viernes, 2 de septiembre de 2016

¿QUÉ DEMOCRACIA?


Resulta curioso, cuando no insultante que quienes más se han pasado la democracia por "el Arco del Triunfo", PP, patronales y grandes corporaciones invoquen una y otra vez aquello que no respetan.
Tanto o más curioso resulta que quienes vistieron la pana en aquellos ilusionantes años de la Transición nos empujen hoy, desde sus ternos de buen paño y mejor corte, a que pasemos por alto lo que ha quedado patente en las urnas y por dos veces: que la inmensa mayoría de los españoles no quieren a Rajoy al frente del Gobierno. Es más, como dejó claro Rivera, único socio de Rajoy, según el para esta a todas luces frustrada investidura, según el propio Rajoy para el gobierno, confiese en sede parlamentaria, a plena luz y con taquígrafos, que tampoco él se fía de tan torpe y marrullero candidato.
Pero más curioso resulta que en medio de este espectáculo, la prensa, demasiad pagada de sí misma y auto investida sin motivo como guardiana de la democracia, se empeñe en decirnos todos los días que lo que ahora nos conviene es renunciar a nuestro voto y tragar las ruedas de molino con que quienes les sostienen pretenden hacernos comulgar. A veces, como ayer miércoles, con el arrogante impudor, la desvergüenza o la torpeza que tuvieron EL PAÍS y EL MUNDO, al calcar, si no palabra por palabra, sí en su idea fuerza el titular con que abrieron sus ediciones en papel, como si una mente superior les hubiese dictado eso de que Pedro Sánchez había dado un "portazo" y que, con él, "aboca" a unas terceras "elecciones".
Dónde queda aquel "diario independiente de la mañana" que desafío a los generales Alfonso Armada y Jaime Milans del Bosch, Tejero fue un mero peón, un "tonto útil", para los verdaderos artífices, no todos de uniforme, de aquel golpe, afortunadamente frustrado, dónde queda aquel diario que salió a la calle a última hora de la tarde para decir no a la barbarie y para hacernos llorar de emoción a quienes no concebíamos nuestras vidas otra vez bajo una dictadura.
Hay quien cuenta que tampoco aquel 23 de febrero fue unánime ni, mucho menos, clara la postura de algunos destacados dirigentes, entonces no les llamábamos barones, socialistas. Intereses bastardos y trilaterales que, tras el fracaso de la asonada, se disiparon en medio de un silencio tan sospechoso y molesto como el de la diplomacia norteamericana o la del Vaticano. Evidentemente, aquellos eran otros tiempos. Hoy, los de siempre no necesitan recurrir a los carros de Milans o a los guardias de Tejero. Hoy, los gobiernos ya no gobiernan del todo y los militares juegan a la guerra electrónica con carísimos juguetes y no necesitan provocar acción para "hacen carrera", porque, para eso, ya tienen las misiones internacionales.
Hoy el instrumento con que los dueños del capital, sin credo ni patria a pesar de lo que dicen, no va de uniforme. Hoy el instrumento para doblegar la voluntad del pueblo, nuestra voluntad, es otro, Ese instrumento es el mismo que hasta hace poco creíamos que nos defendería. El instrumento es esa prensa, la prensa acogotada por deudas, eres y revoluciones tecnológicas, ahogada en el caldo de un lujo innecesario y faraónico, después de gestiones suicidas, no para el gestor, sino para los que, a su pesar, se ven gestionados.
Supongo que, de una manera u otra, siempre ha sido así, que siempre se ha podido comprar la línea editorial de un periódico o que, al menos, se ha podido comprar la voluntad de los periodistas, uno a uno. Pero, por aquel entonces, los periódicos eran de los periodistas o, al menos, los controlaban los periodistas. Hoy no, aunque quien decida titulares y editoriales tenga el carné y un pasado en el día adía de una redacción. Hoy quienes deciden apenas levantan el teléfono para enterarse de qué pasa y qué quieren los ciudadanos. Hoy sólo hablan con quien les dice lo que tienen que decir y con aquellos a los que ordenan lo que tiene que escribir.
Hoy, gente como Juan Luis Cebrián que ha arruinado económica y profesionalmente un periódico y sus empresas afines, de las que nos sentíamos orgullosos quienes trabajábamos en ellas y quienes las seguían, pretende decirnos qué hay que hacer con nuestra democracia, pretende, junto a personajes tan trasnochados como Felipe González, decidir quién debe gobernarnos, aún en contra de nuestra voluntad. Todo en aras de la democracia, pero qué democracia, la suya o la nuestra.