Eso de ¡y dale molino! lo decía a menudo uno de los maestros
e mi infancia. Era su frase anatema para mostrar su enfado cuando nos
empeñábamos en caer una y otra vez en los mismos errores. Por eso, y recordando
aquellos tiempos, n viene a la memoria la frase para expresar lo que siento
ante el júbilo desproporcionado que parece haberse desatado desde que, anoche,
se conociese que la pertinaz candidatura de Madrid a la organización de los
Juegos Olímpicos de 2020 ha dejado fuera, junto a Tokio y Estambul, a la
ardiente Doha en otoño y a la aún tercermundista Bakú.
No me gusta volver a empezar. Me deprime esa especie de
entontecimiento colectivo que embarga a unos y otros en esta ciudad que, en mi
opinión, no necesita de hipotéticos juegos, sino de realidades sensatas. La
experiencia me dice que, una vez más, la candidatura se va a convertir en un
juguete en manos de los políticos de turno, con la que engatusar a los
ciudadanos, mientras se les niega el pan de la justicia social y la solidaridad.
Durante demasiados años hemos tenido un alcalde ocupado en
coquetear con el COI, uno de los entes más corruptos que existen, a la búsqueda
de una franquicia -los juegos no son otra cosa- que cada vez reporta menos
beneficios al que la obtiene, a cambio de inversiones muchimillonarias que no
siempre revierten en los ciudadanos. Al final, vamos a quedarnos como esos
pobres benditos que montan una papelería o una tintorería bajo una franquicia
y, después de dejarse sus ahorros en la instalación, apenas duran uno o dos
años con el cierre levantado.
Tampoco me gusta un pelo sentirme obligado a celebrar
"éxitos" como el de ayer, por temor a quedar estigmatizado como
traidor, antipatriota o aguafiestas. Creo que el dinero de los madrileños
estaría mejor invertido, si lo estuviesen en dotaciones y servicios que
cubriesen sus necesidades reales.
Los Juegos Olímpicos ya no son lo que fueron. Creo que los
últimos grandes juegos fueron los de Barcelona, puesto que sirvieron para
transformar una ciudad ahogada por su balcón al mar que recuperó tras la enorme
transformación ciudadana que, en Madrid no es posible ni necesaria. Aún así, el
sueño olímpico de Barcelona duró lo que duró, desde luego mucho más que las
facturas que aún pagan sus vecinos.
De momento y hasta que, dentro de año y medio, se decida
definitivamente qué ciudad organizará los juegos dentro de ocho años, nos
esperan meses de caras excursiones municipales por todo el mundo, prebendas y
agasajos a personajes de la catadura de Alberto de Mónaco, millones de euros
invertidos en campañas destinadas, no a convencer al COI, sino a hacernos creer
a los madrileños que la casa ya está hecha, para, luego, caer sin paracaídas
sobre la dura realidad, dando por bueno tanto derroche, como si nada hubiera pasado.
En efecto, Doha y Bakú han quedado fuera de la carrera hacia
los juegos de 2020 -como veis, se me ha pegado la épica de la cosa- y mientras
nosotros buscamos cómo salir adelante y llegar a final de mes, la alcaldesa y
sus mariachis, Jaime Lissavetzky, portavoz socialista en el ayuntamiento, incluido,
a lo suyo que es levantar espejismos delante de quienes, cada cuatro años, les
votan,
¡Y dale molino!
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2 comentarios:
Pero bueno, ¿no te has enterado? Que es que tienen pensado ponerle mar a Madrid también.
Pues nada, a ver si el COI decide que esta vez toca, meteremos el pie ya, para hacer sitio en el cajón de las facturas, en ese donde se traspapelan con facilidad, para apoyar la labor del Ayuntamiento que le irá la vida en ello, buscamos otro logotipo que sustituya al “Corle” con otro nombre igual de sugestivo, o más, y le pediremos a Urdangarín como deportista/gestor/organizador/imputado que nos diseñe el proyecto, como profesional de estas lides y miembro de la familia real, la cual siempre ha sido un gran apoyo en estos menesteres. Y Rajoy… pues le ponemos una pandereta y que vaya desengrasando la muñeira y a girar cual molinillo loco en esta vida, loca, loca…como cantaba el Céspedes.
Pues eso.
Un saludo.
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