Hoy, una vez más, me siento avergonzado, si no de mi
profesión, sí de cómo se comportan a veces quienes la ejercen o, por precisar
más, quienes toman las decisiones en los medios en que se ejerce.
Y si digo esto que hoy me atrevo a decir, horas después del
aparatoso registro del domicilio y los despachos y la no menos aparatosa
detención del que lo fue todo en política, aquí y fuera de aquí, es porque
resulta evidente que se han plegado al juego de los que un día fueron no
sólo compañeros sino, además, subordinados en el partido que gobierna este país
y que ayer cortó los hilos que aún le sostenían, para arrojarle al fango de los
directos televisivos, los telediarios y las portadas de los periódicos en medio
mundo, para regocijo de personajes tan dados a la demagogia como Cristina de
Kirchner presidenta de Argentina, país que padeció especialmente las recetas y
recomendaciones del Fondo Monetario Internacional mientras fue dirigido por Rato.
Confieso que, como preferentista engañado, afortunadamente
"amnistiado" tras el arbitraje, me alegré cuando ayer me enteré del
registro en el domicilio del responsable de Caja Madrid y de Bankia, del mismo
modo que reconozco que reconozco que he deseado con todas mis fuerzas verle
algún día en prisión, que lo he deseado y que asó se lo dije, por ejemplo, al
entonces director de la sucursal de Caja Madrid, mi sucursal, donde me
"vendieron" esas preferentes. Lo deseé con todas mis fuerzas y lo sigo
deseando, pero he de decir que así no, que no me gustó ser testigo, cosas del
directo, del monumental circo de tres pistas montado ayer.
No era necesario es espectáculo. La investigación sí, el
registro también, quizá, incluso, la detención de tan odioso y odiado
personaje, pero no así. No había necesidad de convocar a las televisiones de
medio mundo para ver como un policía celebraba el rito de hacerle bajar la
cabeza para evitar que se la golpease al entrar en el coche. No era necesario
el sacrificio ceremonial de quien estuvo a punto de gobernar este país y que,
quizá para compensar, acabó dirigiendo el Fondo Monetario Internacional, sin
que nunca llegásemos a entender una cosa ni la otra.
Menos mal que en los registros y en la detención de Rato
media una orden judicial, porque, de no ser así, podríamos pensar lo peor. Y,
la verdad, aun así yo me permito seguir pensándolo, porque, en este país, el
periodismo de investigación es, salvo honrosas excepciones, un periodismo de
filtraciones. Y todos sabemos o deberíamos saber que las filtraciones son
siempre interesadas y, por ello, ahora lo realmente importante es saber quién y
por qué ha filtrado, ahora y después de un año de investigación sobre sus
cuentas, la presencia de Rodrigo Rato en la nómina de beneficiarios de la
amnistía fiscal y que todo o parte de ese dinero que fue legalizado" bajo
el manto protector de su antiguo colaborador, Cristóbal Montoro, tenía un
origen ilícito y que, por tanto, estaría aprovechando el puente de plata
tendido por Hacienda para blanquearlo.
No sé ni sé si acabaré sabiendo a qué responde todo este
montaje político y mediático, a la Justicia y la Policía, por una cuestión de
higiene, aunque sean instrumentos imprescindibles, suelo dejarlas al margen, lo
que sí sé es que con este circo que, al final, ha escapado, creo, al control de
quienes lo han montado se ha dado el pistoletazo de salida a la guerra
fratricida en la que se va a consumir el PP y de la que nos queda aún mucho por
ver. Basta con ver como las ratas están abandonando sin ninguna misericordia al personaje que no hace
tanto era una referencia inevitable de lo que los populares habían hecho por
España, del que, incluso pudo haber ocupado el lugar que hoy ocupa Rajoy y del
que, en apenas unos meses, comenzó a mostrarse su rostro de villano y que, ayer,
pasó a estar más cerca de una prisión que del confort de las alfombras del
poder. Hoy sus amigos, los cantores de sus hazañas de antaño se convierten, con un oportuno mohín de tristeza o un gesto de bochorno, en sus jueces más severos, Y, todo, porque creen que al PP le conviene.
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