viernes, 3 de noviembre de 2017

MÁS MADERA...


Cuando ayer expresaba en este blog mi deseo de que, en los jueces encargados de tomar declaración al cesado gobierno catalán y a la presidenta y los miembros de la mesa del Parlament de Catalunya, pesasen el sentido común y la cabeza fría, para no reforzar con la palma del martirio el ya muy desabastecido y desprestigiado polvorín independentista, no cabía entre mis cálculos que la juez Lamela enviase a prisión a cuantos prestaron declaración en su despacho, ocho consejeros cesados por el 155, incluido el vicepresidente Junqueras, y Santi Vila, que dimitió por su desacuerdo con la proclamación de la Independencia catalana "por las bravas".
Hasta que supimos que la juez mandaba a la cárcel a la mayor parte de los miembros del gobierno de Puigdemont, precisamente a los que, acatando su citación, se pusieron a su alcance, las calles y plazas catalanas estaban tranquilas, con los independentistas ocupados en diseñar sus estrategias de cara a la cita con las urnas del 21 de diciembre. un parón en la intensa movilización de los últimos meses que estaba permitiendo que aflorasen las diferencias que sin duda existen o existían, al menos hasta ayer, en Junts pel Si, lo que, en absoluto, significaba que la pólvora, pólvora metafórica, de los independentistas se hubiera mojado.
Bastó que la juez Lamela, sin más perspectiva que la que le ofrece su propio despacho, arrimase su cerilla al polvorín catalán para volver a incendiar las calles y, sobre todos, para devolver la unidad a los partidos independentista y a su compañero de viaje, En Comú Podem, que ahora se plantean una estrategia común en la que la libertad de los detenidos se convierte en el común denominador de la unidad de acción en las calles que podría convertirse, quién sabe, en un frente electoral que, lejos de aliviar la situación, podría perpetuarla con un Parlament en el que, a los escaños de Junts pel Si, sin duda crecidos en número, se sumarían los de la CUP y la franquicia catalana de Podemos, desde la que la cada vez más presta al desberre Ada Colau.califica de revancha la decisión de la juez.
No entiendo que ha podido pasar por la cabeza de la juez de la Audiencia Nacional. Con lo fácil que hubiera sido mandarles a casa con medidas cautelarse como vigilancia, retirada del pasaporte y obligación de estar localizables las veinticuatro horas del día. Los consejeros y el vicepresidente Junqueras hubieran salido, uno por uno y por su pie, de la audiencia, para hacer las correspondientes declaraciones al pie de las famosas escaleras del tribunal, probablemente matizadas y con diferencias entre unas y otras, para irse a dormir a su hotel y su casa.
Por contra, con su decisión, la juez ha cambiado esas imágenes a las que tan habituados estamos los españoles por otras tan impactantes como el estridente sonido de las sirenas de los furgones policiales que, con los destellos azules del convoy, interrumpieron el tedio del atasco de una tarde, para la que nadie esperábamos este final tan inesperado como esperpéntico, porque lo último que necesitábamos quienes queremos que aparezca el hilo que nos permita salir de este laberinto en el que, por la torpeza de unos y otros, estamos encerrados era esa foto, esa caravana de furgones ululantes, llevándose a la cárcel a quienes hace sólo diez días tenían poder, coche oficial y escolta. Una imagen que va a ser muy difícil de borrar de la retina de los ciudadanos de medio mundo y que acabará con el prestigio que la aparente calma de Rajoy podía haberse ganado en el mundo.
Que conste que, al contrario que los independientitas y Podemos, no discuto, salvo en el delito, a mi juicio mal calificado, de rebelión, la decisión de la juez. Lo que discuto es haber puesto en manos de Puigdemont y los suyos un comodín como éste que, si no se no hay rectificación en la resolución de los correspondientes recursos les permitirá ganar la partida. Y es que, salvo esa rebelión, tan difícil de demostrar, el resto de delitos, la malversación de fondos o la prevaricación y quizá la conspiración, están probados de sobra, porque casi todos se perpetraron a plena luz del día, o de la noche. con la luz y los taquígrafos de la prensa, el cuerpo de letrados del Parlament, el Tribunal Constitucional, que se cansó de advertir al Govern y el Parlament de los delitos en que estaban incurriendo o el equivalente al Consejo de Estado en Cataluña, que también advirtió de todas y cada una de las ilegalidades que se estaban cometiendo.
Pero todo eso no quita para que, a siete semanas de unas elecciones que podrían significar el borrón y cuenta nueva del problema, una juez, probablemente cargada de razón como de imprudencia, haya pegado fuego de nueve a las calles de Barcelona.
Quienes pretenden la secesión necesitaban avivar el fuego y la juez Lamela les ha proporcionado el combustible que demandaban. Esperemos que el sentido común se imponga y que la resolución de los recursos de los detenidos permita su vuelta a casa hasta que se vean sus causas en los tribunales. Ojalá que ese "más madera" de la juez se rectifique a tiempo, para desarmar así la demagogia y el victimismo de quienes invocan ahora el mismo estado de derecho que llevan peses pisoteando.

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