Lo lleva escrito en la cara y, por si quedara alguna duda,
señor tiene, desde el nombre hasta el reloj a mano cambiada, el uniforme
completo de pijo, con esas gafas de (horrible) diseño y ese pelo
sofisticadamente descuidado que, a veces, baña en brillantina o cualquier otro
pringue capilar, esa manera de hablar esas tonterías que dice, encadenadas una
detrás de otra, le retratan a la perfección.
Este personaje, alcalde del pueblo madrileño de Brunete,
famoso hasta ahora por la terrible batalla de la Guerra Civil y, en cierto
modo, por ser la cuna del director de un programa de radio de la noche, se ha
dejado sorprender por una concejala de UPyD que grabó sus intentos de soborno
para conseguir que se pasase al PP para darle la mayoría absoluta. Tan tonto es
este Borja Gutiérrez que, no sólo admitió haber sido pillado en ese renuncio
-negar la mayor es lo primero- sino que ayer dijo en un alborotado
pleno del ayuntamiento que la conversación fue grabada hace dos años y que por
eso no tenía validez "porque una grabación de hace dos años es
atemporal" ¿Sabrá este pijo lo que dice?
Y no fue lo único, porque la primera fue convocar a los
medios para explicar su postura ante el escándalo, dando pábulo a todo tipo de
críticas, sino que dijo la siguiente gilipollez "Yo me iré cuando la gente
me dé la espalda, cuando no me voten". Perdón, "Don" Borja,
cuando no le voten ya no tendrá que irse, porque no estará. Pero lo peor no es
esto, lo peor es como su prepotencia, de esas que sólo tienen los tontos, le
lleva a dejarse enredar por su colega de UPyD, mostrándole, como la cola de un
pavo real, toda su panoplia de favores tramposos con los que engatusarla para consumar
el soborno.
Pero Borja Gutiérrez, con serlo mucho, no es el único tonto
contemporáneo que ha tomado la palabra en las últimas horas. Ahí están, si no,
quienes, desde la Asamblea Nacional de Catalunya, juegan ya a diseñar un
ejército y una armada propios, junto a una milicia voluntaria, añorando quizá
el esplendor de los almogávares o los años del somatén que a tantas arbitrariedades
dieron lugar. Una pretensión que, a mí, que estaría por la abolición de los
ejércitos, me produce tanta inquietud como risa y que, a otros, no hacen otra
cosa que proporcionarles los argumentos que andan buscando para oponerse al
derecho de los catalanes a ser consultados sobre sus legítimas aspiraciones
que, ya, hasta el nuevo borbón reconoce.
Pues bien el empeño de la ANC de jugar con soldaditos ha
desatado ya los demonios interesados del PP, que ha hecho de la oposición a
esas aspiraciones de los ciudadanos de Cataluña su bálsamo de Fierabrás para sanar
su maltrecho prestigio ante las próximas convocatorias electorales. Así, Carlos
Fabra, presidente de la Generalitat Valenciana, ha tocado a generala contra los
partidos de la izquierda en Valencia, que, según él, extenderán a la comunidad
que todavía gobierna, el arco mediterráneo y el mundo el independentismo que
ahora emerge en Cataluña. Qué tontería tan contemporánea y, en todo caso, qué
tiene de malo lo que pretenda la gente si lo pretende por las vías
democráticas, salvo que tema que otros que no sean ellos tengan acceso a las
cuentas y cajones de las consejerías y los despachos que durante tantos años
han controlado en exclusiva, haciendo y deshaciendo para drenar, directamente o
mediante negocios sucios los dineros de los valencianos.
En fin, tontos contemporáneos que demuestran que no es la
inteligencia, precisamente, lo que lleva a algunos hasta algunos cargos, sino
su falta de escrúpulos y su capacidad para corromper y dejarse corromper. No
hace tanto que alguien, creo que el llorado Luis Carandell tenía que ver en
ello, instituyó el Premio al Tonto Contemporáneo, hoy que ese premio sería más
necesario que nunca, sería difícil elegirlo.
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