Ayer, después de una comida y de una sobremesa más deliciosa
aún, esperaba el autobús en la calle Toledo, cuando mi amigo y yo comentamos, y
no es la primera vez que lo comento con un amigo, la "peculiar" foto
que el poeta Luis García Montero ha escogido para las banderolas que anuncian
desde las farolas su candidatura por Izquierda Unida a la Comunidad de Madrid.
Una foto con la mirada perdida en el cielo, parecida a otras como aquellas en
las que, en otros tiempos y otras elecciones, posó Julio Anguita.
No me gustan estos asesores, fotógrafos o arriolas de todo
pelaje, que aconsejan a sus candidatos mirar al cielo con ojos brillantes, como
"La Asunción" de Murillo, como si esperasen una revelación o un
trance místico, en el que se les revelase el camino por el que han de
conducirnos para alcanzar la salvación y el paraíso aquí en la tierra. No me
gustan, como tampoco me gustan esas otras fotos, tan de moda entre los
escritores para las entrevistas impresas o para las solapas de los libros, en
las que el pobre autor o la pobre autora, sometidos a la tiranía de modas y
tópicos, aparecen siembre con una mano en el mentón, como si la cabeza de un
escritor pesase demasiado como para dejarla únicamente sobre los hombros.
¿Son modas, son tópicos? No lo sé. Lo que sé es que lo que
espero de un político es que me mire a mí, a ser posible a los ojos, porque, si
no desde una foto, pero sí en la vida real, en la cercanía, los ojos de quien
te mira, o de quien evita mirarte, lo dicen todo, hasta el punto de que alguien
que te sostiene la mirada difícilmente te mentira, lo que no quiere decir que
no vaya a hacerte daño, pero difícilmente te mentirá.
Yo quiero que, desde los carteles, los candidatos me miren,
a mí y a todos los ciudadanos, que sepan quiénes somos y dónde y cómo estamos,
que no tengan una idea equivocada de lo que nos pasa, que no se fíen de lo que
les cuentan los carromeros de turno o de lo que le cuentan las dóciles
televisiones o periódicos que tienen a sueldo. Quiero que me miren, cosa que no
hacen, por ejemplo, quienes han despedido, despiden y despedirán a tantos
trabajadores, quienes vendieron las preferentes a tantos y tantos ancianos o
gente que, como yo, confiábamos en "nuestra caja de toda la vida".
Quiero que me miren y no desde detrás de un pasamontañas, como hacen los
policías cuando muelen a porrazos a todo "bicho viviente",
incluso a "los compañeros".
Entiendo que, cualquier mirada desde las banderolas
publicitarias, salvo las que buscan el cielo, será siempre por encima del
hombro. Y entiendo que eso no es bueno, porque somos orgullosos y no nos gustan
esas miradas desde cualquier posición que implique superioridad ¡menudos somos
para eso! no le aguantamos los humos a nadie, salvo a Esperanza Aguirre, claro,
que ha cogido todos los taxis de Madrid para mirarnos mientas esperamos en el
semáforo o caminamos por la aceras, a saber por cuánto dinero, y que está
acostumbrada a rebuscar en la vida de sus adversarios "tenemos algo contra
éste", como muy bien le enseñó el amigo Granados, que espiaba a sus
compañeros para la condesa que ahora le niega, alumna aventajada del hoy
encarcelado, que anda hurgando en los asuntos del marido de Manuela Carmena,
que, como reputen una encuesta detrás de otra es la candidata mejor valorada,
mientras ella queda como la más conocida pero peor valorada por los madrileños.
Me gusta que me miren a los ojos y me gusta mirar a los ojos
a la gente, pese a lo que dice la canción de Golpes Bajos, quiero que me miren,
pero no desde los taxis, tanto que no cogeré ninguno mientras lleven el careto de la condesa, quiero que me miren a los ojos en la calle y a pie
firme.
Puedes leer más entradas de "A media
luz" en http://javierastasio2.blogspot.com/ y en http://javierastasio.blogspot.es y, si amas la buena música, síguenos en “Hernández y Fernández” en http://javierastasio.blogspot.com/
1 comentario:
Gran verdad....
Saludos
Publicar un comentario