lunes, 4 de junio de 2012

¿QUIÉN NOS GOBIERNA?


Ya sé que, para esta pregunta, la respuesta que daría la mayoría de los españoles sería el tan simple como ésta: Angela Merkel. Sin embargo, mi pregunta hace referencia a un escalón inferior del poder, a esa pequeña cuota de poder que aún conserva España para, al menos, ejecutar la letra pequeña de los grandes planes que, para nosotros, se diseñan en Berlín y Bruselas.
Recuerdo, y arece que hace un siglo, aquellos primeros días del gobierno de Rajoy en los que se hacían apuestas sobre la cantidad de poder que iban a manejar los dos grandes ministros del área económica, Guindos y Mntoro y, ante todo, sobre quién tendría hegemonía sobre el otro. Recuerdo también que ni yo ni, prácticamente, analista alguno apostaba entonces por la hipótesis de que quien ostentaba el poder era el propio Rajoy.
Hoy, las cosas parece que están un poco más claras. Pero sólo lo parece, porque, con las tautologías de Rajoy -perogrulladas vacías las llamo yo- y los mensajes contradictorios de los ministros de Economía y Hacienda, lo único que queda claro es que el Gobierno no se aclara ni, mucho menos, nos aclaramos nosotros.
Este pasado fin de semana el tema de conversación ha sido el precipicio y lo cerca o lejos que está España, que estamos los españoles, de él. Hemos escuchado de todo: desde que no es que estemos al borde, sino que estamos a punto de caer en él, colgados de una cornisa, hasta que estamos fuera de peligro, pasando por la ambivalente perogrullada de Rajoy en Sitges, donde nos dijo muy serio que no estamos al borde del precipicio ni en vísperas del Apocalipsis, pero lo dijo fiándolo todo a la ayuda de Europa que, como de sobra sabemos, acabaremos pagando en apocalípticos recortes y sacrificios.
Esa actitud de Rajoy de nunca dar la cara y de, si alguna vez la da, hacerlo con mensajes ambiguos o vacíos está minando el prestigio que le pueda quedar desde que llegó a La Moncloa. Tal parece que los españoles no estuviésemos preparados para la verdad, como si se nos aplicase la vieja estrategia de no decir al paciente cuál es su mal para evitarle sufrimientos, pero privándole también de luchar contra la enfermedad.
Ante esta situación tan poco clara, podemos recurrir al espacio que ocupan sus declaraciones en portadas y telediarios para medir el poder que ostenta cada ministro. En ese caso, no cabe duda de que el cortaría el bacalao sería el ministro de Economía, Luis de Guindos, que es el que más fotos y titulares se lleva. Sin embargo no hay que hacerse ilusiones, porque la crisis de Bankia le ha dejado seriamente tocado porque, no sólo erró el diagnóstico sobre el estado de la entidad, sino que ha visto como Goirigolzarri le enmienda la plana en cuanto a la necesidad de inyección de fondos públicos, multiplicando por tres la estimación más pesimista del Gobierno.
Y en esas estamos: Con un ministro de Hacienda, el que tendrá que subirnos el IVA, desaparecido en el fragor de la batalla, un presidente del Gobierno que habla poco y cuando habla no dice nada y un ministro de Economía al que le llueven las collejas de todos lados y que ha sido capaz de tomar decisiones tan graves como la de nacionalizar Bankia sin tener muy claro cómo hacerlo.
Quizá por ello se llevó la bronca que se llevó de las autoridades europeas que consideran que su gestión de la crisis de Bankia contribuyó a agravar el problema y el amargo reproche de Rato que, aunque lo hiciese para morir matando, le cantó las cuarenta su ya famoso y amargo panfleto a los consejeros de Cajamadrid.
En fin que, con este panorama, no es el Gobierno, sino nosotros los que andamos corriendo de un lado a otro como pollos sin cabeza. Y, todo, porque en éste, como en otros muchos asuntos se está aplicando la receta de endulzar la verdad, de suavizar la realidad que, al final, contumaz como es, acabará manifestándose en toda su crudeza.


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1 comentario:

Marisa dijo...

Y, digo yo, ¿por qué no nos intervienen de una vez y dejamos de deshojar la margarita?

Un saludo ☺