Por el pito del sereno, por eso nos ha tomado Rajoy. Esa es
la consideración que le merecen los ciudadanos de un país que las está pasando
putas -dejemos los eufemismos para el presidente y sus ministros- pese a ser
quienes responsabilidad tienen de la terrible crisis en que estamos sumidos.
Las imágenes de Rajoy en el palco del estadio de Gdansk,
ayer tarde, son lamentables. Constituyen la prueba más clara de que los
españoles le importamos un carajo
¿Cómo se puede manifestar esa euforia después de haber
tenido que agachar las orejas para pedir a Europa todo lo que juró y perjuró
que no necesitábamos y nunca iba a pedir? ¿Cómo se puede tener siquiera
estómago suficiente para hacer el viaje, dejando en España lo que dejaba? y,
sobre todo ¿cómo se puede mentir de forma tan descarada a los españoles y al
mundo? Creo que una ojeada a la prensa internacional, la que no comen en la
mano del Gobierno, basta para deducir la respuesta: siendo un perfecto irresponsable.
Porque qué otra cosa puede ser quien, como un mal estudiante, se empeña en
esconder los suspensos en casa, sabiendo que, al final, todo acabará
sabiéndose. A la vista de las últimas comparecencias de Rajoy he llegado a la
conclusión de que la actitud del presidente ante la opinión pública ha
cambiado, pasando de las ambigüedades y los silencios a las mentiras
descaradas. No sé qué nivel de verdad hay en la vida de Rajoy, pero debe ser
muy poco, cuando es capaz de conciliar el sueño después de disfrazar la verdad
de modo tan descarado y de faltarnos al respeto con sus frivolidades a quienes
lo están pasando tan mal.
La estrategia de Rajoy y su gobierno está clara, demasiado clara. En primer
lugar se trata de no asumir ninguna responsabilidad por los errores, que han
sido muchos, cometidos no sólo en el gobierno, sino también en los años de
oposición, porque, no hay que olvidarlo, las declaraciones de Montoro o el
mismo Rajoy en los últimos meses de la gestión de Zapatero contribuyeron a
sembrar desconfianza en nuestra economía, disparando la prima de riesgo a unos
niveles que entonces nos parecían dramáticos y que hoy añoramos.
Pusieron, además, todo su empeño en responsabilizar al ciudadano de a pie
del estallido de la burbuja inmobiliaria. Y todo porque, de esa manera, era más
fácil hacerle pagar los platos rotos en la fiesta. Y bien que la están pagando,
viendo cómo se rebajan sus salarios, como se recortan sus derechos y cómo se
deterioran la sanidad, la enseñanza y los servicios sociales, más necesarios
hoy que nunca, en el mejor de los casos, porque son demasiados los que han
perdido el trabajo, los ahorros y la casa.
Una vez criminalizado de este modo el ciudadano, resultó más fácil
despojarle de la mayor parte de sus derechos y garantías laborales con una
reforma que, no sólo no ha atajado el paro, sino que ha supuesto "barra
libre" para que los empresarios se deshiciesen de sus trabajadores más
caros, sustituyéndolos por otros menos cualificados y más precarios, pero más
baratos.
Tampoco se abordó la que a todas luces era la reforma más urgente, la del
podrido sistema financiero español que se dejó para el final, cuando ya estaba
todo perdido. Y la reforma se hizo impúdicamente y apostando a adivinar el
tamaño del agujero, lo que ha llevado que quienes, engañados, confiaron sus
ahorros a la salida a bolsa de su caja de ahorros de toda la vida ya han perdido
a estas horas la mitad de ellos.
Y digo yo: si todo el tiempo y el esfuerzo malgastados en esa estrategia que
sólo ha beneficiado a unos pocos -algunos empresarios, pero no todos, y los
especuladores sin alma de siempre- se hubiesen destinado a buscar el necesario
consenso entre las fuerzas sociales y políticas para acordar sacrificios, sí,
pero simétricos, probablemente hoy estaríamos en otra situación muy distinta y
mereceríamos respeto en Europa y no el pitorreo que, gracias a nuestro
presidente, hacen de nosotros cada día.
Si alguna responsabilidad tienen los ciudadanos en lo que está pasando, es
la de haber entregado el país encadenado de pies y manos a un irresponsable
como Rajoy para, después, tirar la llave del candado al mar.
No nos merecemos lo que nos está pasando. Es como una pesadilla y lo peor es
que no podremos despertarnos hasta dentro de cuatro años y, eso, si una parte
importante de la sociedad recupera el juicio. De momento, ya digo: nos está
tomando por el pito del sereno.
1 comentario:
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/06/07/galicia/1339097383_593845.html
Leyendo este artículo se puede hacer uno composición de lugar.
Un saludo.
Publicar un comentario