El día en que nos dejamos engatusar con eso de que el libre
mercado, la desregulación, favorecía la competencia y que sería ese mismo libre
mercado el que acabaría por auto regularse para beneficio de los consumidores,
el día en que nos convencieron de que daba igual el color del gato no importa,
si, al final, caza ratones, ese día comenzamos a resbalar por la pendiente que lleva
a la miseria moral y económica de todo un pueblo.
No hay más que ver dónde están hoy, cómo viven, quienes nos
contaron lo del gato blanco y el gato negro, quienes nos decían que la rigidez
la gestión pública y controlada de lo que al fin y al cabo es de todos acabaría
asfixiando, cargándose, nuestro progreso y bienestar, y dónde estamos nosotros
con nuestros sueños.
Ellos, los que nos engañaron, están disfrutando del botón,
propio o de sus amigos, en largas jornadas de pesca en el mar, viendo pasar las
horas en mansiones que son ajenas, pero siempre son de algún amigo agradecido y
codeándose con quienes lo tienen casi todo de todos, los que acaparan la
riqueza de países enteros, esa riqueza que proviene de la explotación y la
desigualdad y que debería volver a su origen redistribuida mediante los
impuestos, aplicando esa consigna ya olvidada de que pague más quien más tiene.
Siguiendo un diabólico plan, haciéndonos creer que éramos
ricos, nos tomaron como rehenes en una carrera suicida por bien quien bajaba
más los impuestos. Un plan en el que necesitaban nuestros votos para disfrazar
de democracia lo que no es más que el golpe de estado silencioso de quienes
pretenden imponer la crueldad de las leyes del mercado, sus leyes, a quienes,
para defenderse, sólo disponen de su trabajo.
Nos quitaron la dignidad de ese trabajo, obligándonos a
hacerlo en condiciones miserables por unos salarios que han pasado a ser de
hambre, nos quitaron nuestros ahorros para jugárselo en la bolas o en la ruleta
rusa de la especulación inmobiliaria y, a muchos, les quitaron sus casas,
pagadas a precios delirantes, precios inflados mediante los créditos con que se
pagaban los sueldos y los retiros de oro de los colaboradores necesarios del
plan y, ahora que comprar una vivienda es, para casi todos, un sueño
inalcanzable, nos expulsan de ese paraíso de segunda que ha sido para muchos
poder vivir en la casa en que nacieron o en el barrio en que quieren vivir por
un alquiler razonable. Necesitan esos piaos en barrios amables y encantadores,
para convertirlos en apartamentos de fin de semana, más baratos que un hotel,
menos estrictos en las normas que un hotel, que se llenan de jóvenes ansiosos
de disfrutar de nuestra fiesta legendaria y nuestras copas baratas,
convirtiendo sus calles en caravanas de ruidosas maletas con ruedas, después de
haber llenado los bolsillos de quienes, después de dejarnos sin nada, nos están
quitando nuestros barrios que sólo quieren como paisaje y reclamo para su cruel
negocio.
Poca gente puede acceder a los alquileres de eses
apartamentos que, en cuatro fines de semana de ocupación, triplican o más el
alquiler que pueda pagar una familia, por seo esos barrios se quedan sin niños
y sin ancianos, para vivir de lunes a jueves la resaca de una fiesta que nos está
costando nuestra identidad y la misma felicidad.
Algo habrá que hacer para poner coto a este desfalco que se
está gestando en lugareses como Ibiza, Madrid, Barcelona, San Sebastián, Málaga y tantas y tantas ciudadaes que
esperan la interminable cola de turistas de fin de semana. acarreando mochilas y malestas, que llegan desde cualquier punto de Europa, a costa de sembrar nuestros cielos con inútiles toneladas de CO2 , dispuestos a beber, practicar sexo y gamberrear.en la ruidosa "fiesta" que buscan lejos de sus silenciosos y civilizados países.
Nos han quitado los ahorros, el trabajo, y ahora quienes
quitarnos nuestras casas, para, gracias a gobiernos marrulleros y consentidores,
llevar sus beneficios a paraísos fiscales desde los que retroalimentar los
fondos que seguirán comprando edificios enteros hasta convertir mi ciudad, tu
ciudad en un decorado sin alma, casi de cartón piedra, para la fiesta.
1 comentario:
La nefasta gestión de los políticos...
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