Recuerdo de hace muchos años, cuando era un niño, aquella
campaña con que Coca Cola lanzó en España su envase doble. Una campaña que
jugaba no sólo con la perogrullada que suponía doblar el tamaño de su envase,
sino que, además, trataba de superar a su competidora de siempre, Pepsi, que
por aquel entonces aún luchaba por el mercado español. Fue más tarde cuando la
compañía, tan bien retratada en la maravillosa "Uno, dos, tres" de
Billy Wilder, aposto por el buenismo, el amor, la paz y la alegría de vivir.
Recuerdo también aquella primera planta embotelladora del Paseo de las Acacias
en Madrid, en la que desde la calle podía verse como se llenaban las
botellas.
Eran los años de hacer el amor y no la guerra y su imagen de
marca se identificaba demasiado a menudo con el imperialismo yankee. Eran los
tiempos de la guerra de Vietnam, primero, y del golpe de la CIA en Chile y los
responsables de la marca hicieron lo imposible por distanciarse de imágenes tan
hostiles. Y tan buenas fueron aquellas campañas y otras similares y más
recientes llevadas a cabo, por ejemplo en Argentina, que la marca se hizo con
una pátina de producto ecológico y solidario, casi capaz de dar la felicidad y
la alegría con el simple hecho de levantar una chapa o tirar de la anilla de una
lata.
Todo perfecto, todo maravilloso, hasta que Coca Cola o sus
concesionarias en España enseñaron sus garras empresariales bajo tan suave piel
de cordero, desmantelando de la noche a la mañana algunas de sus plantas, entre
ellas la de Fuenlabrada en Madrid, dejando en la calle o forzando el traslado a
otras territorios de centenares de sus trabajadores, de los que, hasta
entonces, se tenía una imagen de casi privilegiados. Fue una decisión ciento
por ciento capitalista que trataba de aprovechar la última reforma laboral
aprobada por el PP para aligerar su plantilla al menor coste posible, en la
que, una vez más, lo que menos contaba era el valor de los puestos de trabajo
como bien social y en la que ni el gobierno de la nación, el autonómico o los
municipios afectados, al menos en Madrid, no hicieron nada por defender los
puestos de trabajo ni la vida familiar de los trabajadores forzados al
traslado, la prejubilación o el despido, del mismo modo que prácticamente
ninguno de los partidos que podrían perseguir el voto de esos trabajadores
hicieron nada por ellos.
Afortunadamente, los trabajadores no se rindieron e
impidieron no sólo el desmantelamiento de la planta, pese a la intervención de
la policía nacional y municipal y, sobre todo, que su lucha no se olvidara,
haciéndose presentes en todas partes y a todas horas, difundiendo, a pesar del
gigante contra el que luchaban, sus reivindicaciones y cada una de sus
victorias en los tribunales, la última, ayer mismo ante el Supremo que declaró
nulo el injusto y desde ayer ilegal ERE que Coca Cola pretendió imponer a su
plantilla. Una campaña de resistencia que ha tenido su reflejo en los
consumidores, que, como yo mismo, dejamos de consumir sus productos hasta el
punto de que comenzó a ser visible la caída del producto en las estanterías de
los supermercados, algo en que que sin duda está el origen de la enorme campaña de
imagen que la marca ha lanzado en las últimas semanas repintando de rojo sus latas o en esa otra enternecedora a propósito de la adopción y la diversidad familiar
Por último, hay que sacar una gran enseñanza de esta
historia, tan negra como el color de alguna de los productos de la marca que
ahora intenta reteñir de rojo, y esa enseñanza es la de que la unión de los
trabajadores frente a decisiones tan arbitrarias e injustas como ésta y frente
al uso de esquiroles por parte de la empresa, unida a la confianza en la
justicia, acaba por dar sus frutos. Esa, para quienes estamos abajo. Para la
misma empresa que, en contra de aquel eslogan de los sesenta, quiso dar manos de lo que debía a sus trabajadores, la de que, todavía, la avaricia rompe el saco, porque ahora se
enfrenta al cumplimiento de una sentencia irrevocable, la de la anulación del
ERE y la readmisión de los despedidos en sus puestos, con el consiguiente
pago de los salarios no cobrados por los trabajadores estos largos meses.
Toda una lección para unos y otros que debemos tomar como ese más que, muy a su
pesar, nos ha dado Coca Cola en pleno siglo XXI.
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3 comentarios:
Un gran artículo....
Saludos
Después de estar leyendo estas memorables noticias, me siento muy orgulloso de todos mis compañeros. Mi nombre es Victoriano y fuy Mecanico de Mantenimiento general de las Fábricas de Casbega (Coca-Cola) en la Fábrica del Paseo de las Acacias, en Canillejas, cerca de la Avenida de America y por último en Valladolid dirigiendo el montaje de todos la maquinaria para luego producir Coca-Cola, en la Carretera de Burgos. Todo esto durante 14 años desde 1964-1978’ por mis poros hoy aún a mis 83, huelo Jarabe de Coca-Cola y a mucha honra.
Siempre aprecie la teoría de que detrás de un gran hombre tenía que estar una gran mujer, con perdón se la comparación, a mi lado o detrás de mi en estos años de Jefe de mantenimiento de estas tres Fabricas de Coca-Cola siempre tube a mi lado un gran hombre y un gran mecanico, con su control emocional y humano fue imposible enroscar una tuerca torcida en un tornillo, gracias Román Martín.
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