El Partido Popular, como les ocurre a los cocineros
descuidados acaba de darse cuenta de que le falta un ingrediente para cocinar
si plato estrella, plato que no es otro que su famoso "cómo ganar unas
elecciones con un poquito de allí y otro poquito de allá". Y como ese
cocinero despistado, el PP anda buscando por los armarios la hoja de
laurel o la ramita de canela que permita a sus invitados reconocer ese viejo
sabor que hizo a su cocina inconfundible.
Hace cuatro años, además de ese suflé anticrisis trufado de
puestos de trabajo y riqueza, con el que los españoles nos íbamos a chupar los
dedos, pero que, al final, se ha quedado en poco más que una tortilla agridulce
y esmirriada, el Partido Popular convocó a sus electores a la mesa
ofreciéndoles un menú elaborado a base de platos de sabor fuerte y rancio, no
del gusto de todos. Platos como el de la total intransigencia en la lucha
antiterrorista, servido con la asistencia de las asociaciones de víctimas, u
otros, para los que contó con el apoyo y el aplauso de la cúpula de la iglesia
católica, como la más que odiosa reforma educativa o la no menos odiosa y
amarga reforma de la legislación vigente sobre el aborto.
El PP, una vez servida la mesa, ha visto fracasar casi todos
sus platos. Tanto que los comensales, en su mayoría, andan diciendo en las
encuestas que no volverán a sentarse a esa mesa. Quizá por ello, con una
reforma educativa, no sólo odiada y protestada, sino imposible de aplicar por
la escasez de presupuesto para ello, Y no sólo eso, con unos "aparentemente
buenos" datos macroeconómicos, resultado más de la coyuntura mundial, con
las bajadas del euro y el precio del petróleo, y con unas cifras de empleo de
"todo a cien" que sólo sirven para ser presentadas pero que, en
cuanto se llevan al mundo real, dejan ver lo que esconden que no es otra cosa
que empleo basura, explotación y salarios insultantes.
Con ese panorama y después de haber tenido que tragarse el
sapo de la retirada de la ultraderechista reforma de la legislación que aún
regula el aborto en España, un texto delirantemente conservador y misógino,
elaborado por el no menos conservador, misógino y delirante Alberto Ruiz
Gallardón, a los responsables del partido de la Calle Génova no les ha quedado
otro remedio que volver a poner en la mesa un recordatorio, apenas un canapé,
de esa frustrada reforma del aborto, reclamada por lo más montaraz de su
electorado, un canapé que toma a las adolescentes embarazadas como rehenes de
la reconexión con ese electorado, poniendo en manos de unos padres, muchas
veces autoritarios, cuando no maltratadores, el futuro de sus hijas.
Desde que se supo que arrebatar a estas jóvenes de entre
dieciséis y dieciocho años mediante una mini reforma que ningún ministro quiere
asumir, no han cesado las reacciones, tanto de los partidos, como de
movimientos sociales, feministas o no. Y la mayoría de esas reacciones han
sido, con más o menos matices, contrarias a la reforma, si exceptuamos al
confesional PNV o ¡menuda sorpresa!, es sarcasmo, al emergente Ciudadanos que
apoya la reforma, dejando clara su alma de lobo bajo la piel de cordero o, lo
que es peor, su oportunismo político a la hora de echar la caña en el caladero
de un voto tradicionalmente del PP que, hoy por hoy, es su principal objetivo.
Es la prueba del nueve de que la cabra tira al monte y de
que quien creció en Cataluña haciendo suya una reivindicación y una imagen
deformada de la sociedad catalana que siempre han sido del PP está dispuesto a
seguir por el mismo camino en su expansión por el resto del Estado.
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1 comentario:
Un artículo muy bueno...
Saludos
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