viernes, 17 de noviembre de 2017

EXTREMADURA... TAN CERCA, TAN LEJOS


Recuerdo que, tras la revolución de los claveles, hace ya más de cuatro décadas, la madrileña estación de Atocha se llenaba de trenes en los que centenares de españoles, jóvenes y no tan jóvenes, partían para un largo viaje, toda una noche, que les dejaría en un país, hasta entonces olvidado y, por qué no decirlo, despreciado, al que peregrinaban en busca de esperanza y democracia. Recuerdo, aunque sólo de oídas, aquellos viajes, multitudinarios, aquella aventura de la que se volvía con una sonrisa, con la mochila llena de esperanza y con un pasaporte comprometedor porque traía el sello de un país en plena revolución que había dejado al nuestro el dudoso honor de convertirse en la única dictadura vigente en la Europa Occidental y recuerdo, también, aquel eslogan de la Oficina de Turismo de Portugal o como quiera que se llamase incitándonos al viaje con ese sugerente "Portugal, tan cerca, tan lejos".
El tren nocturno cruzaba Extremadura, repleto, para dejarnos en un país distinto, repentinamente más joven y afable. Hoy ya no. Hoy, para viajar en tren a Lisboa ya no se parte de la Atocha del AVE ni se cruza Extremadura, porque España decidió hace años dejar de ar la espalda no sólo a Portugal sino, también a Extremadura, trasladando la frontera del olvido hasta la meseta. Hoy, el tren nocturno a Lisboa sale de la avejentada estación de Chamartín y atraviesa Castilla-León, parando en Ávila y Zamora para entrar en Portugal por la Serra da Estrela, pasar por Coímbra y llegar por fin, tras casi once horas de viaje, a la luminosa Lisboa.
Las vías que cruzaban Extremadura hasta la frontera junto a Badajoz siguen ahí. Lo malo es esas vías, con sus decimonónicas traviesas de madera, con sus raíles inestables, al borde de la rotura, son las mismas de entonces y no hay junto a ellas un solo poste de tendido eléctrico que permitiese el paso de trenes más rápidos, más fiables y más rápidos y, por ello, los extremeños o quienes quieran viajar a Extremadura se ven obligados a hacerlo en trenes que, en el mejor de los casos, tardan más de seis horas en recorrer apenas cuatrocientos kilómetros. Y digo "en el mejor de los casos", porque, con demasiada frecuencia, los viejos trenes se averían, arruinando el viaje de sus pasajeros y los de los que deberían circular por esa vía decrépita y única sobre la que, como una ballena agonizante, se ha averiad en medio del campo, sin calefacción, sin cafetería, siquiera automática, porque, de haberla, tampoco suele funcionar, hasta que, cruzando sembrados, con el equipaje a cuestas, los pasajeros, niños, ancianos y enfermos incluidos, llegan hasta la carretera más próxima, donde un autobús recoge su cansancio y su cabreo.
Una situación, ésta, silenciada hasta el olvido, que sólo conocían los extremeños o quienes tienen a uno cerca, que, perpetuada en el tiempo, dicen que porque, al llevarse la crisis por delante el AVE a Lisboa, España renunció a hacer su parte y de paso a mejorar, mejor dicho, a adecentar las líneas que aún quedan en uso en Extremadura. Una situación arrinconada en los telediarios, las televisiones y las radios del resto de España, hasta que un grupo de extremeños, cansados y hartos de tanto olvido, decidieron plantarse en Madrid caracterizados como el Azarías, la Régula, el bajo y el resto de personajes de "Los santos inocentes" que Delibes inmortalizó como símbolo de la resignación, para, bajo el nombre de "Milana bonita", recordar al mundo que, en la España del AVE, una comunidad de dos provincias, de las más grandes, si no las más grandes del país, no tienen trenes siquiera fiables.
Su tesón y la gravedad de lo que denuncian han llevado a la movilización de miles de personas y, ajora, a la de los políticos, responsables en gran medida del lamentable estado del ferrocarril en Extremadura, que ahora quieren ponerse al frente de la manifestación para rentabilizar la protesta que mañana llega a Madrid. Una vergüenza más, una albarda sobre otra albarda, por parte de quienes han consentido, desde la izquierda y la derecha, desde Rodríguez Ibarra a Fernández Vara, pasando por el viajero Morago, con González, Aznar y Rajoy desde Madrid, han consentido, insisto, que la olvidada Extremadura siga ahí, tan cerca, tan lejos.

1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Ciertamente lamentable ...