miércoles, 19 de abril de 2017

OBLIGADO A DECIR VERDAD


Tengo la impresión de que no somos del todo conscientes de la trascendencia que tiene, tendrá, la decisión del tribunal que juzga la primea Gürtel. No somos conscientes, salvo una única excepción, la del Partido Popular, acostumbrado a sobreproteger a su presidente que poco o nada podrá hacer para poner a salvo de las preguntas de los representantes de las acusaciones, ante los que se presentará solo y sin escoltas ni asistentes, obligado a decir la verdad y nada más que la verdad, algo a lo que no nos tiene acostumbrados.
Mariano Rajoy se va a ver obligado, muy a su pesar, a despejar, sin enigmas ni nebulosas, ante las partes y en presencia de los magistrados que ayer decidieron citarle, todas las dudas e inconsistencias que ha venido dejando, como deja sus huevos un parásito, cada vez que ha sido posible interpelarle sobre la trama de corrupción que, ahora, al menos eso espero, no se atreverá a calificar de contraria a su partido.
Rajoy ha sido llamado a declarar por decisión tomada, dos a uno, por los magistrados del tribunal, una vez escuchados en la sala del juicio demasiados testimonios que colocan al presidente en el centro o por encima de la trama que se juzga. Demasiados dedos señalándole, como para que los magistrados renunciasen a conocer su versión, demasiadas preguntas sin respuesta, demasiadas fintas y silencios que pedían a gritos este paso.
El PP tardó mucho, cinco largas horas, en dar su opinión sobre el trascendental paso dado por el tribunal, un paso que establece el precedente de sentar como testigo a un presidente de gobierno en ejercicio y que atraerá sobre la sala del polígono de San Fernando la atención de las televisiones de medio mundo. Tardó cinco largas horas para responder a lo inesperado con una salida de manual, descalificando a los abogados de la acusación por su proximidad al PSOE, como si la verdad y el deseo de encontrarla no estuviesen al alcance de sus rivales políticos.
Fue una salida torpe, encomendada a Martínez Maíllo, le va en el sueldo, y menos mal. porque soy incapaz de imaginar los que hubiese dicho María Dolores de Cospedal o el propio Rajoy, capaces de liarse con los días de la semana. Fue una salida nacida del agobio de haber estado preparando las comparecencias de los secretarios generales que tuvo el PP, Arenas, Cascos o Acebes y a la inefable Esperanza Aguirre, y enterarse de golpe y porrazo que el otro, el que más campañas electorales ha dirigido para los populares tendrá también que declarar.
Mucho tienen que esmerarse, mucho tiene que afinar argumentos y estrategias, para poner a salvo la imagen de Mariano Rajoy sin interponer entre él y la verdad jefes de prensa, escoltas, mesas del Congreso, telediarios de parte, periódicos que parecen dictados desde Génova, 13 o tertulianos con argumentario al día. Mucho tendrán que esmerarse para que Rajoy no se ponga y nos ponga en evidencia ante el tribunal y el mundo con sus titubeos e incoherencias.
No sé de qué se extrañan el PP y sus palmeros, porque Rajoy es, y si no lo es lo parece, la pieza sobre la que se sustenta todo lo que se hace o dice en su partido. Lleva toda su vida en él y ha estado en los puestos y los momentos cruciales para el crecimiento del partido y, sobre tos, ha puesto a punto la maquinaria electoral que engrasaban las empresas de la Gürtel y otros "conseguidores" similares. 
A los dirigentes del PP se les ha había olvidado un detalle: el de que, si algo tienen los jueces, es un indiscutible punto de soberbia, una soberbia que les impide, piensen como piensen, quedar por tontos. Y negar la evidencia o podar todas las ramas de un árbol, salvo la más podrida, les dejaría por tales.
A Rajoy le toca ahora decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad y el pobre, que no está acostumbrado, no puede decir eso de "y, a la segunda, tal" ni esconderse sin escarnio detrás de la pantalla de un televisor.