martes, 4 de abril de 2017

MURCIA A TOPE


No os engañéis pensando que Mariano Rajoy. el "director general" de esa empresa incumplidora, evasora y tramposa que conocemos como Partido Popular, pone cara de asco en esa foto de un mitin de campaña, en la que se ve obligado a abrazar a su "delegado de ventas" en la región de Murcia. No me cabe duda de que eso que parece asco no es más que una de esas imágenes tramposas que quedan en las veloces cámaras de los profesionales al descomponer cualquier gesto inadvertido en una ráfaga de fugaces gestos, normalmente inapreciables.
No puede ser asco, quizá es sólo desprecio, porque el abrazado, Pedro Antonio Sánchez, al que Eloy Velasco, el juez de la Audiencia Nacional que instruye el sumario de la Operación Púnica, señaló ayer como autor de unos cuantos delitos ligados con la corrupción, para que el Tribunal Superior de Justicia de Murcia, ante el que está aforado, le acuse formalmente, ese abrazado es el que se hizo con el timón y el turbo corrupto del partido, para llevar a un PP renqueante a la victoria en las elecciones, que, como dicen sin rubor los políticos, debe ser la principal, si no la única, misión de los partidos.
Si a Esperanza Aguirre le crecen las ranas en el estanque del PP madrileño, a Mariano Rajoy le crecen sapos., sapos díscolos que, cuando se ven sorprendidos chapoteando en su charca se resisten a dejarla y amenazan con croar sus trampas a los cuatro vientos o con escupir su veneno a diestro y siniestro, caiga quien caiga.
Es lo malo de juntarse con esta fauna, con esta tropa, antes o después se van a ver entre la espada y la pared y está claro, no hay más que oírles hablar, que no van a tomar en solitario la palma del martirio y que todas y cada una de las defensas emprendidas por Rajoy y los suyos no son sinceras, sino que, más bien al contrario, lo que buscan es convertir a cada uno de los "pillados", esos que tanta gloria y tanta "pasta" han traído al partido, en escudos humanos tras los que esconder sus vergüenzas.
Rajoy no parece darse cuenta de que las cosas han cambiado. No quiere entender que el electorado ya no es capaz de aguantar la náusea como hasta ahora. El presidente del PP ha confiado siempre en que la manipulación de os datos y el camuflaje de las cifras del paro con ese subempleo o esa balanza de pagos maquillada de recuperación a base de factores externos, como el precio del petróleo a la baja o la inestabilidad de la costa norteafricana o Turquía, rivales en el mercado turístico. De lo que no se da cuenta es de que esa aparente prosperidad no tiene consecuencias en la población, especialmente en la más joven y de que, eso, acaba por pasar factura en las urnas.
Por eso, aquel "Murcia a tope" resuena en los oídos decentes como aquella cuenta obscena de los fajos de billetes recaudados entre Alfonso Rus y el hoy arrepentido yonqui del dinero, porque no es lo mismo imaginar que todo es una estrategia diseñada por las cabezas bien pensantes del partido que tener la evidencia de quienes son y cómo se expresan los extorsionadores y saqueadores que son en realidad.
Parece que, entre hoy y mañana, Pedro Antonio Sánchez dejará el cargo al que se ha aferrado con uñas y dientes. Pero, si lo hace, no será por vergüenza ni, menos, por arrepentimiento Si se va, lo hará para que no le echen en la moción de censura a la que se enfrentaría a partir de mañana. Es lo que tiene confundir dignidad y soberbia. Eso y no medir adecuadamente las fuerzas, porque estoy seguro de que Sánchez confiaba en manejar a los jueces y fiscales a su antojo y, por más razones que el ministro Catalá le hubiese dado para pensarlo, estaba equivocado.

 Rajoy debería haberse conmovido con la carta con que acompaño su petición de baja en el partido Alberto Garre, fundador del PP en Murcia. Pero no lo hizo. Seguramente, porque Alberto Garre es un perdedor, decente, pero perdedor y lo que el PP necesitaba para embaucar una vez más a su electorado no era decencia sino gente son escrúpulos, capaz de gritar con entusiasmo ese sonrojarte ¡Murcia a tope!


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