jueves, 27 de abril de 2017

NADIE PODRÁ PROBAR, NADIE PODRÁ DECIR...


A veces pienso que aquel psicólogo que Benito Floro descubrió para el fútbol en su etapa gloriosas en el Albacete, al que logró meter en la primera división, trabaja hoy para el PP o, más bien, para Rajoy.
Sólo con un mago de la mente, capaz de moldear responsabilidades y culpas a gusto del cliente, es posible sobrevivir y mirarse al espejo todas las mañanas sin vomitar de inmediato. Y es que mantener y reforzar el cinismo de un tipo como Mariano Rajoy es más difícil que colocar un equipo salido del páramo manchego en el club de los grandes del dios fútbol.
Hacen falta mucho entrenamiento mental y mucho asesoramiento para constituir esos mensajes, tan simples como enigmáticos, perogrulladas a veces, con que de vez en cuando nos obsequia, Ayer mismo, en Montevideo, después de comprobar que los ecos de los escándalos de su partido y toda la indignación que provocan habían cruzado el Atlántico para obsequiarle con esos incómodos "ladrón" que tuvo que escuchar ante el presidente uruguayo, cuando los intentos de torpedear la investigación del juez Velasco sobre el nido de corrupción, otro más, en que el ex presidente madrileño, otro más también, había convertido un bien público, como lo fue hasta 2012 el Canal de Isabel II, ya eran más que meras sospechas, hasta el punto de dar lugar a un insólito desmentido de la Fiscalía, apenas unas horas después, Mariano Rajoy nos obsequió con uno de sus "nadie podrá...". En esta ocasión lo que nadie podría, según él, es decir que, durante su mandato, no se ha respetado la independencia de los ju lo dijo así, tan campante, con el aplomo de quien sabe que lo que dice no es cierto y que, además, responde a un mecanismo de autoprotección psicológica, en el que lo que niega no es que se haya presionado, por activa o por pasiva, a los jueces que investigan la corrupción de los suyos. Que se lo digan, si no. a Baltasar Garzón o a Elpidio José Silva, despojados sin piedad de sus carreras, mediante procesos colaterales y nada claros, por haber tenido la osadía de "molestar" a los amigos de Rajoy o a los amigos de sus amigos. Que se lo digan a todos esos jueces y fiscales faltos de medios humanos y técnicos que, trabajando día y noche en su despacho y en casa, sacan adelante las investigaciones de las tramas corruptas del PP y otros partidos.
Rajoy dijo en Uruguay que nadie podrá decir que lo hacen, porque sabe de sobra que lo hacen y que no puede negar que lo hacen. Lo dice, quizá confiando en que aún controla periódicos, telediarios, radios y tertulias, pero ignora que quienes son poco más que tragaperras que hablan tardan poco en cambiar de amo y que esa herramienta poderosísima que son las redes sociales, en la que tanto dinero robado a los ciudadanos se gastan sus corruptos, es indomable y que, ni siquiera bajo dictaduras como la china, la siria o la cubana, se la puede amordazar. Lo dice, pero se equivoca, porque ya lo estamos diciendo, entre otras cosas, porque lo estamos viendo y la verdad es tozuda, muy tozuda.
Espero que "nuestro" presidente está disfrutando de su viaje, porque, me temo, cuando regrese se va a encontrar un país muy distinto del que dejó hace sólo tres días, un país más escandalizado, más sabio, mucho más harto, y al borde de otro 15-M, porque está comprobando que éstos, los de la nueva política, tampoco le sirven, incapaces como son de superar sus intereses y unir sus fuerzas.
Quienes dicen estar con la gente deberían tomar nota de como Marie Le Pen, líder maquillada de un partido fascista, es aclamada por los obreros a punto de perder sus empleos. Y tomar nota de por qué lo hacen. Sencillamente, porque nadie se ocupa de su desgracia ni defiende sus empleos. Nadie dice querer un Trump, pero, con su desapego de la gente y sus problemas, le están allanando el camino.
Nadie podrá decir, dice Rajoy, nadie podrá probar, dijo, decimos y lo estamos probando.