Resulta muy enternecedor ver el interés que se han tomado
los medios de comunicación de este país, especialmente algunos, en escrutar el
pasado, las relaciones personales, los trabajos y los ingresos de los miembros,
ya dirigentes por elección directa de noventa mil militantes, de Podemos.
Cuánto me hubiera gustado que ese interés se hubiese extendido a otros
partidos, aunque sólo fuese a los de más dudosa honestidad. Pero no, con esos
se reúnen a comer y a tomar copas, se dejan intoxicar y, a veces les llevan a
sus tertulias a lucir su gomina y su verbo chabacano.
Y cuando todo falla, cuando es poco o nada lo que se puede
esgrimir en contra de los responsables del fenómeno sociopolítico más lógico y,
paradójicamente, más sorprendente que de cuantos han visto la luz en este país,
se recurre a acusarles de falta de experiencia o, incluso, de no ser más que un
grupo de amiguetes de facultad, de profesorcillos entusiastas a los que se les
va a caer encima el estado cuando comiencen a asumir responsabilidades tras las
elecciones.
Curiosamente, si algo han demostrado en estos escasos ocho
meses que llevan en activo es que les sobra prudencia, ya que todos los pasos
dados por Podemos, aún a sabiendas del entusiasmo que despiertan en un
electorado cansado de tanta decepción y de tanto "compañero"
enriquecido, han sido cautos y suficientemente respaldados por la opinión
generalizada de una militancia, no por selecta menos transversal y
representativa que la de cualquier partido mayoritario que se tenga por tal.
Y es precisamente eso lo que exaspera a los editorialistas
de todos esos periódicos que no supieron o no quisieron avisarnos de que nos la
estaban dando con las preferentes, los que callaron mientras a Florentino Pérez
se le extendía, lo hizo Zapatero, una quiniela con los catorce resultados
acertados -el proyecto Castor- que acaba de cobrar ahora, a la velocidad de
rayo, con un gobierno del PP. Lo que les pone de los nervios es que de la noche
a la mañana van a perder toda la influencia atesorada a lo largo de todos
estos años de democracia en los que, en lugar emplearse a fondo en su defensa,
se han dedicado a justificar, maquillar o, directamente, tapar los graves
atentados contra la misma de unos y otros partidos.
Todos estos medios que, por qué no admitirlo, trataron de
emplear a Podemos o, en todo caso, a su ya secretario general, Pablo Iglesias,
como cuña contra los socialistas en las últimas elecciones europeas, se
sorprendieron de sus resultados, porque no supieron ver, como no supieron ver
el 15-M, que el hoy ya partido es el canal a través se encauza y se refuerza
todo el poder que los ciudadanos, sin saberlo, tienen en sus manos y que,
lamentablemente, hasta ahora se dilapidaba en abstenciones exquisitas y votos
en blanco.
No lo han sabido ver y por eso están asustados, porque no
tienen una alternativa que ofrecer, porque el nivel de podredumbre es tan
grande en los partidos tradicionales, la corrupción está tan extendida y tan
arraigada en ellos que casi todos los nuevos líderes tienen un pasado que les hipoteca,
que les ha congelado la conciencia hasta el punto de haber dinamitado uno tras
otro todos sus principios. Por eso recurren a la falta idea de que son poco
menos que unos pipiolos sin experiencia, que son una panda de amiguetes que se
reúnen a tomar cañas y, como se aburren, han parido Podemos.
Se equivocan. Yo, por suerte o por desgracia, vi renacer la
democracia en este país y vi la ilusión con que la gente la recibía. También he
asistido más o menos conscientemente a su erosión por parte de quienes se
erigieron en sus paladines, hasta el punto de que, como decía Alfonso Guerra de
España, ya no la conoce ni la madre que la parió.
Hace unos días, charlaba con una amiga, militante del PSOE,
que me insistía en todo esto, en la tan manida inexperiencia de Podemos, en
limitar su origen a los pasillos de una facultad. Yo, entonces, recordé y le
recordé la famosa "foto de la tortilla", en la que Felipe González,
Alfonso Guerra, Luis Yánez, Manuel Chaves y otros cuantos socialistas hoy
históricos, entonces pipiolos, compartieron merienda e ideas en un pinar
sevillano. Estos que hacen sorna de la quizá pretenciosa aspiración de Pablo Iglesias de asaltar el poder, saben de qué habla el líder de Podemos, porque en su día tomaron al asalto el poder en el PSOE.
Aquella tortilla tan ilusionante entonces se ha quemado por
uno de sus lados de tantos años en la sartén y creo que ahora es el momento de
darle la vuelta para salvarla.
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1 comentario:
Tienen miedo, mucho miedo, todos, a PODEMOS...
Y la mejor defensa, ya sabes, es un buen ataque...
Y "difama, que algo queda"
Un cordial saludo
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