miércoles, 29 de abril de 2015

TIEMPO DE PROMESAS



Da gusto entrar en este tiempo de elecciones. Da gusto, porque lo que a casi todos nos parece lógico e, incluso,  justo, comienza a parecérselo también a los políticos dulcificados, vestidos y maquillados como candidatos. Da gusto, porque ahora,  a menos de cuatro semanas de la elección de los alcaldes y algún que otro parlamento autonómico. Y da gusto, porque a los candidatos, a todos se les abren las orejas y les crecen lis pies para escuchar, a pie de calle, pateándolas o sentados, como la neocondesa, en falsos sofás, hinchables e hinchados igual que sus promesas, "recibiendo", las condesas siempre reciben, a los vecinos, oh paradoja, en sus propios barrios.
Da gusto y sería maravilloso que esas promesas llegasen a hacerse realidad, pero duran menos de lo que tarda en desmontarse uno de esos escenarios que montaban para el PP Correa y el Bigotes a precio de ganga en las facturas, para que cuadrasen los gastos limitados por la ley, pero pagados en realidad con las "mordidas" y la caja B del partido. Promesas que se desinflan porque, al final, los números no cuadran, porque se prometen imposibles o, las más de las veces, porque no son más que simples señuelos para captar el voto de las almas de cántaro capaces de creer a quienes, una y otra vez, utilizan el poder que ponen en sus manos tan inadvertidos ciudadanos, poder que utilizan en su propio beneficio o en el de quienes comparten sus verdaderos intereses.
Cuántos desahuciados en Toledo habrán dado su voto, por ejemplo, a la lista del PP, en la que fue elegido el diputado Agustín Conde que, luego, se dedica a defender los intereses del Banco Santander en los pleitos por impago, supongo que más de uno y de dos, que hoy se cortarían la mano con la que introdujeron la maldita papeleta en la urna.
Pero los engaños no son exclusivos de Toledo ni, mucho menos, del PP. También se dan en Madrid, donde mis paisanos presumen de ser más listos que nadie y tildan de paleto a quienes no han tenido el privilegio de nacer aquí. Listos, listillos, engañados una y otra vez y dispuestos, según las encuestas, a dejarse engañar otra vez por quienes intentaron y seguirán intentando desmantelar su sanidad pública, por quienes no quieren abrir los comedores escolares porque a los niños madrileños los ven gorditos, si no obesos, desde sus árticos. Dispuestos a dejarse engañar por quienes han subido el billete de los transporte públicos a precios insoportables para quien está parado o tiene un trabajo mal pagado y ven que la frecuencia de los trenes del metro ha pasado de dos a cinco o más minutos, mientras las averías se multiplican y viajar en ese transporte ya no es garantía de puntualidad alguna.
Se dejarán engañar por quienes les prometen devolver a la red pública cuatro hospitales que, pese a que lo intentaron, gracias a la marea blanca, nunca dejaron de pertenecer a ella. Se dejaran engañar por quienes no cubren desde hace años las bajas del personal sanitario o docente y, ahora, a semanas de las elecciones agilizan la concesión de plazas y los traslados, generando verdaderos caos en más de un centro, sólo para lavar su imagen ante un colectivo radicalizado por los años de gobierno del PP.
Darán su voto a quienes critican que los trabajadores de las contratas de limpieza, jardines y recogida de basuras vayan a la huelga después de que sus sueldos se hayan sido devaluados y no digamos sus condiciones de trabajo a cambio de una ciudad más sucia y más deteriorada que nunca,, con aceras deslizantes, pero más fáciles de limpiar por máquinas, pese a que los madrileños pagan el servicio dos veces, una en el IBI y otra en la tasa específica reimplantada, Darán su voto a quienes están haciendo negocio con el patrimonio en viviendas de alquiler social que están vendiendo a esos fondos buitre a los que no les tiembla el pulso a la hora de poner en la calle a ancianos y niños, y, así, hasta el infinito.

Y podría extenderme hasta el infinito recordando todas las falsas promesas con que los que gobiernan vuelven a presentarse a sabiendas de que el votante es el único animal dispuesto a tropezar cuantas veces sea necesario para que unos pocos que dicen ser "los suyos" les dejen desnudos de, vivienda, dinero y derechos. Promesas electorales que, como el sofá de la condesa, se inflan y, una vez usadas, se desinflan se recogen hasta la próxima campaña.



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