Menudo país éste en que nos ha tocado vivir. Menudo país y
menudo presidente, aunque que no sea otro que Rajoy quien lo presida no es
casualidad, porque fuimos los españoles los que le dimos nuestros votos o, en
todo caso, quienes no hicimos lo bastante como para que no obtuviese la maldita
mayoría desde la que lleva cuatro años gobernándonos.
Menudo país éste en que el líder de la oposición, que no
sabe qué gobierno aprobó la primera ley de divorcio de la guerra civil, que se
supone que se presenta por un partido de izquierdas se va a "jugar" a
las cocinitas con un pijo repijo, sin ninguna conciencia ni sentido de la
realidad, y a relajarse en los salones de su casa, mientras muchos de quienes,
si las cosas fuesen como deben ser, le darían su voto se iban a la cama sin
cenar y sin calefacción, pero, eso sí, después de ver lo bien que vive Bertín y
lo bien que se lleva con su invitado.
Mientras, Mariano Rajoy que, como Pedro Sánchez, no estará
presente en el paripé de la firma de ese pacto antiyihadista que ambos se
inventaron, empleaba parte de su precioso tiempo y acomodaba su agenda para
pasar dos horas en la radio comentando la jornada de Champions, como si todo lo
demás pudiese esperar.
No sé qué pensará Hollande, en pleno ataque de ardor
guerrero, si se entera de que su aliado estuvo más pendiente, al menos durante
esas dos horas, de los goles de "su" Real Madrid que de su llamada a
la colaboración en el despliegue militar iniciado por Francia, a la que, según
el Tratado de Lisboa, firmado por España, estaría obligado.
Les critico, a ambos, y no tendría por qué, porque, en
el fondo, lo que buscan no es la coherencia ni la claridad en sus mensajes. Lo
que buscan es "caer simpáticos", meterse en casa de los ciudadanos,
posibles votantes, cuando andan con la guardia baja e incapaces de defenderse
de la campechanía de tan simpáticos candidatos que hacen el gazpacho "como
mamá" o son del equipo de sus amores. Lo saben bien, Como también saben
bien que vale más cantar un gol con ganas o reír un chiste que dar una opinión
que podría volverse contra ellos.
Rajoy está tratando de compensar el silencio de estos
últimos años, la distancia que puso entre su cargo y la prensa, con un
acercamiento amable a los medios, sin riesgos, aunque, en su caso, abrir la
boca es arriesgarse a meter la pata, para saturar las retinas y los oídos de
los ciudadanos con su no siempre deseable presencia. Y lo hace, supongo que
perfectamente asesorado, allá donde no haya preguntas demasiado comprometidas o
periodistas solventes, como Carlos Alsina, capaces de ponerles en evidencia,
practicando la casi olvidada costumbre de repreguntar o no callar ante las
barbaridades, las diga quien las diga.
Quizá por eso prefiere soportar -el dontancredismo es lo
suyo- estoicamente las críticas por su no participación en el debate a cuatro
organizado por A3 Media, enviando a él a la primera figura del ballet de La Moncloa,
la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, y reservarse para un cara a cara con
Pedro Sánchez, tan inconsistente como él mismo, con lo que los ciudadanos nos
veremos privados, más allá de cualquier foto protocolaria, de ver y escuchar a
Rajoy, o al mismo Sánchez, frente a los "nuevos", Pablo Iglesias y
Albert Rivera.
Menudo país el que nos ha tocado vivir y menudos
representantes, los que tenemos. Ojalá esta vez los ciudadanos sepan discernir,
entre tanto mensaje envuelto en celofán y papel perfumado cuáles son las
verdaderas intenciones de los candidatos y a quién y qué representan en
realidad. Porque, si no, menudo país nos espera los próximos cuatro años.
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1 comentario:
De pandereta...
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