Hubo un tiempo, allá por loso sesenta en que la guerra fría,
con un tablero bloqueado en Europa, se dirimía en guerras de terceros y también
en otras guerras menos cruentas, pero no por ello menos trascendentes. Una de
esas guerras es la tan manida "carrera espacial" que, cuando pasó a
ser una "guerra de las galaxias" en toda regla, trajo la caída del
muro y el hundimiento del bloque del Este. La otra, una guerra sorda llena de
víctimas, se libraba en pistas de tartán y piscinas, en campeonatos y
juegos olímpicos.
Esta última fue una guerra en la que los países tras el muro
se jugaban el prestigio de su modelo de paraíso, con heroicos trabajadores del
deporte, esforzados hombres y mujeres, capaces de llegar más alto, más lejos y
más rápido que los corrompidos occidentales. Pero, con el tiempo supimos que
tal esfuerzo no era sólo de los héroes, hombres y mujeres, y que tampoco era
sólo esfuerzo. Acabamos por saber que quienes acompañaban y cuidaban de tan
esforzados trabajadores del deporte no velaban por su salud y su técnica, sino
que les dopaban con drogas, anabolizantes, hormonas y otras muchas sustancias
aberrantes, para multiplicar su resistencia y deformar su cuerpo y a veces su
mente, en pos de los triunfos que reforzaban la imagen de sus gobiernos.
Salvadas las distancias y con la debida prudencia, me atrevo
a decir que algo así es lo que acabamos de descubrir a través del diario EL
PAÍS que ha estado sucediendo con algunos jueces madrileños que, de un modo u
otro, estaban siendo distinguidos y premiados por el gobierno madrileño con la
designación para una serie de trabajos e informes pagados, unas veces por la multinacional
INDRA y otras por el propio gobierno de González, para llevar a cabo una serie
de trabajos y reuniones que, de natural, deberían corresponderle a la
administración o a los órganos de gobierno de la Justicia en Madrid, pero nunca
a jueces en ejercicio, que podrían llegar a sentirse obligados con la mano que
tan generosamente les paga.
Cómo no sospechar de cualquier decisión que adopten estos
jueces en relación con la multinacional con los miembros del gobierno madrileño
o su partido. Sería tanto como pensar que el niño al que el maestro encarga el
borrado de la pizarra y el diario suministro de tiza no goza, al menos, de sus
simpatías. Lo lógico sería establecer entre los alumnos un turno para
ello o que un bedel, un propio que dicen los castizos madrileños, se encargase
de ello, para no levantar sospechas o para que, en todo caso, el alumno
señalado cargue con un trabajo y una responsabilidad que no le corresponden, al
menos en exclusiva.
La grandeza de la justicia es la de que quien la administra
tiene sus ingresos y sus responsabilidades regladas para que, no sólo todos
seamos iguales ante la ley, sino para que podamos esperar que los que nos la
acabarán administrando sean también iguales o, cuando menos, igual de neutrales
respecto a nuestra causa. Por eso resulta poco estético y muy sospechoso que se
haya encargado a unos jueces y no a otros la realización de una serie de trabajos
para la empresa encargada de mejorar el soporte informático de la
administración de justicia en Madrid, una empresa que cobra, y supongo que
bien, por el encargo. Pero no menos sospechoso es que nueve de esos jueces
cobren además dietas por su asistencia a las reuniones de un llamado comité
permanente para el seguimiento del trabajo que fue encargado a la empresa
INDRA.
Lo siento pero una de las garantías que caracterizan al
Estado de Derecho es la separación de poderes y, si se establecen
concomitancias, más si son pecuniarias, entre el poder ejecutivo y el judicial,
podemos llegar a pensar que algunas decisiones de esos jueces,
absolviendo o condenando a sus pagadores o a sus amigos, ya hay algunas
difíciles de explicar, son el resultado de ese dopaje del que hablamos.
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3 comentarios:
A pesar de estar en gran parte de acuerdo con tus observaciones, entiendo que la empresa informática, no tiene un conocimiento profundo de las necesidades y procedimientos judiciales que se supone se están informatizando, algo que, por supuesto, deben tener esos magistrados y así se lo deben transmitir a la empresa. El problema está en cómo se realiza ese trabajo de transferencia de conocimiento y necesidades, la empresa carece de ellos y los magistrados son las personas adecuadas para dárselos, y por tanto, en mi opinión, deben ser remunerados por ello, ya que es un trabajo que no forma parte de sus obligaciones.
No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia...(Montesquieu)
Creo, Juan, que son evidentemente jueces, secretarios y fiscales quienes deben asesorar a Indra oi a cualquier otra empresa que se encargase de ese proceso. Del mismo modo que yo y decenas de miles trabajadores hemos asesorado y hemos sugerido mejoras en nuestros trabajos desinteresadamente.
Creo, y lo apunto en mi entrada, que el TSJM, como cualquier otro organismo serio debería contar en su estructura con un departamento encargado de ello cn suficiente experiencia para hacerlo.
Que un juez, por la razón que sea, reciba dinero de particulares es una completa aberración.
Hoy mismo, sin ir más lejos, ya han aparecido dos de los participantes en estas "asesorías" implicados en un procedimiento en el que el PP es parte.
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