miércoles, 15 de noviembre de 2017

¿LA INDEPENDENCIA ERA ESO?


Hace ya tiempo que, ejerciendo el periodismo, llegué a  la conclusión de que las cosas son tan simples como parecen, de que, parándose a pensar el tiempo suficiente, analizando los pros y las contras de las cosas, siguiendo con calma los acontecimientos, podemos llegar a  conclusiones que se aproximan bastante a la realidad, que, a veces, un análisis calmado explica mejor lo que ocurre que todas las filtraciones con que "nuestras fuentes", siempre interesadas, tratan de llevarnos de la mano hasta "su" verdad.
Digo esto a propósito de los últimos acontecimientos en torno al futuro de Cataluña y sus líderes, que se están precipitando en un sentido aparentemente, sólo aparentemente, sorprendente, inconcebible hace tan solo unos días. Vaya por delante la constatación de que en el campo soberanista nada se hace "por libre", que todo lo que sus líderes hacen o dicen lo hacen perfectamente coordinados o, al menos, eso nos dicen, que la "fuga" de Puigdemont y parte de su gobierno formaría parte de una estrategia, de un plan maestro, que perseguiría sembrar y recoger una cosecha de solidaridad internacional que, de momento, no parece acabar de brotar. Por eso, cobra importancia que, en medio de ese escenario de resistencia numantina, de repente, unos y otros, en Cataluña, Madrid o Bruselas, hayan cambiado su discurso casi al unísono.
Ahora, después de meses de manifestaciones masivas en apoyo de sus declaraciones y movimientos, después de pasarse por el forro la Constitución y el estatuto vigente, después de aprobar a asolas y con la luz apagada las leyes de referéndum y transitoriedad, después de forzar a costa de las espaldas de los ciudadanos la celebración de un referéndum ilegal e imposible de homologar por nadie, digan ahora que Cataluña no estaba preparada para culminar el proceso, su proceso, para convertirse en un estado independiente, para saltar al vacío como le pedían sus líderes más locuaces, con sus espaldas bien cubiertas casi todos.
No sé a vosotros, pero a mí me pone los pelos de punta y me enerva escuchar ahora a Artur Mas o a Joan Tardá, por poner a uno de aquí y otro de allá, del PDeCat y de ERC, decir casi al unísono, insisto, que no estaban preparados para la independencia, que, de aquellas elecciones plebiscitarias de las que salió su exigua mayoría parlamentaria no salió la mayoría social que hubiese hecho posible la independencia. Lo dicen ellos, lo han dicho y lo dirán ante el juez quienes han sido y serán llamados a declarar, siguiendo el camino mostrado por Carme Forcadell, que salió del Supremo bajo fianza y con el compromiso de acatar y respetar la Constitución y el 155.
El resto seguirá esa senda, como digo, porque es muy difícil, casi imposible, pasar del despacho y el coche oficial a una celda o al patio de una prisión, como le ha ocurrido a la mitad del fugado Carles Puigdemont. Es duro y difícil y estamos hablando de los miembros de un gobierno, que lo fueron hasta hace dos días como quien dice, no de militantes de una organización clandestina, conjurados y bragados en el sacrificio y el sufrimiento, y les piden bastanntes años de prisión a cada ino. Es duro y cada vez más difícil mantener esa movilización permanente, ese "las calles son y serán nuestras, con el que llevan semanas soñando, y más duro es estar obligado a mantenerlo, cuando nada de los prometido a la gente se está cumpliendo, cuando la economía se desmorona, cuando la anunciada ocupación por las fuerzas del Estado no se ha producido ni parece que llegue a producirse. Es muy duro pasarse la vida en una colecta para sufragar multas, viajes y estancias en Bruselas y ayudas familiares a los presos. Más que duro, es imposible sostenerlo durante mucho tiempo.
Por todo eso, este golpe de timón tan espectacular como inesperado, un bandazo que me da qué pensar, una conversión generalizada a la razón que coincide, curiosamente, con los primeros pasos del juez Llerena, del Supremo, para hacerse con las causas instruidas por la juez Lamela de la Audiencia, que, al tiempo, se traducirán en la libertad de los detenidos.
Dicen quienes reniegan ahora de la viabilidad de la independencia que no esperaban tanta dureza del Estado y yo creo que lo que quieren decir es que no esperaban que fuese tan duro soportar la dureza, no del Estado, sino de sus leyes. Por eso ese agachar las orejas que sólo puedo interpretar como una escenificación pactada y acordada del fracaso de una locura imposible que ha causado demasiados destrozos y ha hecho demasiado daño a Cataluña y los catalanes.
No llego a imaginar qué consecuencias tendrá todo esto en las urnas, ni puedo imaginármelo, porque nunca he sido ni seré nacionalista, ni siquiera o mucho menos español, pero, si la independencia era esto y, salvo que desde Moncloa repitan errores pasados, dudo que el soberanismo repita resultados.