Una vez más, ante la página en blanco y echando un vistazo a
la actualidad, sólo soy capaz de arrancar con la convicción de que algunas
decisiones del Gobierno, si no fueran tan ofensivas e injustas, rozarían el
ridículo más trágicamente jocoso.
Cómo es posible que un país que las está pasando canutas se
convierta en el anfitrión del guateque más caro de cuantos son posibles en esta
Europa abatida y renqueante. No me lo explico. No hubiese sido mejor llevarlo a
Berlín o a cualquier balneario de Suiza, cerca de donde, al fin y al cabo,
acaban nuestros euros.
No sé, tampoco me interesa tanto saber, de qué provincia
española procede el secretario de Estado de Seguridad, señor Ulloa, pero, por
su amor a los desfiles y los disfraces, tal parece que provenga del Alicante
que se perfuma de la pólvora de los arcabuzazos, mientras escucha sus
explosiones y el arrastrar de pies de los desfiles de moros y cristianos.
En algo así han convertido a Barcelona esta semana, en un
Alcoy de anchas avenidas en el que los disfrazados prefieren el azul marino el
negro antes que el colorido de los uniformes de las distintas comparsas. Un
derrochador despliegue policial, entre ocho y nueve mil, a cargo de distintos
cuerpos, por tierra mar y aire, en los tejados y en las cloacas, con el
levantamiento de fronteras olvidadas que, al final, como balance final, no ha
obtenido ningún resultado, porque no ha habido detenidos y los únicos
incidentes registrados han sido los provocados por los mismos policías por su
exceso de celo con la peligrosa prensa, testigo, incómodo siempre, de sus
excesos.
Cuando, ayer, el secretario de Estado del ramo se puso al
alcance de la prensa, se negó a revelar el único dato que podía interesar a un
país que sufre cada día un nuevo zarpazo de las tijeras de sus gestores. Se
limitó a compararlo con el de acontecimientos deportivos y a asegurar que fue
menor que el despliegue policial de la pasada huelga general.
Por el contrario, ese mismo servidor público -al fin y al
cabo es lo que es Ignacio Ulloa- se permitió aseverar ante los frustrados
informadores que "sólo con seguridad vamos a conseguir salir adelante de
esta situación crítica que atraviesan España y Cataluña".
"Sólo con seguridad". Acabáramos. Eso mismo es lo
que pensaba aquel militar corto de talla y sanguinario que mantuvo a este país
esposado y amordazado, amén de detenido en el tiempo durante cerca de cuarenta
años. Al final, como la realidad es tozuda, no le sirvió de nada, porque, pese
a que murió de manera miserable y encarnizada a manos de su yerno, su proyecto
se deshizo como un azucarillo en el agua, antes de que su cadáver llegara a
enfriarse.
Resulta más que sospechosa esta obsesión del PP por la
seguridad. Sin ir más lejos, yo fui testigo del innecesario despliegue policial
que se dispuso para la concentración de periodistas del jueves ¿Esperaban acaso
que acabásemos a hostias entre nosotros o lo que temían es que los propietarios
de los medios, no contentos con explotarnos y despedirnos, quisiesen agredirnos?
Es lo que tienen. Para ellos, la seguridad a defender no es
la de los ciudadanos -que se lo pregunten, si no, a Baltasar Garzón- sino la de
eso que llaman Estado o patria, según el escenario, pero que, al fin y al cabo
no es más que el montante de sus intereses.
Por último y como de economía y eficiencia se trata, mal
ejemplo nos ha dado el señor Ulloa, teniendo durante días, a pensión completa,
en Barcelona a esos ocho o nueve mil policías, mossos d’Esquadra y guardias
civiles, sin que se tenga noticia de que, sin detenciones, complots desbaratados
o incidentes resueltos, haya servido para nada.
En fin un derroche policial y más en tiempos de penurias y
recortes.
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1 comentario:
"Efectivos" órdenes de prioridades...
Un saludo.
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