Ya tiene el PSOE secretario general. Deberá ratificarlo el
congreso que el partido celebrará de aquí a dos semanas, pero lo cierto
es que cerca de uno de cada dos militantes que acudieron ayer a depositar su
voto a las sedes del partido dieron el suyo a este joven madrileño, de aspecto inmaculado,
el novio que muchas madres quisieran para sus hijas, buen estudiante y profesor
en una universidad privada madrileña, de aspecto deportivo, jugó al baloncesto
y, al parecer, los suyo deben ser los triples, porque en apenas veinte años de
militancia ha conseguido llegara a la secretaría general del partido.
Dice un refrán castellano que quien no tiene padrinos no se
bautiza y no parece ser ese el caso del
chico de la camisa blanca y los vaqueros, porque, ya desde su llegada al
partido, en el que cayó de pie, los tuvo y los tuvo buenos. Prácticamente desde
el primer minuto de su militancia tuvo no sólo el carné, sino una nómina
procedente de la política, porque enseguida marchó a Estrasburgo como asesor de
Bárbara Dührkop en el Parlamento Europeo, donde contactó con Óscar López,
actual secretario de organización de PSOE, con el que, cuando Zapatero se hizo
con la secretaría general tras la dimisión de Almunia, entró a formar parte del
grupo que llegó a conocerse como "los chicos de Banco".
Ha permanecido siempre en la sombra, siempre en puestos de
poca o nula proyección pública, pero siempre bien recompensados en el
ayuntamiento de Madrid, de la mano de Trinidad Jiménez, o en el Parlamento, y
cuesta creer que alguien sin apenas perfil público pueda hacerse en apenas unas
semanas con el apoyo de la mitad de la militancia si no cuenta con el apoyo del
aparato del partido, con ese grupo de incombustibles que llaman "el Queen
Mary", porque, al final, siempre aparece de entre la niebla y que tiene
mucho que ver con el poder territorial socialista, incapaz, salvo en Andalucía
y poco más, de ganar elecciones, pero más que acostumbrado a hacer y deshacer
en los órganos federales del partido.
Desde que anoche conocí el resultado no he parado de pensar
en si este secretario general va a ser bueno o va a ser malo para este país
que, como poco es sociológicamente, y ahora con mayor motivo, de centro
izquierda, De momento, es evidente que el PP ha respirado aliviado, porque,
desde luego, la candidatura de Sánchez era la más tibia de las que aspiraban a
la secretaría general. Con él les va a resultar mucho más fácil entenderse que
con Madina, de cuyos labios se han escuchado en lo que va de legislatura las
críticas más duras a los populares. Eso, por no hablar de que, al contrario que
Sánchez, Madina ha parecido seguir siempre su propio rumbo, sin que nadie le
lleve el timón por detrás, algo que, en el caso de Sánchez, está aún por
demostrar.
No sé qué ejecutiva tendrá Pedro Sánchez. No sé cuántos de
los actuales ejecutivos repetirán. Tampoco sé cuál será el peso de los
derrotados, con los que el triunfador aseguró ayer que contaría. Esa ejecutiva
tiene a corto plazo el reto de las municipales y autonómicas y, más adelante,
el de las generales, para que hará falta un candidato que, si se cumplen la promesas,
se elegirá en primarias, aunque la elección de Pedro Sánchez no garantiza que
éstas se celebren en noviembre, Tampoco se sabe si el nuevo secretario general
mantendrá la tradición, sólo rota con la abortada candidatura Borrell, de hacer
coincidir la candidatura con el liderazgo del partido. Lo que sí sé es que el
país, y más el partido, se juegan mucho.
De cómo afronte Sánchez este periodo, de cómo consiga
convencer o no a la sociedad de que PSOE y PP no son, como mucha gente ha
acabado por creer, si no iguales, sí parecidos, depende que el PSOE vuelva a
ser lo que fue o que acabe siendo como los socialistas italianos un más
recuerdo del pasado. Dijo anoche Sánchez que el PSOE va a ser tan de izquierdas
como sus bases y, a estas horas no sé sí quiso decir que, puesto que le
eligieron, va a ser tan de izquierdas como él que, dicho sea de paso, no parece
mucho o que va a corregir el rumbo después de desencanto de los últimos años.
Me gustaría que todos y cada uno de los militantes que ayer
le dieron su voto conociesen realmente a quién y qué estaban votando. Y lo digo
desde fuera del PSOE, como un ciudadano de a pie que tiene muy clara la
necesidad de que exista un partido fuerte a la izquierda. Un partido que
defienda a los débiles de la codicia de la derecha oligárquica, un partido que
reconquiste para los ciudadanos el estado de bienestar que nos han arrebatado.
Me gustaría que así fuese, pero me temo que lo que han elegido es un chico para
un cartel.
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