Me enteré por un antiguo compañero de trabajo, que no amigo,
de que determinados organismos públicos, en ese caso era la Comunidad de Madrid
se gastan el dinero público, nuestro dinero, en pagar a consultoras externas
para que les proporcionasen el algoritmo, la fórmula, que, en determinados
asuntos, les permita llegar a los resultados deseados. Esto, que puede parecer
loable, encierra en determinadas manos toda una serie de maldades que conducen
al perjuicio de lo público y de los ciudadanos.
Me explico. Lo que mi antiguo compañero hizo para el
gobierno de Esperanza Aguirre fue determinar los plazos que había que
establecer y diseñar cada uno de los pasos que había que dar y los baremos que
había que establecer para maquillar las listas de espera en la sanidad
madrileña, en cuya rebaja había empeñado su cargo la condesa, asegurando que
presentaría su dimisión si no conseguía reducirla. De ahí, por ejemplo, la sana
costumbre de tratar de convencer a la mayoría de los pacientes quirúrgicos para
ser derivados a clínicas privadas, con menos garantías y servicios y un mayor
coste para la sanidad pública, bajo la amenaza de que, si no acepta ser operado
fuera de su hospital de referencia, se devolverá su caso a la cola de la lista
de espera, algo que se sigue practicando, como lo demuestra el hecho de que, en
verano, se cierran camas hospitalarias mientras se derivan pacientes a clínicas
concertadas. Algo a lo que los trabajadores de la sanidad ya le han sacado rima
en el eslogan "cama cerrada, dinero a la privada".
Con mayor o menor artificio, en uno o en otro sector el
espíritu que guía la búsqueda del santo grial del algoritmo es el de podar lo
público en beneficio de lo privado. O, dicho de otro modo, incautarse de lo que
es de todos, para repartirlo entre unos pocos. Y lo vienen haciendo
sistemáticamente en toso los sectores, subvencionando, por ejemplo a cada niño
que es enviado a una escuela infantil privada, mientras se van encareciendo los
precios de las matrículas en las que, por ejemplo, dependen de los ayuntamientos.
Y ello no es inocente. Ello conduce a ensanchar la trinchera que, cada vez más,
separa a los ricos y los pobres de este país, pobres que, por cierto son cada
vez más en número y en pobreza.
Está visto que cada uno de los agentes sociales, no los ciudadanos,
maneja su propio algoritmo. Sin ir más lejos, la patronal debe tener el suyo y
debe estar deseosa de aplicarlo antes de que los votantes despierten del todo y
comprueben quiénes son los responsables de que, España, padeciendo la misma
crisis que sus vecinos, es el país europeo en el que más ha crecido la desigualdad,
porque aquí, no lo olvidemos, los ricos son cada vez más ricos y los pobres
cada vez más pobres. Quizá por eso, sin el menor pudor, la FAES se retrató en presencia del presidente de la
patronal, ese que vive rodeado de chorizos de todo género sin inmutarse, proponoendo suprimir el salario mínimo
interprofesional, esa línea de flotación que señala hasta donde puede descender
la dignidad de un asalariado y que impide a los empresarios abusar aun más de
lo que lo están haciendo de sus trabajadores. Y, por si fuera poco, pidió otra vez que se reduzca el subsidio de desempleo que a ellos que manejan subvenciones y otros dineros públicos y no tan públicos, les deben parecer un lujo al alcance, por
ejemplo, de las amas y los amos de casa, de los que, según el presidente de la patronal, Joan Rosell, un millón se ha
apuntado a las listas del paro, con el único fin de obtenerlo, engordando de ese modo Que su dios, que
debe s y no con la reforma laboral que el Gobierno les sirvió a la carta.
Que su dios, que debe ser el mismo que el de Díaz Ferrán, ese que nos pedía trabajar más y cobrar menos para sacar el país adelante, mientras se lo llevaba crudo, le confunda.
Que su dios, que debe ser el mismo que el de Díaz Ferrán, ese que nos pedía trabajar más y cobrar menos para sacar el país adelante, mientras se lo llevaba crudo, le confunda.
Pero volvamos a los algoritmos, a otro algoritmo, el que ha
debido emplear el "insobornable" -Rajoy dixit- Cristóbal Montoro que
aplicado en la reforma tributaria porque, según la simulación que ha hecho Funcas, la prestigiosas Fundación
de Cajas de Ahorro, la tercera parte del dinero que dejará de ingresar el
Estado con la reforma se la ahorrarán los más ricos que, prácticamente, serán
los únicos beneficiarios de la misma, en tanto que más de seiscientos mil
contribuyentes se verán directamente perjudicados. Y digo directamente, porque
de un modo u otro, los que pagamos nuestras medicinas, hemos visto encarecido
el IVA de gran parte de lo que consumimos o nos hemos quedado sin casi treinta
mil sanitarios y otros tantos enselantes y dejaremos de percibir la renta social que redistribuye la
riqueza en cualquier país civilizado. Maldito algoritmo, pues, que sólo sirve
para hacer más pobres e infelices a millones de españoles.
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