Nunca me ha gustado el circo y la mal llamada fiesta de los
toros también es circo, porque, en el circo, siempre hay alguien que sufre o se
angustia. Ya sé que la satisfacción de ese sadomasoquista que todos llevamos
dentro es, precisamente, la esencia del espectáculo y que pagamos y nos cobran
la entrada por ello, pero cuando el número se repite una y otra vez y, además,
nos jugamos algo en él lo que antes era emoción se transforma en angustia.
Digo esto, porque el panorama que se vislumbra para este
país se asemeja cada vez más al de un circo de esos tristes y destartalados que
arrastran sus miserias por lo más profundo del país, para mostrarlas bajo lonas
descoloridas y llenas de remiendos y que, quizá en otro tiempo, fueron
vistosas. Un circo en el que la troupe fuera el Gobierno- Un gobierno comandado
por un jefe de pista balbuceante y asustado, siempre detrás de las cortinas,
que se empeña en disimular su inseguridad con broncas y desplantes, con toda
una serie de prestidigitadores, un domador con sus correspondientes fieras,
malabaristas, payasos y equilibristas.
Lo de asignar los papeles de este circo a los ministros lo
dejo en vuestras manos, salvo en un caso: el del ministro Guindos, ese tosco
personaje, con habla de pijo y ropa de marca que bien podría ser un simple mozo
en horas libres, pero que, en el fondo, es la estrella de un número que repite
una y otra vez ante un público sobrecogido, el de los platos chinos. No sé si
lo habéis visto alguna vez. Yo sí, en mi infancia, aunque soy incapaz de recordar
si fue en una de las escasas ocasiones en las que fui al Price, el de verdad,
el de la plaza del Rey, o fue ya en esa tele en blanco y negro que había en
casa.
Si la memoria no me falla, el número de los platos chinos
que recuerdo consistía en hacer bailar sobre una serie de finas varas clavadas verticalmente
sobre una mesa y el mérito del artista era mayor, cuantos más platos tuviese
girando con cada una de las varas sin caerse. Es la metáfora perfecta de la
economía española; una serie de platos girando sobre varas que sólo se aguantan
si hay alguien capaz de mantenerlas dando vueltas al mismo tiempo.
Como en el número, a De Guindos s ele van parando los platos
y, para que no caigan al suelo con estrépito, tiene que volverá ellos, cimbrear
la vara y conseguir que vuelvan girar sin caerse. Eso, una y otra vez Un número
más que emocionante y entretenido, si no fuese porque los platos, de exquisita
porcelana, son nuestros y los estamos viendo caer uno detrás de otro.
Mientras tanto, el circo avanza se monta y se desmonta una y
mil veces, cada vez con menos ganas y cada vez con menos público. Tan mal va la
taquilla que hace ya tiempo que el jefe de pista Rajoy ha sacrificado a los
caballos y los enanos, para dar de comer a las fieras.
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2 comentarios:
Pues sí. Y nos toca pagar los platos rotos.
Un saludo.
Lo malo es que con tanta alarma estamos anestesiados y no reaccionamos.
Mucha salud!!
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