencen a ver la realidad de
algo que, hoy por hoy, sólo es una quimera. Ha bastado que el sonido de los
disparos, las explosiones y las sirenas que nos llegan de París ahoguen el
bucle de su discurso, para que entre sus allegados comience a verse también el
fin de la aventura.
No sé si en Cataluña se juega al mus, mucho menos si se juega
con otro nombre o si algún juego de naipes catalán se parece al mus. Lo que sé
es que en el panorama político catalán ha llegado el momento de darse mus, de
renovar las cartas, porque, con las que los jugadores tienen en las manos es
imposible seguir la partida. Ha llegado el momento de un nuevo reparto, porque,
como comiezan a decir en voz alta los más sensatos de quienes rodean al
enloquecido Artur Mas, incapaz de ver más allá de su necesidad de ponerse a
cubierto, que la realidad de los escaños, se sumen como se sumen, es
incompatible con la independencia prometida.
Por eso hay que dar cartas de nuevo. Por eso hay que ir a
unas nuevas elecciones que acabe con ese equilibrio maldito que ahora, más allá
de las leyes y las normas aceptadas o no por quienes predican la independencia,
impide avanzar en el camino que, según sus promesas, llevaría a proclamarla. Y
es que lo de estos días ha sido como una mala y costosa campaña publicitaria en
la que el producto que se anuncia no llega o, si llega, no es, en absoluto, lo
prometido.
Están, además, las CUP, las Candidaturas de Unidad Popular,
la "mosca cojonera" que, contumaces en sus condiciones, están
destrozando el plan, la "hoja de ruta", de los independentistas,
convirtiendo de paso a Mas en un títere con las cuerdas destensadas que se
arrastra como un cachorrito ante la más mínima posibilidad de recibir un
mendrugo.
La verdad es que la posición de las CUP en este debate de
investidura y la firmeza con la que la han defendido, en ocasiones al borde del
sadismo, es el sueño de cualquiera de esos a los que llaman anti sistema y que,
desde hace no tanto, han aprendido a meterse en el sistema y ocupar
sus costuras, para tensarlas y, si es posible, reventarlas. Algo de lo que debe
saber mucho el president en funciones, al que Antonio Baños y sus compañeros
están haciendo perder, aparte de la dignidad, el sueño.
Esa es, al menos, la sensación que percibo desde aquí, desde
"la capital del Estado", y, la verdad, es que me gustaría saber que
se dice y que se piensa allí, cómo se percibe lo que parece un evidente
deterioro de su imagen y la de su partido, cómo se asume la pérdida de esa aura
de serenidad y sentido común de que hasta ahora se les había revestido. Me temo
que no estará muy lejos de lo que vemos aquí quienes creemos en el hecho
diferencial de Cataluña y los catalanes y su derecho a expresarlo y a que les
sea reconocido. Supongo también que, por eso, y por los poco esperanzadores
resultados de la encuesta del CEO, el CIS de la Generalitat, que, pese a
haberse realizado antes del desgaste de la investidura, apenas suponen un
avance del independentismo, el desánimo está llamando a las puertas de
Convergència, donde comienza a hablarse claramente, como lo hace la mano
derecha de Mas, el ex conseller Homs, de nuevas elecciones, para salir del
impasse a que ha conducido el resultado de las de septiembre, un impasse que ya
anticipó el candidato Mas la misma noche electoral con el escaso entusiasmo
manifestado.
De momento, parece haber llegado el momento del mus, de
repartir de nuevo las cartas y tratar de jugar con las nuevas, quizá de otra
manera, porque, con éstas, el órdago independentista resulta poco o nada
creíble.
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1 comentario:
Bien analizado...
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