viernes, 18 de diciembre de 2015

MI VOTO


Hoy seré breve. Al menos eso pretendo, porque, cuando me pongo a escribir, nunca sé cuándo ni de qué manera voy a cerrar la página. Persigo la brevedad, porque lo que voy a tratar de hacer en estas líneas es tan simple, pero tan complicado a la vez, como decir cuál va a ser mi voto el domingo y explicar por qué va a ser ese y no otro.
Vaya por delante que ese voto, como viene siendo desde hace casi cuarenta años, lo que llevamos en democracia, va a ser para la izquierda. Y es que nunca he votado a la derecha ni al centro que, en el mejor de los casos, ha contaminado a la izquierda más ilusionante que llegó a tener este país y que no fue otra que el PSOE de 1982, el de aquel Felipe González brillante y todavía creíble, el de la subida de las pensione, la universalización de la sanidad y la enseñanza gratuita y obligatoria para todos. Un partido socialista al que yo, como muchos, fuimos perdonando la vida y los pecados por aquello del voto útil, por aquello de mejor estos malos, que son los míos, que los otros, los de la derecha. Y les fuimos perdonando incluso cuando comenzaron desmontar, porque ellos fueron pioneros en hacerlo, el estado de bienestar, permitiendo la entrada de la empresa privada en sanidad y educación, las dos grandes conquistas de sus primeros gobiernos.
Siempre voté a la izquierda. Quizá porque, como dicen algunos estudios, nuestro cerebro determina si somos solidarios y progresistas o conservadores y egoístas y a mí me tocó uno solidario, aunque creo que tiene más que ver con la educación que con la genética, el cerebro, como los músculos, se entrena y se le da forma, porque en mi familia lo más a la derecha que se vota es PSOE. Siempre voté a la izquierda y ya estoy mayor para cambiar. Es más, después de haber visto todo lo que he visto y de haber vivido lo que  he vivido, algunas coas muy de cerca, creo que estoy volviendo al punto de partida, para dar mi voto a la Unidad Popular de Alberto Garzón, un candidato, el más joven, al que se le trasparenta la ilusión y la honradez, digan lo que digan quienes tratan de criticarle, no por su pasado, que apenas lo tiene y es muy brillante, sino por el de su formación que, esta vez sí, creo que está dispuesta a cambiar.
Creo que voy a votar a Garzón y creo que no lo voy a hacer a Podemos, porque, desde que comenzó la campaña, Pablo Iglesias ha echado tanta agua al vino de sus primeros mensajes que, ahora, quizá puedan beberlo hasta los niños, pero ya no sabe a vino ni es capaz de despertar el brillo en los ojos de los primeros momentos. No me convence por eso y tampoco me convence, porque no hizo nada para reclamar la presencia de Izquierda Unida o UPyD en los debates. Quizá por la misma razón que no quiso coaligarse con la formación de Garzón, para que nadie perturbase su liderazgo y para no tener que compartir la utopía con nadie y menos, con nadie que tenga datos y experiencia.
Está claro, pues, que mi voto va a ser para Alberto Garzón, para Unidad Popular IU en el Congreso y quizá para quien presente podemos al Senado, cámara bastante inútil, salvo para el gesto, algo que se le da muy bien a la formación de Pablo Iglesias, y para el control del Gobierno.
Votaré a Garzón, porque si la gente busca un político joven, él es el más joven; porque, si lo buscan brillante, él es el más brillante y, porque, si lo quieren honrado, creo que no hay otro más honrado. También porque, pese a sus pecados, creo que suficientemente expiados, la izquierda, más allá de la socialdemocracia y de los movimientos emergentes y por comprobar, debe tener un sitio en el nuevo Congreso. Y más, si, como parece, nada va a poder hacerse sin pactos ni consensos.
Finalmente, le votaré, porque me emocionó verle a la entrada del teatro de La Latina, mi otro barrio, hablando a la gente que no pudo entrar al teatro  ya repleto para escuchar su mitin.
¿Veis? Quería ser breve y no lo he sido. Eso es lo único que hoy no he cumplido. En nada más os he mentido. 


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1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Lo del agua al vino es muy cierto...

Saludos