No sé si es lo habitual, pero soy de los que crecieron
pensando que la inteligencia era sólo una, esa que la Real Academia Española
define como "capacidad de entender o comprender o capacidad de resolver
problemas". Con el tiempo y gracias, primero al cine y las novelas de
espías y luego a la sopa de siglas, supe de otra inteligencia, la que tiene que
ver con el espionaje y con su reverso, el contraespionaje. Siglas como MI 6,
SIS, por otro nombre, CIA, CNI o SIM, en las que la i hace referencia a la
inteligencia, como asunto de espías y analistas, pero que, a la vista de los
resultados, en ocasiones tienen poco que ver con ella, porque en lugar de sumar esfuerzos, a veces se empeñan en ocultarse los avances, cuando no en engañarse, unos a otros
Decía que, según la RAE, inteligencia es la capacidad de
entender o comprender y la capacidad de resolver problemas y, visto lo visto,
los servicios de inteligencia y quienes toman decisiones después de consultar
sus informes no entienden ni comprenden la realidad ni, mucho menos, son
capaces de resolver o anticiparse a los problemas. Eso, en el mejor de los casos,
porque demasiado a menudo son esos servicios los que "arman" las
guerras o, como parece que hay que llamarlas ahora, los conflictos.
Tal parece que a nuestros dirigentes les fallan una y otra
inteligencia, del mismo modo que parecen más dispuestos a esforzarse en tapar
los fallos de sus inteligencias que en tomar decisiones inteligentes.
De no ser así las cosas, sería impensable que un grupo de
"no tan descerebrados", como parecen ser los responsables de Daes,
pueda poner en jaque a tantos países a la vez, de uno y otro continente, de una
y otra ideología. De no fallar tan estrepitosamente las dos inteligencias de
esos dirigentes, la que debería entender y comprender y la que debería resolver
los problemas, no se habría revuelto como se ha revuelto el tablero del próximo
oriente, en el que son cada vez más los frentes abiertos y más los actores tan
irreconciliablemente enfrentados.
Bastaría con pararse a pensar en las consecuencias, aún por
definir, del derribo de un avión militar ruso por dos cazas turcos en
territorio sirio, junto a la frontera turca. Será difícil saber si el aparato
ruso entró, como dicen las autoridades turcas, en su territorio, pero más difícil aún será entender quién y por
qué tomó la decisión de abrir fuego contra él, convirtiéndolo en el primer
avión ruso derribado por fuerzas de la OTAN en tantos años de guerra fría y,
ahora, templada, porque es de suponer que una decisión de consecuencias tan
graves no la toma un simple piloto de caza, ni siquiera el responsable de su base.
Es de suponer que, antes de apretar el disparador, se haría alguna consulta y
más en un momento en el que Rusia actúa como un "casi" aliado de la
OTAN. El caso es que se disparó y el aparato cayó en territorio sirio, con uno
de sus tripulantes muertos y que la tensión entre unos y otros está en lo más
alto, mientras cabe suponer que el Daes se frota las manos.
Lo mismo que se frotará las manos tras el nuevo atentado en
Túnez, esta vez asesinando a miembros de la guardia presidencial. Una acción
que sostiene el ruido de las bombas y las sirenas, esta vez en el norte de
África, ahora que, si no la inteligencia, si la contumacia de las policías de
Francia y Bélgica ha desbaratado sus planes más inmediatos en Europa. Un frente
reabierto, este de Túnez, que le ayuda a desviar la atención y mantener entre sus
seguidores la moral bien alta.
Falta inteligencia para entender y comprender que el Daes, A
Qaeda y todos los que se escudan en un falso islamismo, tan cruel como radical,
viven del abandono en que las prósperas sociedades europeas han sumido, no a
una, sino a varias generaciones de hijos de la emigración magrebí en Europa,
miles de jóvenes sin esperanza ni futuro, encerrados en jaulas de cemento,
fracasando en la escuela, sin nada que hacer día tras día, que de vez en cuando
estallan con violencia y a los que únicamente se les responde con el falso
orden restituida con la violencia policial y que se convierten en presa fácil
para quienes les prometen el paraíso y ser, por fin, alguien vengándose de su
vida anterior.
Les falta inteligencia para comprender el porqué de esta
situación e inteligencia para poner los medios que permitan acabar con el
problema. Falta una inteligencia al servicio de todos, porque de inteligencia
para quedarse con lo que debería ser de toda la comunidad y para abrir y
agrandar las brechas, más bien zanjas, abiertas entre unos y otros parece que van
sobrados.
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1 comentario:
Muy buen epílogo....
Saludos
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