¡Qué descaro! Ni entrenando puede hacerse un ejercicio de
cinismo que se acerque siquiera al de los dirigentes del PP en Madrid y
Valencia. Cada día que pasa, cada escándalo que se descubre, cada caja B que
aparece, no merecen, por parte de los dirigentes populares, más que el
desplante a la verdad y a los ciudadanos, ese "hacer la estatua", ese
"ver, oír y callar", que tan bien se le da a Mariano Rajoy y que, a
mí, y espero que, a la mayor parte de los ciudadanos, me repugna.
Cómo puede ser que ocupe no sólo un lugar, sino un lugar tan
destacado como el de la portavocía del Partido Popular en el Congreso, un
personaje tan inmoral, tan mentiroso y tan malencarado como el ínclito Rafael
Hernando, encargado, como un perro de presa rabioso y desconfiado de guardar su
jardín de la pureza y la verdad, en el que hace tiempo ya que no crece nada, de
tanta basura y tantas heces y orines como ha dejado en él el
"perrito".
A Hernando le da lo mismo acusar a Podemos de golpismo que
responsabilizar a los socialistas de hace cuatro años de la corrupción que hoy
ahoga a su partido. sin pensar, o quizá pensándolo muy bien, quién sabe, en que
Rajoy anda como loco "enseñando la pierna" al PSOE para ver si se
aviene a yacer con él en el jergón de esa gran alianza que pondría a salvo o al
alcance de un indulto, por más ominoso que sea, a sus muchos corruptos.
Y es que los corruptos, por más que miren al techo silbando,
son suyos y trabajaban para ellos. Para poder reformar oficinas y despachos en
la calle Génova, para remozar las sedes provinciales, para pagar los despidos
simulados y en diferido o para jugar con ventaja al juego de las elecciones. Porque
cómo si no es posible que el PP contratase a precios muy por debajo del mercado
toda la parafernalia de sus mítines, a cara descubierta o no, precisamente con
las empresas que se beneficiaban de los contratos de sus ayuntamientos.
Por eso no vale la vieja estrategia de hacerse los
ofendidos, ese cuento infumable de que los corruptos saqueaban sus cuentas, que
"cosían para fuera" vamos, aprovechándose del partido para llevar a
cabo sus negocios y corruptelas, sin que nadie -insisto, nadie- se enterara ni mucho
menos hiciera nada para impedirlo.
Esa es más o menos la copla que entona desde Valencia Isabel
Bonig, presidenta del Partido Popular valenciano, sucesora del hasta anoche
entre rejas y hoy con una fianza de dos millones de euros, para cubrir la responsabilidad
de sus desmanes, anunciaba su intención de exigir una indemnización por dañar
la imagen del partido a quienes resulten condenados en el sumario abierto el
lunes. Pero no para ahí la cosa, porque Bonig, atacada al parecer por el virus
de lo social, aclaró que lo obtenido por esas hipotéticas demandas se
destinaría a obras sociales o, por ejemplo, a becas.
¡Qué bonito! Devolver a la sociedad lo que le han quitado
bajo sus siglas. Me acordaba esta mañana, mientras reflexionaba sobre ello,
después de escuchar las palabras de Isabel Bonig, de aquel papel que envolvía
las mejores naranjas de cada montón, con la marca o el nombre del productor, a
veces tan entrañable como el de aquellas naranjas "Manolín" de la
familia Molés. Me acordaba de esos envoltorios y volaba mi imaginación hacia
otras marcas. Marcas, por ejemplo, como "Comedor social IMELSA",
"Residencia de la tercera edad Camps" que valdría para el ex
president Francisco y para el diputado nacional implicado Gerardo, o "Becas Alfonso y
Rita". Tendría gracia, sí señor.
1 comentario:
Ciertamente suena a chiste...
Saludos
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