A veces pienso que aquel psicólogo que Benito Floro
descubrió para el fútbol en su etapa gloriosas en el Albacete, al que logró
meter en la primera división, trabaja hoy para el PP o, más bien, para Rajoy.
Sólo con un mago de la mente, capaz de moldear
responsabilidades y culpas a gusto del cliente, es posible sobrevivir y mirarse
al espejo todas las mañanas sin vomitar de inmediato. Y es que mantener y
reforzar el cinismo de un tipo como Mariano Rajoy es más difícil que colocar un
equipo salido del páramo manchego en el club de los grandes del dios fútbol.
Hacen falta mucho entrenamiento mental y mucho asesoramiento
para constituir esos mensajes, tan simples como enigmáticos, perogrulladas a
veces, con que de vez en cuando nos obsequia, Ayer mismo, en Montevideo,
después de comprobar que los ecos de los escándalos de su partido y toda la indignación
que provocan habían cruzado el Atlántico para obsequiarle con esos incómodos
"ladrón" que tuvo que escuchar ante el presidente uruguayo, cuando
los intentos de torpedear la investigación del juez Velasco sobre el nido de
corrupción, otro más, en que el ex presidente madrileño, otro más también,
había convertido un bien público, como lo fue hasta 2012 el Canal de Isabel II,
ya eran más que meras sospechas, hasta el punto de dar lugar a un insólito
desmentido de la Fiscalía, apenas unas horas después, Mariano Rajoy nos
obsequió con uno de sus "nadie podrá...". En esta ocasión lo que
nadie podría, según él, es decir que, durante su mandato, no se ha respetado la
independencia de los ju lo dijo así, tan campante, con el aplomo de quien sabe
que lo que dice no es cierto y que, además, responde a un mecanismo de
autoprotección psicológica, en el que lo que niega no es que se haya
presionado, por activa o por pasiva, a los jueces que investigan la corrupción
de los suyos. Que se lo digan, si no. a Baltasar Garzón o a Elpidio José Silva,
despojados sin piedad de sus carreras, mediante procesos colaterales y nada
claros, por haber tenido la osadía de "molestar" a los amigos de
Rajoy o a los amigos de sus amigos. Que se lo digan a todos esos jueces y
fiscales faltos de medios humanos y técnicos que, trabajando día y noche en su
despacho y en casa, sacan adelante las investigaciones de las tramas corruptas
del PP y otros partidos.
Rajoy dijo en Uruguay que nadie podrá decir que lo hacen,
porque sabe de sobra que lo hacen y que no puede negar que lo hacen. Lo dice,
quizá confiando en que aún controla periódicos, telediarios, radios y
tertulias, pero ignora que quienes son poco más que tragaperras que hablan
tardan poco en cambiar de amo y que esa herramienta poderosísima que son las redes
sociales, en la que tanto dinero robado a los ciudadanos se gastan sus
corruptos, es indomable y que, ni siquiera bajo dictaduras como la china, la
siria o la cubana, se la puede amordazar. Lo dice, pero se equivoca, porque ya
lo estamos diciendo, entre otras cosas, porque lo estamos viendo y la verdad es
tozuda, muy tozuda.
Espero que "nuestro" presidente está disfrutando
de su viaje, porque, me temo, cuando regrese se va a encontrar un país muy
distinto del que dejó hace sólo tres días, un país más escandalizado, más
sabio, mucho más harto, y al borde de otro 15-M, porque está comprobando que
éstos, los de la nueva política, tampoco le sirven, incapaces como son de
superar sus intereses y unir sus fuerzas.
Quienes dicen estar con la gente deberían tomar nota de como
Marie Le Pen, líder maquillada de un partido fascista, es aclamada por los obreros
a punto de perder sus empleos. Y tomar nota de por qué lo hacen. Sencillamente,
porque nadie se ocupa de su desgracia ni defiende sus empleos. Nadie dice
querer un Trump, pero, con su desapego de la gente y sus problemas, le están
allanando el camino.
Nadie podrá decir, dice Rajoy, nadie podrá probar, dijo, decimos
y lo estamos probando.
1 comentario:
Buen artículo...
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