Resulta curioso, cuando no insultante que quienes más se han
pasado la democracia por "el Arco del Triunfo", PP, patronales y
grandes corporaciones invoquen una y otra vez aquello que no respetan.
Tanto o más curioso resulta que quienes vistieron la pana en
aquellos ilusionantes años de la Transición nos empujen hoy, desde sus ternos
de buen paño y mejor corte, a que pasemos por alto lo que ha quedado patente en
las urnas y por dos veces: que la inmensa mayoría de los españoles no quieren a
Rajoy al frente del Gobierno. Es más, como dejó claro Rivera, único socio de
Rajoy, según el para esta a todas luces frustrada investidura, según el propio
Rajoy para el gobierno, confiese en sede parlamentaria, a plena luz y con
taquígrafos, que tampoco él se fía de tan torpe y marrullero candidato.
Pero más curioso resulta que en medio de este espectáculo,
la prensa, demasiad pagada de sí misma y auto investida sin motivo como
guardiana de la democracia, se empeñe en decirnos todos los días que lo que
ahora nos conviene es renunciar a nuestro voto y tragar las ruedas de molino
con que quienes les sostienen pretenden hacernos comulgar. A veces, como ayer
miércoles, con el arrogante impudor, la desvergüenza o la torpeza que tuvieron
EL PAÍS y EL MUNDO, al calcar, si no palabra por palabra, sí en su idea fuerza
el titular con que abrieron sus ediciones en papel, como si una mente superior
les hubiese dictado eso de que Pedro Sánchez había dado un "portazo" y
que, con él, "aboca" a unas terceras "elecciones".
Dónde queda aquel "diario independiente de la
mañana" que desafío a los generales Alfonso Armada y Jaime Milans del
Bosch, Tejero fue un mero peón, un "tonto útil", para los verdaderos
artífices, no todos de uniforme, de aquel golpe, afortunadamente frustrado,
dónde queda aquel diario que salió a la calle a última hora de la tarde para
decir no a la barbarie y para hacernos llorar de emoción a quienes no
concebíamos nuestras vidas otra vez bajo una dictadura.
Hay quien cuenta que tampoco aquel 23 de febrero fue unánime
ni, mucho menos, clara la postura de algunos destacados dirigentes, entonces no
les llamábamos barones, socialistas. Intereses bastardos y trilaterales que,
tras el fracaso de la asonada, se disiparon en medio de un silencio tan
sospechoso y molesto como el de la diplomacia norteamericana o la del Vaticano.
Evidentemente, aquellos eran otros tiempos. Hoy, los de siempre no necesitan
recurrir a los carros de Milans o a los guardias de Tejero. Hoy, los gobiernos
ya no gobiernan del todo y los militares juegan a la guerra electrónica con
carísimos juguetes y no necesitan provocar acción para "hacen
carrera", porque, para eso, ya tienen las misiones internacionales.
Hoy el instrumento con que los dueños del capital, sin credo
ni patria a pesar de lo que dicen, no va de uniforme. Hoy el instrumento para
doblegar la voluntad del pueblo, nuestra voluntad, es otro, Ese instrumento es
el mismo que hasta hace poco creíamos que nos defendería. El instrumento es esa
prensa, la prensa acogotada por deudas, eres y revoluciones tecnológicas,
ahogada en el caldo de un lujo innecesario y faraónico, después de gestiones
suicidas, no para el gestor, sino para los que, a su pesar, se ven gestionados.
Supongo que, de una manera u otra, siempre ha sido así, que
siempre se ha podido comprar la línea editorial de un periódico o que, al
menos, se ha podido comprar la voluntad de los periodistas, uno a uno. Pero,
por aquel entonces, los periódicos eran de los periodistas o, al menos, los controlaban
los periodistas. Hoy no, aunque quien decida titulares y editoriales tenga el
carné y un pasado en el día adía de una redacción. Hoy quienes deciden apenas
levantan el teléfono para enterarse de qué pasa y qué quieren los ciudadanos.
Hoy sólo hablan con quien les dice lo que tienen que decir y con aquellos a los
que ordenan lo que tiene que escribir.
Hoy, gente como Juan Luis Cebrián que ha arruinado económica
y profesionalmente un periódico y sus empresas afines, de las que nos sentíamos
orgullosos quienes trabajábamos en ellas y quienes las seguían, pretende
decirnos qué hay que hacer con nuestra democracia, pretende, junto a personajes
tan trasnochados como Felipe González, decidir quién debe gobernarnos, aún en
contra de nuestra voluntad. Todo en aras de la democracia, pero qué democracia,
la suya o la nuestra.
1 comentario:
Muy buen artículo...
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