Cuando no le gustaban las maneras de alguien, especialmente
cuando alguien no venía de frente, mi querido Fernando Delgado decía una frase
"no me gusta cómo caza la perrita", que, con el tiempo, he acabado
por hacer mía. Una frase que viene como anillo al dedo al comportamiento, nada
claro a mi juicio, del líder de Podemos, Pablo Iglesias. Este chico, que diría
mi madre, habla muy deprisa, dice demasiadas cosas y me temo que no siempre con
sentido.
Lo del pasado viernes, que recuerda en exceso a ese
"voy a hacerte una oferta que no podrá rechazar" de "El
padrino" o, quizás, a todo lo contrario, seguro de que Sánchez o su
partido no iban a plegarse a tan leoninas condiciones. No sé muy bien si es un
chantaje, como ha decidido el PSOE, un farol o un "rompo la baraja"
para ir a unas nuevas elecciones.
Lo que ya no sé es si esa exigencia contaba con el apoyo de
los dirigentes de Podemos que corrieron a "arropar" al líder, alguno,
incluso, como Íñigo Errejón, con cara de demasiadas circunstancias. Hoy mismo,
lo acabo de escuchar, Pablo Iglesias decía en una entrevista que cualquier
acuerdo a que se pueda llegar con el PSOE de Pedro Sánchez debería ser
refrendado por los órganos de su Partido, lo que dice mucho de quien hace
anuncio tan solemne sin haber cruzado una palabra con el destinatario de una
oferta que le implica directamente y sin haber consultado a sus propias bases.
Siendo un poco malicioso, tengo que pensar que Pablo
Iglesias, insatisfecho con los resultados del 20 de diciembre, porque llegó a
verse por encima de su presunto socio de gobierno, ya ha decidido que le
interesan unas nuevas elecciones y, por ello, ha arrojado a la cara del líder
socialista el guante de "su" propuesta de gobierno, al que, por
cierto, le faltaba el apoyo de al menos un cuarto socio que confirmase una de
suma de diputados por encima de una hipotética alianza PP-Ciuddanos.
Esta última circunstancia, imprescindible para
"aguantar" una legislatura parece no haber tomada en cuanta por los
estrategas de Podemos, algo impensable, salvo que sean ellos mismos los que ya
han descartado que Sánchez pueda darles el "sí quiero". Más bien me
inclino a pensar que lo que quieren es unas elecciones anticipadas ya, unas
elecciones en las que, calculan, se harían con gran parte de los votos del
PSOE.
Creo que se equivocan, porque el país no es una enorme
asamblea ni sus ciudadanos son únicamente los convencidos que acuden
a ellas. Da más bien la impresión de que Pablo Iglesias y los suyos se están
acomodando en el asentimiento por aclamación, sin tener en cuenta que, en
democracia, las formas, los tiempos y los escenarios son otros, distintos de
los que acostumbran. Iglesias y los suyos no deben olvidar que en democracia
los votos son siempre prestados, nunca se tienen en propiedad, ni que quienes
les votaron en diciembre nunca les habían visto administrar sus votos, más allá
de lo que es una hipótesis sobre papel.
No tengo miedo a unas segundas elecciones, pero creo que no
serían buenas, porque equivaldría a decirnos a quienes votamos hace poco más de
un mes que nos equivocamos, que hicimos mal los deberes dando nuestro voto a
quienes no han sabido gestionarlos. Creo más bien que unos u otros están
obligados, si no a entenderse, sí a formar el gobierno que ya estamos
necesitando.
En resumen, no me gusta cómo caza la perrita. No me gusta la
actitud de Pablo Iglesias que, como los gatos se hincha y bufa para parecer más
fiero de lo que en realidad es. No me gustaría que hubiera hecho lo que ha
hecho, dar el regalo envenenado e inaceptable de su apoyo a Sánchez, a la
búsqueda de unos nuevos comicios en los que lo único claro parece que sería el
reagrupamiento de la derecha, con lo que, aunque él se convirtiese en líder de
la oposición, sobrepasando a Pedro Sánchez, España habría perdido la
oportunidad de gobernarse desde la izquierda.
No sé si lo de Iglesias el viernes fue impudicia o trampa,
lo que sé es que no me gusta como caza la perrita.
1 comentario:
Interesante manera de tratarlo...
Saludos
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