Me lo dijo un día Santiago Carrillo a propósito de Gallardón
y, yo, siempre que puedo lo repito "no hay nadie en el PP que no sea del
PP" Don Santiago acertaba, tenía toda la razón, porque, como el diablo,
sabía más por viejo que por diablo.
Por más que se disfracen, por más que quieran parecer
modernos, liberales o cordiales, por más que traten de vestir su discurso con
tintes sociales, siempre, antes o después, les sale el alma conservadora y
ultra nacionalista, porque eso que llaman patriotismo, el nacionalismo español,
no es más que otra forma de nacionalismo y quizá la peor, porque trata de
imponerse a las demás y, siempre que puede, los reprime.
Le ocurrió esta semana a Alberto Núñez Feijoo, el presidente
gallego y candidato a la reelección dentro de cuarenta y ocho horas. Hablaba en
la intimidad de su coche oficial con Pepa Bueno y, quizá por creerse en
territorio amigo, se relajó y, hablando de la difícil solución de la salida a
la encrucijada catalana, lo dijo "no se puede negociar con la pistola del
independentismo encima de la mesa" y, por si no le hubiésemos entendido,
glosó su innecesaria "boutade", aludiendo torpemente al terrorismo de
ETA.
Inmediatamente, claro, nacionalistas y no nacionalistas se
le echaron encima, especialmente desde Cataluña, y con razón, porque tratar de
asimilar el nacionalismo al terrorismo de ETA, que, ni aun en Euskadi encarnó
nunca al nacionalismo, a todo el nacionalismo, no fue sólo una falsedad, fue
además una canallada, porque, afortunadamente, ese mal sueño ya ha pasado e
invocarlo no es de gente "de ley".
Sin embargo, lo que hizo Feijóo, dejarse traicionar por el subconsciente,
era de esperar. Les pasa a todos los del Partido Popular. Han sido demasiados
años hurgando con el palo de la intransigencia y el ojo por ojo, no sólo en el
avispero etarra, sino, también, en todo el jardín vasco, demasiados años
considerando ese territorio un fortín a defender a sangre y fuego y a costa de
todo, demasiados años lanzando en Euskadi un mensaje apocalíptico e intransigente,
a sabiendas de que, con esa actitud, esquilmaban a su propio electorado,
incluso en Álava, "el sur" que decía el personaje de Karra Elejalde
en "Ocho apellidos vascos".
Pero no nos engañemos, todo aquello tenía un sentido, todas
esas salidas de tono, ofensivas para la mayoría de los vascos buscaban el
premio del "prietas las filas" entre los votantes, generalmente mal
informados sobre las causas y el alcance del "conflicto" vasco. Sé
que es duro decirlo, pero ha sido así. Euskadi primero y luego Cataluña han
sido el frontón contra el que los candidatos populares, pero no sólo los
populares, lanzaban sus mensajes "patriotas", a sabiendas de que esos
mensajes, como en el juego de pelota, les serían devueltos, con más fuerza si
cabe, en forma de votos en el resto del territorio.
Ahora que ETA lleva cinco años sin matar y que Euskadi ha
vuelto a ser el país que nunca debió dejar de ser, la pared del frontón se ha
trasladado a Cataluña, y contra Cataluña y una gran parte de los catalanes se
lanzan ahora los pelotazos. El primero, el que abrió el partido fue aquel
recurso presentado contra el Estatut que se habían dado la inmensa mayoría de
los catalanes, más de los que hoy se confiesan independientes y
votan a los partidos que se dicen independentistas. Con aquel gesto y con
el boicot a los productos catalanes y todas las campañas asociadas, con el
ruido de todas esas tertulias, el PP y su gobierno hicieron más
independentistas que el mismísimo Franco, mientras que el Partido Popular se convertía
en residual.
Pero no nos engañemos, ese aparente sacrificio obtuvo su
premio en el resto de España, pero también allí, porque la tibieza del PSC, su
indeterminación, su renuncia a hacer pedagogía y optar por el seguidismo al PP
acabaron por convertir al partido que no hace tanto gobernaba Cataluña en otro
partido casi residual.
No es mala esa estrategia del PP, Al menos es taimada e
inteligente, aludir siempre que se pueda al separatismo y las pistolas reporta
beneficios, pero no es, ni mucho menos, honrado.
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