Se quiere jubilar a los ochenta y lo entiendo. Yo, con una
nómina cercana a los ocho mil euros, también lo querría. Lo malo es que no sé
si la vista le dará hasta entonces para el Candy Crush
Lo ha dicho, y se ha quedado tan pancha, en pleno debate
social sobre el futuro de las pensiones, un debate que, para unos, conlleva la
incógnita sobre cuánto perderán en la suya cuando se jubilen, para otros, lo
poco que les cunde la que ya tienen, y para otros, los más jóvenes, si,
finalmente llegarán a tener una.
Ha tenido el descaro de decir eso alrededor la comisión del
Congreso para el Pacto de Toledo, hoy que en la caja de las pensiones apenas
quedan telarañas, y añadiendo una "villalobada" de las suyas,
exhortando a esos jóvenes a los que les han robado la tranquilidad y el futuro
a ahorrar dos euros al mes, para encontrarse al final de su vida laboral con
casi mil euros, la octava parte de lo que ella se "levanta" en un
mes. Y no pasó nada. Ni se avergonzó ni se abrió el suelo bajo sus pies, porque
está acostumbrada a tener esas ocurrencias de barra de cafetería y hacerlas
públicas, dando doctrina, ella que ha estado en los gobiernos del PP o cerca de
ellos, ella que está casada con Pedro Arriola, asesor áulico que fue de Aznar,
primero, y de Rajoy, después. Ella que, en Málaga, de la que fue alcaldesa es
como una reina, campechana como el emérito, encantada de que la reconozcan y de
haberse conocido.
Debiera ser más prudente y alguien debería decirle que lo
fuese, por ejemplo, Pedro Arriola, aunque éste, ahora que no da una, también se
ha perdido más de una vez y más de dos por su boca. El caso es que en este
país, en el que tener más de cincuenta años es como una peste que aleja a
aquellos que los llevan a cuestas de cualquier posibilidad de ser contratados,
un país en el que los más jóvenes sufren la condena de tener que poner copas,
servir mesas o repartir pizzas un par de días a la semana que no siempre
eligen, por una miseria y gracias, porque así, mal que bien y en casa de sus
padres pueden ir tirando, mientras esperan a que cambie el viento de la
economía y su futuro deje de ser tan negro y se abra una ventana de esperanza
por la que asomarse a una vida parecida a la de sus padres.
Gente sin trabajo o con sueldos de mierda que tendrían que
hacerse cargo de dar liquidez al sistema de pensiones, gente que tendría que
estar pagando las pensiones de quienes se acaban de jubilar o se van a jubilar,
gente que no tiene ni para tabaco o, si lo tiene y se lo gasta en él, es por
esa conducta casi suicida que se adueña de quienes ya han perdido la esperanza,
aunque no lo sepan.
Por eso indignan tanto las boutades de esta mujer, su
facilidad para caer en el odioso recurso de los fondos de pensiones, agujeros
en los que los asalariados asustados, temerosos por su futuro, colocan una parte
de sus ingresos, poniéndolos en manos de quienes no hacen otra cosa que
especular, a veces en contra del futuro de sus mismos depositarios.
Maquinaciones para poner en manos de quienes han sido
responsables de la crisis que se ha llevado por delante nuestro bienestar y
nuestro futuro lo poco que nos queda de dinero y esperanza. Paridas de quien
debería defender lo púbico, entre otras cosas porque lleva décadas viviendo y
cómo, y por el contrario nos sugiere que invirtamos nuestras esperanzas en el
sector privado.
La izquierda no es inocente, tiene su parte de culpa en esto
que nos ha pasado. Quizá por eso ahora se esfuerza en proponer lo que debería
haber defendido hace tiempo, desde siempre, con uñas y dientes: los impuestos,
porque, en contra de lo que nos han dicho y ocho, también Felipe González,
también Zapatero, los impuestos son el mejor instrumento, si no el único, para
redistribuir la riqueza entre los que tienen todos y los que lo necesitan todo.
Por eso me indignan las ocurrencias de esta mujer boquirrota
e imprudente que lo mismo nos enseña a ahorrar desde su insultante opulencia
que a hacer un caldo con huesos bajo sospecha en plan crisis de las "vacas
locas".
1 comentario:
"Es difícil imaginar una forma más estúpida y peligrosa de tomar decisiones que ponerlas en manos de quienes no pagan ningún precio por equivocarse"...
(Thomas Sowell)
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