miércoles, 2 de diciembre de 2015

¡SOCORRO, METAPERIODISMO!


Está muy bien eso de que los medios privados traten de suplir lo que, en una democracia, debería corresponder por ley a los privados. Está muy bien que los ciudadanos tengamos la oportunidad de ver y escuchar confrontados a  los cabezas de lista de los partidos que concurren a las elecciones y sus programas. Está muy bien que nos permitan saber de sus reflejos y capacidades más allá de los discursos con papeles a que nos tienen acostumbrados.
Todo eso está muy bien. Lo que ya no me parece tan bien es que una semana antes de esos debates y otra después sean los propios debates y sus anfitriones quienes se conviertan en noticia, en la única noticia. Bien es verdad que hace ya tiempo que el periodismo, los periodistas, dejaron de ceñirse a su verdadero y legitimo papel de intermediarios entre la actualidad y los destinatarios de su trabajo, para convertirse en protagonistas del resultado de su trabajo, la noticia.
El primer paso lo dio, a propósito de estas elecciones, la Sexta que, en el "Salvados", enfrento en un bar de Nou Barris a un Pablo Iglesias cansado y mortecino con un Albert Rivera en plena efervescencia y nos contó hasta la saciedad el antes, el durante y el después, ocultándonos lo tramposo del debate que tuvo poco o nada de directo y en el que el exceso de cordialidad de uno y otro restó interés a un diálogo demasiado encorsetado, del que Rivera salió ganador e Iglesias un tanto tocado.
Antes y después de la noche del debate lo supimos todo del mismo, con secundarios y sus chistes incluidos, hasta el punto de que ver la sexta en esas fechas llegó a ser casi un martirio, entre tanto empacho y autobombo, como si el reloj se hubiese detenido en el bar "Tío Cuco", sin que hubiese ocurrido nada más en el mundo, pese a que el único y discutible mérito de aquel debate fue el de haber sido el primero, un mérito que debía haberse quedado en los despachos y no traspasar hasta la saturación las pantallas de nuestros ya cansados televisores.
Más interesante fue, sin duda, el debate de hace dos días en casa de EL PAÏS, un debate abierto a las nuevas tecnologías, al que no se atrevió Mariano Rajoy, quizá para que no se hiciese patente, no ya el desequilibrio de edad entre él y los otros tres candidatos, que es incontestable, sino el desequilibrio ideológico entre un señor que nunca se ha mezclado con la gente de verdad, pese a sus coreografías en calles y parques, con "numerito" de mitin encaramado a un banco incluido. 
De ese debate lo que ha quedado al final es, precisamente, la ausencia del presidente y el hecho de que, por una acertada decisión de los organizadores, su atril quedase vacío frente a sus rivales, al no querer aceptar ningún tipo de secundario, por muy vicepresidenta que fuese. Y ese ha sido quizá el gran mérito de este debate de EL PAÍS, obligar al PP a poner sus cartas boca arriba, al no permitir el juego del escondite en que tan cómodo se siente el escurridizo y, por qué no decirlo, cobarde Rajoy.
El día siete, primer lunes de campaña, el debata es en casa de Antena 3, el buque insignia del grupo A3 Media, que lo difundirá por sus dos cadenas de televisión y su desmejorada Onda Cero. Ý en él no habrá atril vacío, porque los organizadores aceptan el juego de Génova 13 y permitirán que el lugar que debería ocupar el número de su lista por Madrid lo llene su fiel escudera, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, acostumbrada y parece que encantada comedora de marrones que debieran ser del etéreo presidente.
Pues bien, a cinco días de ese debate y atemorizado con lo que pueden llegar a ser estos cinco días de autobombo, ya estoy cansado del debate, de sus cien cámaras, sus setenta micrófonos, sus sesenta y ocho potenciales millones de espectadores en todo el mundo, los magníficos profesionales que lo conducirán y los méritos de la cadena que ha organizado los principales debates de las últimas elecciones. Y, eso, sin atreverme a pensar lo que nos queda del pos debate.
Estoy ya cansado de verle las tripas, brillantes y ordenadas, como en el mostrador de una casquería, de la profesión que practico desde haca más de treinta años, Quizá por eso pido desesperadamente socorro, porque ha llegado el metaperiodismo.


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