Nada puede haber más terrible que asistir al triste
espectáculo de la pérdida de confianza de todo un país en su justicia. Pues
bien, eso está pasando aquí, en España, en momentos en los que confiar en ella
es más necesario que nunca.
Me contaban de pequeño, cuando trataban de vacunarme contra el feo vicio de
disfrazar la verdad, que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, algo que
siempre he tenido presente y que a veces me ha hecho caer en el feo pecado de
la sinceridad, feo pecado, al menos en esta sociedad de apariencias en la que
nadie quiere la verdad desnuda y la disfraza hasta dejarla muchas veces en
grotesca máscara de carnaval.
Yo no sé si el presidente del Consejo General del Poder Judicial cojea, ni
de qué pie lo hace, lo que tengo cada vez más claro es que es todo un maestro
en el arte de disfrazar la verdad. Eso, unido a la inmunidad que parece
garantizarle todo el poder que acumula en sus manos, le ha llevado a crearse
una realidad paralela, de jueves a martes, con sede en Marbella y a cuerpo de
rey, justificada en actos y compromisos que, cuando realmente existías, apenas
requerían de unas horas para resolverse.
Lo malo de que el presidente del Supremo, tribunal de tribunales y penúltima
esperanza de quienes persiguen alcanzar la justicia en este país, se relaje en
el cumplimiento de sus obligaciones y en la atención al decoro que debe a su
cargo, lo malo, es que en cada una de sus excursiones, en cada uno de sus
desplazamientos y estancias marbellíes, requería del concurso de sus siete
escoltas como siete soles a pensión completa, lo que supone, al margen del
carísimo alojamiento y las no menos caras comidas del presidente, toda una
pasta en los gastos y dietas de su comitiva.
En fin, que los fines de semana, caribeños los llaman en el CGPJ, de Dívar
nos salen más caros de lo que le saldría al príncipe del cuento mantener a
Blancanieves con sus siete enanitos que, por amor o por sentido del deber,
cuidaban de la joven doncella.
Lo peor de todo es que los nuevos datos publicados sobre los dispendios que
Dívar se permitía, y espero que no siga permitiéndose, en Marbella, con tanto
cinismo y descaro como para pretender hacer pasar y pasar como cena de trabajo
la cena de la noche de Reyes, no sé si con cotillón, que hizo en solitario en
un lujoso restaurante, cómo no, de Marbella, esos datos se mezclan en la
actualidad con el informe del CES que sitúa a once millones d españoles en el
umbral de la exclusión social o con el demoledor reconocimiento por parte de
Cáritas de que la ONG está alcanzando niveles de asistencia que no se
recordaban desde los duros años de la posguerra.
Ayer PP y CiU bloquearon, boicotearon, la comparecencia del Dívar ante el
Congreso para explicar su dudoso comportamiento. No sé que pretenden con ello,
qué favor esperan del presidente del CGPJ a cambio. Solo sé que con esa
decisión están contribuyendo a que la credibilidad de la justicia y de los representantes
de los ciudadanos se sitúe también en los niveles de la posguerra, en los que
el lugar de respeto había temor y en lugar de justicia terror.
Ya por último me permito una sugerencia: que a Dívar y sus siete enanitos,
si es que, como una familia bien avenida, van a seguir disfrutando juntos de los fines de semana, les den el carné de familia numerosa. Así nos saldrá más barato su asueto.
1 comentario:
La actuación del PP y sus adláteres es cuanto menos bochornosa, que falta de honestidad, que atropello a la verdad (y paro porque todavía me pongo a cantar un tango). No se puede hacer peor o quizá sí, mejor no tentar a la suerte, que parece que nuestro gobierno versado en el sufismo, ha decidido no seguir caminando detrás de la zanahoria teutónica y los alemanes viendo tal osadía y desacato han decidido no seguir tensando la cuerda.
Un saludo
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