¿Qué más nos queda por saber de Rato? ¿Qué nueva trapacería,
que otra inmoralidad hemos de descubrir del hombre que pudo y quiso gobernar
este país, de quien pudo haber sido el sucesor de Aznar y que sólo por una
rectificación de última hora nunca suficientemente explicada no ocupó el lugar
que hoy ocupa el gallego impasible? Nadie en este país ha estado o ha aspirado
a tanto para luego caer en el fango más hediondo, nadie como él se ha
convertido en blanco de todas las iras de quienes en España llevan ya años,
siete o más, sufriendo los zarpazos de la crisis.
El listado de faltas de quien durante un tiempo fue
considerado el padre del milagro económico de Aznar, los cambios que, a la
postre, se han revelado como el origen del agravamiento de la crisis que padecemos,
es enorme. Por ejemplo, ese comportamiento de niño rico y caprichoso que
consigue que le coloquen al frente del Fondo Monetario Internacional y consigue
llegar a Washington en buena compañía, para, de repente, despreciar el juguete,
pese a que, para conseguirlo se había empeñado el prestigio de nuestro país y
de sus, por entonces, dos grandes partidos. Rara inconsistencia para quien se
supone que tiene que firmar las recetas aplicables a países en dificultades,
siempre acompañadas de reproches a su derroche en gasto social.
Y no sólo eso. También están los gustos zafios revelados por
las benditas tarjetas black de Bankia, las tarjetas que han proporcionado a los
españoles un cursillo acelerado de la realidad que se vive en las alturas
del poder, gastos muy de película de Esteso, de pub con mucho cuero y moqueta,
de whisky en vaso largo y almendras, con poca luz y algún que otro reservado,
gustos que, al parecer, compartía con su sucesor en el FMI, Dominique Strauss
Kahn, forzado a huir en taxi y con lo puesto, de un lujoso hotel neoyorquino,
tras acosar a una camarera.
Sin embargo y nunca me explique por qué, Rato siguió gozando
de prestigio, tanto como para ser llamado por su amigo Botín para formar parte
de su consejo de asesores, algo que su sucesora al frente del banco se encargó
de rectificar en sus primeras horas en el cargo. Un nombramiento más que
inexplicable después de su paso por la truculenta presidencia de Bankia, a cuyo
saqueo Rato contribuyó como el que más protagonizando su salida a Bolsa y lo
más crudo de la estafa de las preferentes.
Está también la arrogancia de quien se permitió criticar, y
con razón, cualquier gesto de generosidad con quienes han defraudado al fisco,
mientras muy probablemente ya amasaba la negra fortuna que apenas unos años más
tarde, en 2012, "legalizó" mediante la amnistía fiscal a medida que
su antiguo subordinado, Cristóbal Montoro, hizo aprobar al Congreso.
Ahora hemos sabido de la entrada por la puerta falsa de su
dinero, dinero que, dicen, no proviene de sus aventuras en Bankia, ni de esos
inexplicables seis millones de euros cobrados de la banca Lazard en un paraíso
fiscal tras su salida del FMI, dinero que, al parecer, proviene de negocios
familiares. Lo hemos sabido por Vozpópuli que ha publicado que su nombre está
en la lista de más de setecientos beneficiarios de la generosa amnistía de
Montoro. El mismo Rodrigo Rato que nos hablaba de la obligación de cumplir con
el fisco, el mismo Rodrigo Rato que, al ser preguntado por este asunto tuvo
ayer el descaro de decir que “es un tema personal y creo que no tengo
obligación de hacer declaraciones sobre este asunto".
Y yo que pensaba que Hacienda somos todos. Está claro que en
las alturas los delitos y los crímenes se convierten en asuntos personales.
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1 comentario:
En España hasta el más tonto hace bolígrafos...y, si la Economía despega en todo el mundo...eres un genial Ministro de Economía !
Saludos
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