Ayer tuve la fortuna de escuchar a un gran poeta, Pablo
García Baena, que a sus noventa y tres años regalo a los presentes en el
homenaje que se le rendía la lectura de un hermoso poema inédito del libro que
prepara, un poema que era en sus contados versos todo un destilado de
sabiduría, de vida y de belleza. Fue la culminación de un acto en el que
participaron poetas de varias generaciones y en el que a nadie se le pasó por
la cabeza negar la capacidad para destilar esa belleza a los nacidos, por
ejemplo, antes de la aparición de cualquiera de los grandes movimientos
poéticos que en España han sido.
Nadie en su sano juicio se atrevería a proponer tamaña
majadería, como nadie se atrevería a renunciar a un tesoro tan vivo como el
suyo, porque en poesía, mientras no se borren la tinta con que están impresos
los versos en los libros o mientras alguien sea capaz de recordar cualquiera de
esos destellos de belleza, palpita la vida. Como palpitan la vida y la
sabiduría que da la vida en cualquiera de los millares de hombres y mujeres que
dejaron lo mejor de las suyas en las fábricas, las universidades, las calles y
las cárceles franquistas para ayudar a traer esa democracia de la que ahora
quiere expulsarles un tarambana crecido y pagado de sí mismo.
Me estoy refiriendo, claro, al desliz de Albert Rivera, militante que fue de las Nuevas Generaciones del PP, cuandoafiliarse al PP no es ni era obligatorio y que, a la hora de elaborar el
programa económico de su partido busco a un economista liberal, Luis Garicano,
que es de esos que tanto gustan a los populares, al que no se le ha ocurrido
otra cosa que subir el IVA de los artículos de primera necesidad y bajar el de
los lujosos para sacarnos de la crisis. Me estoy refiriendo al que ayer, para
justificar su metedura de pata del lunes, nos regaló, para justificar la
renovación generacional que pretende, esta otra: "en las empresas, quien
lo hace mal se va a la calle, sea jefe o trabajador", algo muy difícil de
demostrar, sobre todo porque unos y otros no son cantidades homogéneas, porque
son muchos los trabajadores que se van con una mano delante y otra detrás y, si
no es así, es por la lucha de todos esos que nacieron antes de la democracia y
a él le gustaría arrojar a las tinieblas, y son demasiados los jefes inútiles
que, después de hundir empresas, se van a su casa, pero cargados de acciones,
bonus, seguros y prebendas. Algo que habrá visto en sus años de trabajo, no
tantos, en el servicio jurídico de la Caixa.
Creo que lo que le ha pasado a Rivera es que en su afán de
disfrazar su discurso para hacerlo distinto y transversal, para que, como
"la peor medicina" de Mary Poppins, lo recubre de ideas presuntamente
originales y, en este caso, recurre a levantar un muro generacional, quizá para
no hacerlo ideológico, porque Rivera, que vino desnudo al mundo de la política,
tiene, como todos, un pasado, que en su caso es comprometedor y vergonzante,
porque como dijo alguien ayer, creo que Manuela Carmena, y con acierto, habla
de generaciones y de partidos viejos, porque no quiere hablar de la casta en la
que estuvo.
Al "campeón" Rivera, deportista en su juventud,
le ha pasado lo que a muchos atletas que acaban "rompiéndose" por no
haber calentado a tiempo y lo suficiente. A Rivera el éxito le ha venido grande
y demasiado pronto, porque su partido unipersonal tiene una sola voz, la suya y
tantas entrevistas, tantos mítines y tantos debates dan para cometer muchos
errores y los comete.
Menos mal que a Rivera le miman en algunos medios y que el
Partido Popular, que le sabe necesario para mantener sus negocios, le da una de
cal y otra de arena. Pero alguien debería decirle que la juventud, el divino
tesoro de los versos de Rubén Darío, se va para no volver. Cuando a él le pase,
ya se encargará de defender, como todos, al menos de boquilla, la eficacia y la
decencia en lugar de algo tan efímero y no de absoluta garantía como la
juventud.
1 comentario:
Bien expuesto...y matizado !
Saludos
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