Habrá quien piense que son ya demasiadas las entradas que
dedico a todo lo que está ocurriendo en política desde que el pasado domingo
muchos ciudadanos, hasta entonces callados, decidieron poner su voz y sus votos
al servicio de sus deseos de cambio, un cambio angustiosamente necesario desde
que los partidos tradicionales, especialmente aquel en el que hasta entonces
habíamos confiado y al que habíamos perdonado demasiadas cosas, invocando cada
cuatro años a esos monstruos perversos que han sido "el mal menor" y
"el voto útil".
Pues bien, hoy sigo en las mismas, porque el resultado de
las elecciones del domingo supone todo un vuelco en la vida de este país,
probablemente el más trascendental desde que, en 1982, el PSOE de aquel Felipe
González ilusionante arrebató la mayoría a la UCD de Adolfo Suárez para dar
comienzo a una transformación de este país desgraciadamente traicionada y cruel
y aviesamente "podada" más tarde.
La sacudida de los resultados, especialmente los de Madrid y
Barcelona, ha sido tal que algunos la están recibiendo con tanto miedo como
ilusión ponen otros en ella. Miedo, precaución o, a veces, soberbia, como la de
los responsables de la guardia urbana de Barcelona que abandonan sus cargos
para no quedar a las órdenes de la que va a ser alcaldesa de Barcelona, Ada
Colau, la que, hasta hace no tanto, era uno de sus principales
quebraderos de cabeza desde la Plataforma Anti Desahucios.
Se van, en un gesto de descomunal descortesía, sin esperar
que se constituya el nuevo ayuntamiento, acusando a Colau de considerarles poco
menos que torturadores. Se van porque, dicen, quienes se harán cargo del
ayuntamiento barcelonés en los próximos días quieren disolver las unidades anti
disturbios de la Guardia Urbana, las mismas que más de una vez actuaron contra
la propia alcaldesa y que se significaron en su colaboración con los mossos d’
esquadra en el desalojo del 15-M de la Plaza de Cataluña.
Y, mientras esto sucede en Barcelona, en Madrid el sindicato
Comisiones Obreras denuncia que las trituradoras de papel del ayuntamiento
están trabajando a tope, especialmente en las áreas de Personal y Urbanismo,
dos de las más sensibles a la corrupción y las irregularidades. Dicen los
responsables del palacio de Cibeles, tras reconocer el triturado de documentos,
que es algo habitual para ahorrar espacio y que -no podía ser de otro modo-
queda copia de esos documentos en poder de la intervención De acuerdo, seguro
que es así, pero no me digáis que no es sospechoso este furor destructor, este
zafarrancho de limpieza y orden en quienes saben que en pocos días tendrán que
dejar sus despachos y, sobre todo, este afán en dificultar la tarea del nuevo
equipo de gobierno, que ya no encontrará los papeles, sino que tendrá que
pedirlos. Una situación en la que no estaría de más la personación de alguna autoridad judicial, para paralizar un proceso más que sospechoso
Son malos modos, muy malos modos, que dejan claras dos
cosas. Por un lado las pocas o nulas ganas de colaborar con los nuevos responsables
del ayuntamiento u, por otro, esa sensación que transmiten de que algo tienen
que esconder y la de que esta gente "resistente" al cambio, en Madrid
y Barcelona, nos da motivos para creer que han considerado ambos ayuntamientos
como algo de su propiedad.
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2 comentarios:
El epílogo es muy claro...
Saludos
Completamente cierto, los malos modos en muchas ocasiones son excesivos pero que vamos a poder hacer nosotros para cambiar algo, lamentablemente poco
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