¡Agua va! era el grito con el que los vecinos de las calles
de aquella España que encandiló a aquellos románticos europeos, advertían los
viandantes de que les podía caer encima cualquier desecho líquido de origen
innoble contenido en las bacinas, palanganas u orinales que se vaciaban
directamente desde las ventanas. Yo no sé si habré vivido otra vida en aquella
España, pero lo cierto es que escuchar la frase de marras y ponerme a cubierto
es todo uno.
Y es que nada hay en un país del primer mundo -iba a decir
civilizado, pero sería casi un sarcasmo- que, por falta de costumbre, de más
asco que tener que ver mezcladas el agua y la basura, algo que, por desgracia,
acaba de poner al descubierto la Guardia Civil con la operación Frontino,
dirigida contra una trama de corrupción que operaba desde Acuamed, una empresa
pública dependiente del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, desde la
que se deban por buenos sobrecostes en la ejecución de obras, generalmente de
plantas desalinizadoras y generalmente en las costas sedientas del sureste
peninsular, que iban a parar, una parte a los directivos corruptos y,
naturalmente, la otra a la constructora que los facturaba con el consentimiento
de los primeros.
La operación, bautizada con el nombre del militar, político
e historiador romano que pasó a la Historia por su informe sobre los acueductos
construidos por el Imperio, se desencadeno, al parecer y otra vez, por la
denuncia de un mando intermedio de la empresa investigada y afecta a proyectos
que datan desde 2007, con lo que serían dos los gobiernos, el de Zapatero y el
de Rajoy, los implicados y cuatro los ministros de los que dependía la empresa
investigada.
El mecanismo era el de siempre. Alguien decide qué empresa
se queda con un proyecto, que por lo general se presupuesta a la baja para, al
final, elevar los costes en torno a un diez por ciento, parte del cual acaba en
los bolsillos de los directivos corruptos que adjudican el proyecto. Un
mecanismo que, no por sabido, parece llamar la atención de los encargados de
supervisar las cuentas públicas y que siempre tiene que esperar a la traición
de algún descontento de la trama o a un funcionario o un trabajador, que los
hay, con los suficientes arrestos para denunciar los tejemanejes que pasan ante
sus narices a la fiscalía.
Creo que la salida a la luz de esta trama en plenas
negociaciones para muñir los pactos que permitan formar gobierno resulta,
cuando menos, pedagógica, porque coloca el punto de mira de la sospecha
sobre socialistas y populares que no han sabido ver el pozo negro en esta
empresa pública, empresa que, por cierto, escapó a la disolución generalizada
de empresas públicas llevada a cabo por el PP, pozo hediondo al que iba a parar
un diez por ciento del dinero salido de nuestros bolsillos para la ejecución de
obras claramente necesarias.
Eso en lo que respecta a la administración y a la empresa
pública investigada. Sin embargo, no debe acabar ahí la investigación ni las
detenciones y la demanda de responsabilidades a las empresas que sobornaban a
los directivos de Acuamed, porque todos sabemos que no hay corruptos sin corruptores
y ya va siendo hora de ver entre rejas a quienes sobornan. Dicho queda y ¡agua
va!
1 comentario:
Esto es España....
Saludos
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