Mateo Renzi, el animal político que gobierna Italia y que lo
ha conseguido manejando como pocos aquello que es común a sus electores, aún no
sé si con buenas o malas intenciones, nos regaló ayer en Estrasburgo una de
esas imágenes que valen más que mil palabras y que describe a la perfección lo
que está ocurriendo en el continente que se tiene por "sancta sanctórum"
de la civilización. La imagen de Renzi, construida con palabras para que cada
uno la reproduzca en su imaginación era ésta “Si Europa asistiera hoy a su
propio selfie, mostraría cara de cansancio, de resignación, un
rostro aburrido. Y es curioso porque el futuro necesita mucho de
nosotros”,
Y tiene razón. Europa, los europeos están cansados y
aburridos. Se ha cambiado política por gestión, algo que reconocen hasta
dentro del PP, y el arte de gobernar que en democracia debería consistir en
conseguir el bienestar y la felicidad de los ciudadanos se ha convertido en el
arte de alcanzar el poder y mantenerse en él a toda costa. Por emplear un símil
muy de actualidad, algo así como esos aburridos partidos del mundial resueltos
en las prórrogas o por penaltis, porque nadie arriesga lo bastante como para
dar el vuelco necesario al resultado. Y es que los partidos políticos, como las
selecciones, juegan todos igual, con esquemas parecidos y, salvo excepciones,
apenas se diferencian en la camiseta, ya que su esquema de juego, su estrategia,
es prácticamente la misma.
Es lo que tienen el marketing y la sociología aplicados a la
política. Se pierde la perspectiva y se dejan de lado los principios. La
identidad pasa a ser asunto menor, si difuminando los perfiles se consiguen más
votos. Y, por si fuera poco, los gobernantes se convierten en esos padres que,
a sus hijos, en lugar de proporcionarle lo que realmente necesitan para su
bienestar, les llenan las manos con bicis y trenes eléctricos comprados a
plazos que dejan de funcionar a los dos días.
No es de extrañar que, cuando las cosas han comenzado a ir
mal, el hastío que, más que la política, los políticos producen en la gente se
ha transformado en ganas de cambio. Y, cuando los ciudadanos, desengañados por
estos partidos que en demasiados aspectos sólo se diferencian en las siglas y
los colores, se ponen en movimiento llegan el miedo y el cabreo. Miedo a perder
los privilegios que da el poder y cabreo porque a casi nadie le gusta que le
digan la verdad ni que otros retomen las ganas de transformar la sociedad que
ellos perdieron hace tiempo.
Hay quien dice que, con la perdida de la fe en los partidos
y con la caída en picado del prestigio de la monarquía, las cosas están peor
que nunca, Yo creo que no, creo que estamos empezando a estar mejor. La
diferencia es que antes estábamos igual de mal, pero no lo sabíamos y ahora que
ya lo sabemos podemos hacer el diagnóstico y aplicar el tratamiento.
Con nuestra imperfecta democracia nos hemos contagiado de algún
que otro mal, soportable pero incómodo, con el que hemos convivido pese a que
poco a poco iba minando nuestras fuerzas y ganas de vivir. Ha sido ahora,
cuando nos ha subido la fiebre, cuando nos hemos visto la cara en el último
selfie y hemos comprobado que esa cara ya no es la de aquellos días felices en
que nos creíamos todo y a todos, cuando nos hemos puesto en movimiento. Sobre
todo, porque en ese selfie también hemos visto que, detrás de nosotros, hay una
maraña de personajes que llevan décadas burlándose de nuestra desgracia
mientras meten la mano en nuestro bolsillo.
Si Renzi dice que el selfie de Europa muestra un rostro aburrido, el de España quiero creer que hoy saldría movido porque unos y otros, especialmente la gente que lo está pasando peor, estan cambiando el gesto, porque lo que está claro es que,a sí, mucho tiempo no podíamos durar.
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