Más de uno se ha sorprendido o, incluso, se ha indignado,
con el quiebro hecho ayer por Ciudadanos, retirando su apoyo a la petición de
comparecencia de Luis de Guindos en el pleno del Congreso para someterse al
control de los grupos sobre su papel en el frustrado nombramiento del ex
ministro Soria para un carísimo sillón en el Banco Mundial. Ciudadanos, el
partido de Rivera, el partido que Rivera ha construido a su imagen y semejanza,
en un tiempo récord y con un potencial económico también récord y nunca
suficientemente explicado, dejó "colgados de la brocha" al resto de
partidos que, junto con ellos, habían arrancado la comparecencia en pleno del
ministro, pese a la tenaz resistencia de Ana Pastor, amiga, paisana y compañera
de Rajoy desde hace décadas y nombrada por su amigo de toda la vida para verter
sobre los engranajes de la maquinaria del Congreso la arena suficiente para
mellar algún que otro diente de sus ruedas, provocando su disfunción si no su
paralización.
La pobre Pastor, que está echando por la borda su carrera
por seguir a pies juntillas los deseos de su amigo Mariano, no parece querer
darse cuenta de que no es más que otro mártir que Rajoy ha echado a los leones,
un cadáver más que sumar a la empalizada tras la que se esconde. Ana Pastor,
siguiendo las instrucciones de su amigo, retorció el calendario hasta hacer
coincidir la fecha de unas hipotéticas elecciones con las navidades, dejando
sin voto a los cientos de miles de españoles, la mayoría jóvenes
suficientemente preparados, frustrados y, por tanto, alejados del PP,
La presidenta de la cámara, que se ha comportado como ese
conserje que sólo es amable con los ricos de la finca, les abre la puerta y les
da conversación y les sube la compra a casa, mientras se esconde y se muestra
huraño con el resto, ha superado en estos meses cualquier expectativa que
tuviésemos sobre cuál iba a ser su comportamiento partidista, convirtiéndose en
la más sesgada de las personalidades que han ocupado el cargo.
Quizá hasta la propia Pastor, a la que la lealtad a su viejo
amigo ha llevado demasiado lejos, ha llegado a sentir vergüenza por tanto
trapicheo. Quizá por eso se vio forzada a ceder a las pretensiones de todos los
grupos de la cámara, todos, salvo el PP, para convocar un pleno en el que
tuviese que comparecer De Guindos. Un pleno al que, con el reglamento en la
mano, no se podía negar, pero que no gustaba en absoluto a los suyos, hasta el
punto de que, con su decisión, llegó a enfadar a más de uno.
Estoy seguro de que, a estas alturas, os estaréis
preguntando por qué he titulado está artículo como lo he hecho. Pues bien, aquí
va la respuesta: Ciudadanos ha sido el bombero que ha apagado "in
extremis" el fuego en el que iba a arder el poco prestigio de este
gobierno que, para lo que quiere, está en funciones y, para lo que no quiere,
no. Ciudadanos ha sido quien, traicionando el compromiso a que había llegado
con sus compañeros de la Mesa del Congreso, se descolgó de la petición, porque,
según uno de sus portavoces lo importante es que Guindos diese explicaciones y
las diese cuanto antes, y, una vez anunciado que las daría en una comisión, un
formato mucho menos solemne y con mucho menos eco mediático, consideraron que
no era necesario llevarle ante el pleno o, en todo caso, hacerle pasar la
vergüenza de dejar su sillón vacío ante toda la cámara reunida en pleno.
Ciudadanos, con una excusa perfectamente elaborada, se ha
convertido en la coartada que necesitaba el PP para escurrir una vez más el
bulto de las responsabilidades políticas. Ciudadanos, en contra de lo que nos
hizo creer en su campaña electoral, en contra de lo que hizo firmar, primero a
Pedro Sánchez y luego a Rajoy, en sus respectivos pactos, hoy papel mojado, en lugar de combatir lo que no es más que suciedad en la política, ayuda a que se
barra y se esconda bajo la alfombra de una comisión. Ese es el verdadero papel
de Ciudadanos, hacernos creer que ha venido a cambiar las reglas de juego de la
política para que, al final, no cambie nada. Ese es el papel de la formación de
Rivera. Ahora sólo espero que los ciudadanos, los que votan, se den cuenta de
quién es Rivera, inflexible con quienes defienden la solidaridad y el derecho a
ser escuchados y a decidir su futuro de vascos y catalanes, y blando, muy blanod y moldeable como
plastilina con quienes defienden a los poderosos y la vieja política.
1 comentario:
El último párrafo es la clave...
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